Un fotógrafo argentino expone con éxito en Parín

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Foto Japón
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Después de La creciente, multipremiado trabajo en el que retrató a la gente del Delta a la luz de la luna, Alejandro Chaskielberg lleva a Paris Photo su reportaje sobre un pueblo japonés arrasado por el tsunami.






Santuario Benten. Situado en una pequeña isla en la bahía de Otsuchi, fue golpeado por el tsunami de Japón de 2011 y cubierto completamente por las olas, pero extrañamente no fue destruido. Esta imagen fue tomada en junio 2014.

 

Alejandro Chaskielberg es un fotógrafo argentino que triunfa en el mundo. En Buenos Aires hacía ocho años que no se veía su trabajo, pero en el último mes coincidieron tres muestras colectivas que incluyeron su obra, aunque él no estuvo aquí. Por estos días trabaja en Japón, y pronto volará a París, donde presentará su segundo libro, que nació ya premiado, y de ahí, a México, para ponerse en rol de profesor en la Latin American Masterclass organizada por World Press Photo. Nada menos. Las distinciones que acumuló en los últimos años marcan un récord, aun cuando en la Argentina no tiene galería, pero tiene prestigiosos agentes en Londres y Nueva York.

Chaskielberg llegó hace un mes a Tokio para participar del festival internacional de fotografía de esa ciudad, dar cursos y producir durante una residencia su trabajo más personal: un álbum de su vida junto a su hija Lara, de 3 años, que ya tiene su propio kimono y un código indescifrable para entenderse con sus nuevas amigas. "Trabajamos en el estudio durante algunos días por semana. Ella se dedica a pintar y yo pruebo materiales y selecciono imágenes", cuenta desde la otra punta del planeta, cuando están a punto de dejar la calma oriental para volar a Europa.

El libro Otsuchi. Future Memoriesse presentará en Paris Photo este viernes en el Grand Palais, merecedor del Premio Fotolibro Iberoamericano por la Editorial RM. Aquí estará disponible en las librerías Cúspide. "Se trata de las consecuencias del tsunami en una pequeña ciudad del norte de Japón. Está prologado por el fotógrafo Daido Moriyama", cuenta.

El camino que recorrió, aún cuando no cumplió los 40, fue largo. Digamos desde 1998, cuando entró en la revista Noticias como fotoperiodista "en el puesto vacante de José Luis Cabezas". Después de cuatro años intensos, abandonó la fotografía para tocar el violín por otros tantos. Pasó por LA NACIÓN en 2005 y siguió su rumbo haciendo documentales para Ciudad Abierta, retomando su formación en el Incaa. En 2007 presentó el trabajo que lo llevó por el mundo: La creciente.
Con las primeras doce fotos de ese largo ensayo ganó una cantidad de premios que hicieron despegar su carrera internacional: la beca Emerging Photographer Grant de la célebre Magnum Foundation, el Leopold Godowsky Jr. Award de la Universidad de Boston y el All Roads de la National Geographic.

Y volvió al lugar aconsejado por el famosísimo fotógrafo Martin Parr, que curó su muestra en la Bienal de Brighton para hacer de La creciente un libro. Entonces, se fue a vivir al Delta dos años. "Los fotografiados son ahora amigos. Fue un trabajo muy obsesivo", recuerda. Allí, los personajes clave de la idiosincrasia isleña posan en sus entornos, pero sólo en noches de luna llena. Por el trabajo final mereció el premio L'Iris d'Or - Sony World Photographer of the Year que la World Photography Organization entregó entre 25.000 fotógrafos de 160 países, y el POYI Pictures of the Year al mejor retrato latinoamericano, además de obtener el nombramiento como uno de "los 30 nuevos y emergentes fotógrafos para ver" de la revista neoyorquina PDN, en 2009. Realizó más ensayos, siempre en el límite de lo documental y el elogio del color, con predilección por la fotografía nocturna.

