River en su noche soñada

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El equipo de Marcelo Gallardo superó a Tigres 3 a 0 y volvió a levantar el trofeo, como lo hizo en 1986 y 1996; Alario, Sánchez, de penal, y Funes Mori, los goles.




 





Apeló a su orgullo para sacar adelante un desafío que tenía atragantado por años. Lo encontró como digno y gallardo campeón en el campo. En un Momumental desbordante de pasión, como en tantas escenas de gloria. El River de Marcelo Gallardo, cuyas banderas son Barovero, Maidana, Ponzio, Sánchez y Cavenaghi, pudo con todo. Las lágrimas se perdían en el horizonte, confundidas entre decenas de brazos que apuntaban al cielo. Entre gritos y saltos, recuerdos de antiguas frustraciones y desahogo con final feliz, los jugadores, gestores principales de una conquista histórica, de una noche eufórica, no cesaban de cantar un himno que estalló inevitable, tras el silencio de los años anteriores. "Dale, campeón; dale, campeón", fue la música elegida para cerrar el triunfo por 3-0 sobre Tigres y la obtención de la Copa Libertadores.
Los goles del partido los hicieron Alario, en el primer tiempo, y Carlos Sánchez (de penal) y Funes Mori, en el segundo.

River fue inteligente, no perdió la cabeza y presionó donde debía. Lo hizo perfecto en ese primer tiempo en el que le faltó fútbol pero dominó con un funcionamiento ordenado y fuego sagrado en cada pelota. Tigres, que generó peligro sólo con algún remate, no tuvo elaboración y se vio superado. El meticuloso trabajo táctico de River en Monterrey se vio también en el Monumental en la noche esperada por años. El libreto superó a las ausencias y los nombres inesperados estuvieron a la altura de las circunstancias.

El desarrollo que muchos imaginaban, trabado y fuerte, se cumplió. River no sufrió un asedio de Tigres ni la influencia psíquica propia de una final. Porque no lo permitió, porque pensó en cortar cada pelota ajena presionando con sus líneas juntas arriba. Al examen de temperamento y actitud que lo esperaba, lo superó con personalidad.
Marcelo Gallardo no pudo estar en el banco de suplentes y siguió el partido desde un palco del estadio.

River hizo lo que más le pedía su gente: derrochó valor. Gobernaba en la batalla del mediocampo, con la experiencia de Ponzio, el quite de Kranevitter y la vocación del resto para avanzar, aunque no del todo prolijamente. Método que hasta le permitía sumar a Vangioni. Y cuando éste se proyecta no es para ser testigo, sino que se convierte en protagonista. Una proyección suya permitió el centro para el anticipo de cabeza de Alario, en el 1-0 a muy poco del entretiempo.

En México, River supo bajarle el termostato al volcán de Tigres. El objetivo de Gallardo fue aguantar, no flaquear ante la embestida, pararse con personalidad y no ser presa de los 40 grados que derritieron los cuerpos esa tarde/noche. Perdió jugadores importantes en el camino, como Mora, Mercado y Viudez, pero bajo la copiosa lluvia de anoche hubo otro protagonista de la nueva guardia: Alario, el ejecutor de un gol histórico. Al que en el segundo tiempo siguieron el penal de Sánchez y el cabezazo de Funes Mori.

Desde que ingresó en los playoffs, River no tenía caminos alfombrados. Estos jugadores se tuvieron confianza en grado superlativo, en esta final, con el mismo Tigres que les permitió clasificarse en la primera rueda, derrocharon entereza, se acorazaron en la humildad. Así terminaron ganando, con derecho y dignidad, el premio más codiciado de los últimos 19 años: el de ser el campeón de América.

 

Fuente: La Nación.-
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