La historia del hombre que "hizo llover" en San Juan

San Juan
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Hace casi un siglo atrás, en pleno auge del electromagnetismo, un ingeniero se propuso la idea de provocar lluvias. Su nombre era Juan Baigorri Velar y aseguraba haber inventado una máquina que hacía llover. Entre sus cuestionados logros se cuenta haber detenido una sequía de ocho años en San Juan. 






Juan Baigorri Velar fue un ingeniero, oriundo de Entre Ríos, decía que podía hacer llover donde sea y cuando sea. Este enigmático personaje, para algunos un farsante y para otros un genio, fabricó un dispositivo que según él producía congestiones atmosféricas y lluvia, las generó en distintas partes del país. Entre sus discutidos logros se cuenta haber detenido una sequía de ocho años en San Juan.

Hacia finales de diciembre de 1938, para ese entonces el hombre tenía 47 años, se presentó ante la opinión pública con su original invento. A simple vista, el aparato para hacer llover era una valija de madera con perillas, un par de antenas y cables.

“En 1926, mientras trabajaba en Bolivia en la búsqueda de minerales utilizando un aparato de mi invención, noté algo curioso. Cuando conectaba el mecanismo y éste se ponía en funcionamiento, se producían lluvias ligeras que me impedían trabajar. Me llamó la atención el fenómeno y consideré que esas pequeñas lluvias podrían ser originadas por la congestión electromagnética que la irradiación de mi máquina producía en la atmósfera”, explicaba Baigorri a los periodistas del diario Crítica cuando le preguntaron sobre la génesis de su creación.

Según el mismo inventor realizó numerosos estudios con el objetivo de perfeccionar el dispositivo que a su entender provocaba las precipitaciones. “Modifiqué la constitución y potencia del mecanismo, combiné metales radioactivos y reforcé el poder de las sustancias químicas”, comentaba el inventor y los posteriores 12 años recorrió de incógnito la frontera uruguayo-brasileña y buena parte de Argentina, donde decía Baigorri que los lugareños atribuían a la naturaleza las lluvias que él provocaba con su artefacto.

Rápidamente la fama del ingeniero se extendió y comenzó a recibir llamados de varios lugares reclamando sus servicios. Pero luego una serie de fracasos, generó su desaparición hasta que en 1951 durante el gobierno de Juan Domingo Perón, fue nombrado asesor en el Ministerio de Asuntos Técnicos.

Su primera misión era resolver la sequía en San Juan que afectaba profundamente al departamento Caucete en aquellos años. Su llegada a San Juan se dio en enero de 1952 y, según relata el diario Crítica, no fue anunciada, es más, para muchos fue casi una gestión de incognito.

En este lugar desde hacía 8 años que no llovía, hecho que generaba alarmas. La crisis hídrica por este fenómeno climatológico inclusive afectó también a las nevadas de la cordillera. Esto ya preocupaba a los pobladores que comenzaba a afectar al consumo humano, más allá de afectar seriamente las cosechas.

Según se relata en las crónicas periodísticas, Baigorri Velar logró que lloviera en Caucete en tres oportunidades y las precipitaciones alcanzaron los 30 milímetros. Además, relataron los medios locales en su momento, que logró detener al mismísimo viento Zonda.

“Tuve que trabajar con suma cautela”, dijo en una publicación sobre su trabajo en tierras sanjuaninas. “Mis aparatos constan de dos circuitos: el ‘A’ provoca tornados y ciclones; el ‘B’, lluvia intermitente. Al llegar a Caucete la sorpresa fue muy grande: la iglesia y el hotel Derby estaban apuntalados. Todavía conservaba la ciudad tristes muestras del terremoto de 1944. Trabajé con circuito B, pero lo más importante es que esa temporada por primera vez el viento Zonda no sopló".

Lo que pareció algo imposible para muchos ocurrió en la provincia, como en otras partes del país. Lo cierto es que lo que Baigorri Velar sostenía que era un logro del avance de la ciencia, para los vecinos de Caucete el suceso fue "un milagro".




Un secreto que lo condenó al ostracismo  

Paradójicamente, el celo con el que el “llovedor”, como así llamó a su invento, guardó su secreto lo condenó al ostracismo. Se cuenta que cada vez que alguien volvió a preguntarle acerca del tema, contestaba que había destruido los planos y que no patentaría el artefacto porque para eso era menester describir su funcionamiento.

También afirmó que sólo él podía manipular el aparato. Incluso advirtió que, como Pandora, si se abría la caja, ella podría desencadenar tempestades por la mezcla de las sustancias radioactivas.

Al final, decepcionado por lo que él sintió como una incomprensión oficial, Juan Baigorri Velar archivó definitivamente su máquina y no volvió a hacer demostraciones públicas. Olvidado, el inventor falleció en 1972, y nunca se encontró su aparato ni los planos del mismo.


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