 


Cimientos. Tomoko Hida, Yoshimi Hida y Sana Hida representan tres generaciones de una misma familia; están sentadas en los restos de lo que fuera el baño de su casa, destruida por el desastre natural que golpeó su país.
Cimientos. Tomoko Hida, Yoshimi Hida y Sana Hida representan tres generaciones de una misma familia; están sentadas en los restos de lo que fuera el baño de su casa, destruida por el desastre natural que golpeó su país.

Otsuchi: tsunami en japonés

Fue exponiendo sus fotos por el mundo que llegó a Japón, donde se interesó por Otsuchi, uno de los pueblos más afectados por el tsunami de 2011. "La reconstrucción fue muy lenta. Me pregunté qué podía aportar como artista de la otra punta del mundo en un lugar con una marca emocional tan fuerte", comparte. La respuesta es una galería de personajes taciturnos, que miran a la cámara desde los restos de una vida anterior, arrasada por el agua. De sus casas sólo quedaron los cimientos y montañas de basura. "El clima de tragedia me impresionó y empecé a hacer fotos blanco y negro porque no le veía color a esto."

Siguió tomando fotos nocturnas con cámara de gran formato, pero aquí la diferencia con La creciente es que muchas veces el color saturado y la luz de distintas temperaturas no se logran en la toma, sino en el retoque digital. Interviene en el espacio otra vez, en un juego de luces de linternas y hace también apropiaciones de fotos encontradas para tomar sus colores y crear una paleta digital para pintar sus propias imágenes. "Entre los restos y el barro, encontré un álbum de fotos que pesaba diez kilos, por el agua. Lo apretaba y salían burbujas y los colores se mezclaban. Ahí se contaba toda la tragedia", dice. Los tonos de toda su serie de retratos, objetos, paisajes y hallazgos salen de esas hojas de fotos arruinadas que no se llevó de Otsuchi, sino que fotografió y dejó donde estaban, respetando el destino de esas memorias.
"Hice un trabajo arqueológico y traté de recuperar los colores. Eran un puente entre mis imágenes y las de aquel álbum."

Desde entonces, Chaskielberg empezó a colaborar con una ONG que recuperaba fotografías del pasado de ese pueblo de 20.000 personas que tras la catástrofe se hundió un metro. Y con alguna de esas fotos del archivo entabló un diálogo en imágenes. "Abrí un poco las alas y salí del documental más directo." Si La creciente no fue publicado en National Geographic por haber sido considerado muy experimental, para Otsuchi, la revista dedicará ocho páginas en su edición de marzo, cuando se cumpla el quinto aniversario del desastre natural.

"En los últimos años, con la masificación de medios de captura, se empezó a desfinanciar a los fotógrafos. Muchos de los que vivíamos del reportaje tuvimos que empezar a buscar nuestro financiamiento. Eso potenció una nueva camada de documentalistas que empezaron a hacer un acercamiento más personal. Me interesa experimentar cuál es el límite del documento", analiza hoy.

Entre los dos libros que le valieron la fama, hubo otros trabajos. En Surinam documentó la decadencia de la industria azucarera. En Turkana, África, hizo retratos de una tribu con sus chozas, botes y camellos, en esos colores tan suyos -encendidos, saturados-, logrados tras largas exposiciones y variedades de focos. Hay fotos diurnas, pero la mayoría es bajo la luz pálida, plateada, de la luna.
"No, no es que tenga problemas para dormir. Pienso que de noche pasan las cosas más sorprendentes. Posar cinco minutos en silencio en la oscuridad se vuelve una experiencia espiritual".

Estar y no estar en Buenos Aires

Continúa en el CCK (Sarmiento 151) Aquí Nos Vemos. Fotografía en América Latina 2000-2015, curada por Adriana Lestido y Juan Travnik, que incluye fotografías de Alejandro Chaskielberg.

Recientemente, su trabajo integró las muestras colectivas Paisajes Humanos, curada por Andrés Duprat, junto a Luis Abadi, Florencia Blanco, Laura Glusman, Nicolás Janowski, Gonzalo Maggi y Rosana Schoijett, y Ciudades Miradas, con Alessandra Sanguinetti, Santiago Hafford, Laura Pannack, Liz Hingley y Jason Evans, curada por el Photographic Museum of Humanity, en Panal.

 

Fuente: La Nación.-
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