Las elecciones inglesas se acercan a un final sin cortesía

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James Cameron
James Cameron
Cameron ataca a su socio para captar sus votos. Un final abierto de las elecciones inglesas aleja a los británicos de su principal característica.








La campaña electoral es el momento en que los políticos británicos se permiten, cortésmente, abandonar toda cortesía. Fiel a esa lógica, David Cameron le declaró la guerra a Nick Clegg, el líder liberal-demócrata que lo acompañó en sus cinco años de gobierno y a quien deberá seducir otra vez en dos días si quiere seguir en el poder.

El primer ministro conservador apuntó contra su socio en cada entrevista y discurso realizado esta semana, en busca de romper la paridad total que proyectan las encuestas entre él y el laborista Ed Miliband de cara a los comicios de mañana. "Nick dijo un montón de cosas contradictorias en esta campaña. Hay algo de Forrest Gump en el hecho de votar a los liberales-demócratas: es como la caja de chocolates; nunca sabes qué te va a tocar", dijo ayer Cameron en una entrevista en la radio LBC.

Le achaca a Clegg ser "muy poco fiable" por haber dicho que está dispuesto a negociar una coalición con cualquiera de los dos candidatos principales: "Si votas a los liberales, puedes tener a los laboristas".

En su estrategia final, Cameron intenta convencer al electorado de que sólo le faltan 23 bancas para asegurarse la mayoría para formar gobierno de nuevo. Apela a un "voto táctico" de los simpatizantes del centrista Clegg para impedir un triunfo del laborismo.

Los tories insisten en instalar el terror a una coalición de izquierda entre Miliband y los independentistas escoceses. "La única forma de evitar ese caos y cuidar la recuperación económica es votarme a mí", dijo ayer.

El triunfalismo que exhibe Cameron en el final de campaña no se condice del todo con las encuestas. Ninguna de las consultoras británicas proyecta, ni de cerca, que los conservadores puedan alcanzar las 323 bancas necesarias para formar un gobierno en solitario. Todas coinciden en que habrá un Parlamento sin mayoría, que obligará a un pacto entre dos o más fuerzas.

El último sondeo de YouGov, publicado ayer, refleja un empate de 33% entre laboristas y conservadores. Peter Kellner, el presidente de la consultora, calcula que Cameron podría alcanzar mañana una leve ventaja en cantidad de bancas (283 a 261).


David Cameron


Ese escenario convertiría otra vez a Clegg en el factor clave, pese a que su partido podría perder casi la mitad de sus escaños actuales (de 57 a 32). El pronóstico es complicadísimo. El sistema electoral británico -bautizado con la expresión turfística "el primero que pase el poste"- premia con una banca sólo al ganador de cada una de las 650 circunscripciones en que se divide el país.

Tradicionalmente, hay unos 100 distritos en los que la disputa es pareja, mientras que en el resto el vencedor está cantado. Esta vez los encuestadores ven incertidumbre en cerca de 200 jurisdicciones. Los liberales pelean voto a voto en varias de esas "bancas marginales". Por eso, Clegg reaccionó fuerte contra los ataques del primer ministro Cameron.

"Los tories entraron en pánico y están difundiendo estos ridículos mensajes de que sólo les faltan 23 bancas para una mayoría. Es una mentira grande y gorda: necesitan 323 y no saben de dónde las van a sacar", dijo a la BBC. A Miliband tampoco le reservó mimos. Opinó que carece de "la seriedad necesaria" para ser primer ministro.

Pero insiste en que su teléfono estará abierto pasado mañana para cualquiera de los dos que lo quiera llamar. Ofrece poner "corazón" en un gobierno tory y "cabeza" en uno laborista. Dará prioridad -pero no exclusividad- a quien saque más votos y coseche más bancas. "Somos los únicos que garantizamos una coalición estable. O nos incluyen o tendremos nuevas elecciones antes de Navidad", advirtió anoche en un acto realizado en Cardiff.

Entre tanto dardo envenenado, le dejó a Cameron un guiño: dijo que, pese a ser un europeísta convencido, no pondría como condición para pactar que los conservadores abandonen la idea de convocar a un referéndum sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Sus "líneas rojas" tienen que ver con moderar la inequidad social, causada por el plan de austeridad aplicado en los últimos cinco años.

El apoyo a los recortes de Cameron minó la popularidad de Clegg y desató una disputa interna con el ala izquierda de su partido. El líder liberal incluso lucha por ganar su propia banca, en Sheffield. Corría de atrás al candidato local del laborismo, pero una encuesta de ICM, difundida ayer por el diario The Guardian, reveló un impactante repunte de Clegg, a costa de una brutal caída del postulante conservador.

Al parecer el voto táctico de los tories lo salvará. Si perdiera la banca estaría obligado a renunciar al liderazgo liberal y se abriría una pugna de poder en el partido que añadiría más dramatismo a la transición que empezará apenas cierre el escrutinio.

 

Por Martín Rodríguez para La Nación.- 
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