Elecciones 2015: el día después de mañana

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El cierre de una campaña que saturó al electorado abre el balance de alentadores progresos en lo social e importantes deudas de la política. Qué precedentes sentaron las elecciones 2015 y cuáles son los cambios que no pueden esperar.






 

Por Graciela Marcet

Parecía que el día nunca llegaría. Interminables spots televisivos, cientos de votos recibidos en todo lugar, altisonantes jingles que irrumpieron en los hogares y lugares de trabajo, mensajes de texto y llamados telefónicos a toda hora, invasión en las redes sociales, encuestas a toda hora y, como broche de oro, la cadena provincial.

Con el supuesto objetivo de compartir las plataformas electorales, los candidatos llevaron la comunicación política al extremo y produjeron el efecto inverso de saturar a la población, generando una nebulosa de propuestas difusas que solo dejaron en claro la desesperación por llegar al poder. Por el voto bailaron todos y en los casos más bochornosos al baile lo pagamos nosotros. Justo cuando parecía que nuestra paciencia rebalsaba su última gota, llegaron las elecciones. En los escasos momentos en que el asedio propagandístico nos permitió reflexionar, caímos en la cuenta de la trascendencia de este momento para la continuidad de la democracia. Más allá de los resultados, la elección implica una obligada renovación, que marca un punto de inflexión para una década en la que el kirchnerismo, en el país, y el giojismo, en la provincia, instalaron modos de hacer, maniobrar y sobrevivir, a cualquier costo y caiga quien caiga.

Hoy somos partícipes de un proceso que nos presentará nuevas caras. Y aunque ya sepamos de dónde vienen, con quiénes se juntaron y a qué intereses responden, sigue siendo una incertidumbre el rumbo que tomará el país después de diciembre o los cambios que pueden generarse en San Juan cuando el gobernador deje de ser Gioja. Para empezar a vislumbrar esos cambios, habrá que esperar hasta mañana y rogar para que los manejos que enturbiaron la elección en otras provincias, no entorpezcan el proceso en San Juan ni pongan en peligro la transparencia a nivel nacional. Pero no hace falta esperar para hablar sobre las certezas que nos dejó este año, que empezó a los sacudones con la muerte de un fiscal y se acerca a su fin con ciudadanos cansados del remezón político constante y los volantazos de último momento.
El registro de los avances está siempre ligado a los obstáculos y las luchas que debimos enfrentar como sociedad.

A nivel nacional, momentos trágicos como la represión en Tucumán dieron paso al nacimiento de una mayor conciencia sobre los alcances de la corrupción en los sistemas feudales y generaron presión para modificar el obsoleto sistema de boletas, entre otros cambios necesarios.

Como producto de este proceso, la misma Dirección Nacional Electoral impulsó medidas para dar “transparencia y seriedad a la elección”. Y aunque muchos de estos cambios sean más decorativos que de fondo, sí constituyen el símbolo de lo que empieza a suceder cuando una sociedad eleva sus niveles de alerta en contra de las prácticas corruptas y fraudulentas.

Los debates en el país y la provincia fueron otro de los logros de estas elecciones y aunque no lograron reunir a todos los candidatos, sirvieron para compartir ideas con quienes no estaban tan familiarizados con las propuestas, refrescar los conceptos para los más informados y, sobre todo, subir los niveles de compromiso público de los postulantes, que quedaron en evidencia tanto por sus presencias y ausencias como por sus palabras y silencios.

A la clásica manifestación en las calles hoy se suma el uso cada vez más intenso de las redes sociales como herramienta de participación y organización, que aunque sigue manteniéndose en un circuito limitado de la población, no deja de tener impacto en las decisiones políticas.

Esa forma de participación social quedó en evidencia en San Juan con el derrame de cianuro en Veladero y una vez más un hecho terrible motivó el levantamiento de diversos sectores de la provincia, que hoy encuentran cada vez más adhesiones al reclamo de un cambio en el tema minero. Y aunque siguen siendo muchos los que prefieren evadir el tema, son cada vez más los que empezaron a pensar su voto en función de temas clave como el futuro de esta industria en la provincia.

También en San Juan fue una alegría descubrir que, al menos en las PASO, muchos sanjuaninos vieron más allá de las heladeras y los colchones regalados, para empezar a preguntarse por el origen de tan generosos obsequios y por la esencia de una política que se esconde detrás de lujosos agasajos para atraer electores.

Ligados a estos pequeños grandes pasos, están también las deudas que mantiene la política con la sociedad y la sociedad con la política. Errores, ausencias, deberes, incoherencias y hasta crímenes de larga data se hicieron más evidentes este año y entraron a la categoría de necesidad y urgencia, por obra de la presión social. En este sentido, surgió con fuerza el pedido para modificar el sistema de elección, que deje atrás la boleta sábana para impedir las operaciones surgidas ante las desiguales condiciones de los partidos, ahorrar gastos de impresión y reducir las posibilidades de fraude.

Aunque mucha gente mostró en las urnas su rechazo a las prácticas clientelares, la gran deuda de las estructuras políticas es desterrar definitivamente el sometimiento de las voluntades a través de la amenaza o la promesa de un trabajo, una vivienda o un simple bidón de agua.
Para los ciudadanos, otro desafío es superar el miedo que seguimos teniendo a la alternancia, que muchas veces es presentada como amenaza a la estabilidad y no como un proceso natural y necesario para la salud de la democracia.

Este temor, tan argentino, se hermana con otra debilidad bien nacional, reforzada en el patológico vínculo de una comunidad desprotegida con gobiernos personalistas. Enfrentar ese defecto nos exige demandar gestiones que trabajen en equipo y que no lleven al pueblo a depender de una figura única y superpoderosa.

Consolidar los debates en todos los cargos electivos y asegurar la participación de los diferentes frentes es una obligación política y social como la de aprender a construir campañas que no se basen en la amenaza de perder logros sociales ya alcanzados y que exhiban algo más que canciones edulcoradas, ataques infundados o explicaciones ambiguas.

A todo lo que hay arreglar, cambiar o consolidar, se agrega un punto convenientemente ignorado por los partidos más encumbrados: la necesidad de brindar mayor transparencia al financiamiento de las campañas. En este sentido, bancarizar la recepción de los aportes sería el camino para empezar a cumplir con la ley, que establece que los fondos no pueden provenir de empresas, extranjeros o anónimos, algo que hoy casi nadie cumple si se tiene en cuenta que el 90% de los aportes son percibidos en efectivo, dejando la puerta abierta a los recursos provenientes de actividades ilícitas como el narcotráfico.

Quizás estemos muy lejos de las profundas transformaciones que soñamos, pero sin dudas fueron importantes los pasos que dimos este año. Y más allá de la reacción que cada uno tenga ante lo que digan las urnas, no habrá que bajar la guardia el día después de mañana. Imperceptibles unos y visibles otros, diversos cambios se están produciendo en nuestra forma de vivir y de pensar la política y de nosotros dependerá que esta bisagra abra paso hacia una participación más sana y activa o nos encierre en la pantomima de una democracia de juguete.
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