¿Qué sucedió con el hijo de la Difunta Correa?

San Juan
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El culto a la Difunta Correa es hoy el fenómeno social y religioso de devoción popular más importante del país. Esta devoción se centra en la leyenda de una mujer sencilla, cuya muerte es símbolo de amor y entrega familiar, y en el principal milagro asociado a su figura: seguir amamantando a su hijo, para mantenerlo con vida, una vez que ella ya ha muerto. Sin embargo, poco se sabe sobre qué pasó con el pequeño luego de la muerte de ella.






La figura de la Difunda Correa forma parte de los personajes que no son considerados santos por ninguna religión, pero son las personas los que los santifican popularmente a raíz de lo que consideran favores cumplidos. La historia de la “virgencita del desierto”, como es llamada por muchos, se remonta a un tiempo indeterminado entre 1840 y 1850, en el siglo XIX, en la provincia de San Juan.

Esta devoción se centra en la leyenda de una mujer sencilla, cuya muerte es símbolo de amor y entrega familiar, y en el principal milagro asociado a su figura: seguir amamantando a su hijo, para mantenerlo con vida, una vez que ella ya ha muerto.

Acerca de las leyendas sobre los acontecimientos, si bien existen distintas leyendas sobre la Difunta, todas coinciden en dos hechos puntuales. El primero indica que Correa partió desesperada en busca de su marido, que había sido reclutado a la fuerza para combatir en una batalla en La Rioja en tiempos de las luchas fratricidas entre unitarios y federales.

La versión más difundida, basada en la tradición oral, señala que Correa, ataviada con un vestido rojo y con su bebé en brazos, cruzó los áridos valles bajo el inclemente sol tras el rastro de su marido. Exhausta y deshidratada, acabó desplomándose rendida y aferrada a su hijo mientras cruzaba el valle La Toma, en San Juan.

De acuerdo con la creencia popular, Deolinda fue hallada muerta por unos arrieros que pasaban por la zona y su bebé logró sobrevivir a la tragedia porque se alimentó del pecho de su madre que aún daba leche. Ese es el principal milagro asociado a su figura.

Pero, ¿qué sucedió con el hijo de la Difunta Correa? En este punto hay también distintas versiones acerca de lo que ocurrió con el pequeño. La historia más conocida y que se ha transformado en la popular relata que unos hombres que por allí pasaban rescataron al pequeño que se encontraba con vida. Mientras que a ella la sepultaron -le colocaron una cruz hecha de ramas con su nombre de Difunta Correa debido a que llevaba una medalla con su apellido- al bebé lo llevaron a un convento de monjas para que se hicieran cargo de él.

No obstante, con el transcurso de los años, esta teoría ampliamente difundida tiene sus variaciones. Algunos dicen que en la primera jornada de camino luego de que los arrieros lo rescataran, el niñito empezó a enfermarse y falleció. Ellos regresaron a Vallecito y lo enterraron junto a su madre. Otras versiones difieren acerca de la suerte que habría corrido el hijo de la Difunta ya que habría sido criado por una familia del lugar y habría fallecido de viejo.

Pero ninguna es del todo verídica. A pesar de las versiones, su existencia y destino sigue siendo un misterio, pues hasta el momento no existen documentos que acrediten alguna certeza de su vida o de su muerte.

¿Qué fue de la vida su hijo? Leyendas y misterios en las versiones  

Hay versiones de historiadores y antropólogos que tratan de esclarecer lo acaecido con el hijo de la “virgencita del desierto”. El primer estudio antropológico que se realizó sobre la Difunda Correa corresponde a la década pasada de 1968 a 1978 realizada por Susana Chertudi y Sara Josefina Newbery. En su trabajo reúnen 15 versiones en donde se indica las posibilidades acerca de lo que finalmente ocurrió con su hijo.

Del total, 13 trabajos dan como resultado una aseveración según registros populares que el niño sobrevivió, llevándolo al rango de milagro que habría sido el punto de partida del culto y fomentando así la devoción hacia la figura misma de Deolinda. Una de ellas es la versión copiada por las antropólogas de Ablin y Fredes.

