Sus vecinos aseguran que, pese a ser de escasos recursos, era muy caritativo. Tenía 69 años.
Tiene síndrome de Down, quedó huérfano y su maestra lo adoptó
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Pablo tiene 40 años y Rosa había sido su docente en una escuela especial. Ahora, son madre e hijo.
Rosa fue la maestra de Pablo. Ahora, son madre e hijo. Este muchacho con síndrome de Down, que vive en Río Negro, quedó huérfano a los 40 años. Y su antigua docente de una escuela especial lo adoptó para incorporarlo a su familia.
Rosa Guizzardi es una maestra mendocina que en 1991 se instaló en la ciudad de Sierra Grande, a 320 kilómetros de Viedma, con su esposo José y sus dos hijos. Trabajó durante 20 años en la escuela especial Nº 11. Ahora, ya jubilada y con 52 años, se convirtió en la madre adoptiva de un ex alumno.
Pablo Liberini tiene 40 años. Su familia era conocida en el pueblo porque tenían un comercio llamado “La Eléctrica”. Además, su madre encabezó varios reclamos ---junto a Rosa--- pidiendo un edificio para los chicos con discapacidades.
Cuando Pablo era adolescente, estudió bajo la enseñanza de Rosa. Años después siguieron viéndose en un taller de floricultura, donde cada vez fueron teniéndose más cariño y empezaron a compartir momentos felices. “Cuando mi hija cumplió los 15, el primero que bailó el vals con ella fue Pablo”, recuerda Rosita al diario Río Negro, que contó la historia.
Sara y don Pío, los padres de Pablo, ya eran ancianos. Un día, el muchacho les dijo que cuando ellos no estuvieran más, él quería vivir con la maestra Rosita y su esposo. Años después, Sara falleció. “Al otro día, me empezó a llamar ‘mamá’ y a todo el mundo le decía que yo era su nueva mamá”, relata Rosa en la entrevista.
“Don Pío siempre intentó hacer las cosas de manera legal y lo desesperaba no dejar nada hecho. Temía que a Pablo se lo llevara alguna institución porque él no se sentía capaz de cuidarlo por la edad, se sentía angustiado”, expresó la maestra. Entonces, ante una jueza del Juzgado de Familia, firmaron un testamento donde les dejaba la curatela de Pablo. Siete meses después, falleció.
Para no sacarlo de su entorno, Pablo sigue viviendo en su casa, a la que se mudaron Rosa y su familia. El ayuda a cocinar, a pintar, y tienen un proyecto de hacer baldosas con tapitas, entre otras “actividades para estar ocupados y para ser útiles a la sociedad”. También, pone en práctica los conocimientos de floricultura que su maestra/mamá le transmitió: las rosas deslumbran en el jardín.
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