"Dicen sus fieles que su muerte fue el primer milagro de Deolinda Correa. Casada y con un hijo, su marido fue hecho prisionero por caudillos rivales que lo llevaron hacia La Rioja. Deolinda toma al niño y resuelve seguir a las tropas. Siempre rodeada por el desierto, atraviesa la campiña del Caucete, medanales y cerrillos. Camina incansablemente, pero a los tres días se encuentra perdida y la sed la atormenta. Busca desesperadamente agua para ella y su hijo. Pero todo es inútil. El cansancio y la sed terminan con ella y muere. Al tiempo, unos viajeros encuentran su cadáver y al niño, que ha logrado sobrevivir alimentándose del pecho de su madre. Ese fue el primer milagro: Deolinda, dice la leyenda, aun muerta siguió dando vida a su hijo. Se agrega que los viajeros la enterraron y recogieron al niño". 

Por el contrario, una versión de este trabajo refleja el hecho cunado su esposo es reclutado por el Ejército de Los Andes, que era organizado en Mendoza. “Pocos días después de la partida de aquél se pone en camino llevando consigo a un niño de pecho. Una noche, en plena travesía, huye la cabalgadura en que viajaba, quedando a pie; triste trance en que se encontraba la mujer, sola, sin conocer las aguadas o vertientes que -aunque raras- las hay entre los cerros y por añadidura en verano. Aún en estas condiciones sigue su camino a pie, no tardando en caer extenuada para luego morir con su hijito, ambos de sed. Unos arrieros que encontraron los cadáveres, les dieron sepultura en el lugar mismo donde murieron, colocando una tosca cruz”.

La otra versión refleja que el niño fue encontrado muerto junto a su madre. “Siguiendo a su marido, mandado preso a la capital por un comisario abusivo -vaya a saber con qué intenciones-, se lanzó a pie con sus hijitos por la travesía de Valle Fértil a San Juan. En el camino consumieron las provisiones; el charqui y el patay, algunos higos y, lo más grave, el agua. Agotaron las reservas de tunas, cuya carne jugosa engaña la sed; mordieron en vano raíces amargas y la misma tierra. Las fuerzas la abandonaron traspuesta ya la mayor parte del camino, cuando el espejismo dibujaba en la superficie de reseca arena las copas de las primeras alamedas de Caucete. Bajo el sol abrasador encontraron su cadáver; protegía a los pequeños, muertos también con ella, prendidos de sus últimos frescores: sus pechos, su lengua seca". 

Por fuera de este trabajo antropológico, se ubican también varios relatos más acerca de la suerte que corrió el hijo de Deolinda. Uno de ellos es el relato que ofreció Ramona Oliva de Maldonado, quien era propietaria del terreno donde se afirmaba que estaba enterrado los restos de Deolinda Correa, marca un destino trágico para ambos. Cuando el Gobierno de la provincia expropió esa tierra para administrar el paraje hacía la década de 1960, ella retrata que en dicha tumba se encontraba también los huesos de un niño, posiblemente de su hijo. Sin embargo, esta versión de la historia fue poco difundida y nunca acreditada.

El milagro del niño que se alimenta de su madre muerta 

El encuentro del hijo vivo mamando de los pechos de la madre muerta no sólo es el primer milagro en la leyenda de la Difunta Correa, sino que distingue los rasgos de su santidad como intercesora y ejemplo para el creyente a partir de lo nutricio como elemento esencial. Los agradecimientos de sus creyentes atribuidos a la Difunta Correa testimonian de una u otra manera su primer milagro.

En este sentido, el trabajo de Carina Zubillaga, ella en su artículo "El milagro del niño que se alimenta de su madre muerta: de una vida medieval de Santa María Magdalena a la leyenda argentina de la Difunta Correa” indica que esa situación adquiere una configuración destacada como episodio añadido probablemente en el siglo XII a la historia evangélica de Santa María Magdalena.

Según esta leyenda, luego de la resurrección de Jesús, María Magdalena viaja hasta las costas de Marsella junto con Marta, Lázaro y San Maximiano para pasar el resto de su vida como ermitaña en una caverna del monte de Sainte-Baume, y entre los milagros se destaca que realiza la salvación de este niño de una muerte segura debido al fallecimiento de su madre.

En el siglo XIV, entre otros numerosos relatos medievales que recogen los milagros de la santa, el de San Lorenzo de El Escorial se inicia con una vida de María Magdalena en la que este milagro resulta central, además de asumir una manifestación verdaderamente impactante y ejemplar.

Este paralelismo de seguir dando vida después de la muerte es lo le da un sentido trascendental y milagroso a la figura de madre de Deolinda Correa. Desde entonces su figura se asocia con el poder de curar enfermedades, de protección de las madres y su lactancia, así como de ganados y cosechas. Además, se reconoce a la Difunta Correa como patrona de arrieros y de viajeros.
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