La versión argentina de Netflix
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Emprendedores locales crearon una plataforma de streaming para empresas de servicios.
Es el Netflix argentino. Qubit fue creada en 2010, cuando el streaming era una cosa de visionarios en la Argentina. Por entonces, el ahora gigante proveedor de películas y series a demanda se instalaba en los Estados Unidos y sentenciaba a muerte a la cadena de videoclubes Blockbuster, que se declaró en quiebra ese mismo año. Aquí, las conexiones de banda ancha crecían, mientras Cuevana, el sitio creado en 2009 por Tomás Escobar, comenzaba a revolucionar el consumo de productos audiovisuales en el living de los hogares.
En el marco de esta expansión, Mariano Primavera cofundó QubitTv con Luis Pérez Endara, que tiempo después le vendió su parte. La fórmula fue clave para la creación de la plataforma. Cada uno puso su parte: Primavera, ingeniero electrónico, llegó a la empresa propia con una década de trayectoria en firmas de tecnología, como Huawei; Pérez Endara se dedicaba a la distribución de videos, lo que les permitió negociar las licencias de contenidos para su proyecto.
Por el contrario, confiaban en crear un servicio cuya experiencia fuera superadora de los sitios online que vulneraban los derechos de autor y que además fuera preferible a "la manta de la esquina", dice Primavera. Los socios apostaron a que el pago sería justificado si brindaban un diferencial, sin que se cortara la película en el final y sin que los espectadores tuvieran que descifrar imágenes pixeladas.
En 2011, Netflix llegó a la Argentina, con un abono mensual de $39, como parte de un plan de expansión a 43 países de América latina y el Caribe. La estrategia para competir fue, por el contrario, no competir. Qubit buscó subirse al negocio promisorio a través de otras empresas y, así, no depender de las suscripciones. "Adquirirlos nos resultaba muy caro", explica Primavera. Por eso, y ya bajo el ala de un inversor de peso, la start up aceitó su comercialización, y comenzó a ofrecer un servicio "de marca blanca". La nueva modalidad B2B (business to business) les facilitó el acceso a clientes que ya tenían una masa de usuarios. Y qué mejor para ese objetivo que subrise al negocio de la telefonía móvil.
Personal fue (y es) uno de los grandes que apuntaló a Qubit, tanto en la Argentina como en otros países de la región. La operadora de Telecom adoptó la plataforma como base de su aplicación de contenidos audiovisuales. Personal Play, que se incluye en los aparatos que vende la compañía, se sirve del catálogo de Qubit. Los clientes Black de la compañía, por ejemplo, pueden suscribirse al servicio por unos $15, ingresos que se dividen entre Qubit y la operadora, aclara el emprendedor. Así, el crecimiento del negocio ajeno se convirtió en un beneficio propio.
La plataforma de contenidos licenciados puede adaptarse a distintos formatos. Pero el potencial se relaciona, sobre todo, con los smartphones. "El consumo de videos en móviles está creciendo y es un mercado mucho más grande que el de abonados de la TV paga", señala el cofundador de Qubit, donde también pueden alquilarse las películas durante 48 horas, en HD.
Desde los celulares, el servicio alcanza a un segmento de mercado masivo en la base de la pirámide que queda fuera del target de Netflix. La llegada a ese público se convirtió en una mayor oportunidad a medida que los planes de abono y prepagos se adaptaron con tarifas de datos accesibles a todos los segmentos.
Otra de las metas es expandir esta "ventana VOD" (de video on demand) a Ecuador, Panamá, Costa Rica y Chile. Y ganar, en este paso a paso, un peso propio como marca. "Lo que nos da valor es que los usuarios sean de Qubit", dice el empresario, que ya empezó a sellar acuerdos que usan su nombre en lugar de operar entre bambalinas, como marca blanca.
Los planes de la compañía, a futuro, también apuntan a impulsar la producción propia, con apoyo financiero a series y contenidos infantiles.
Fuente: La Nación.-
Es el Netflix argentino. Qubit fue creada en 2010, cuando el streaming era una cosa de visionarios en la Argentina. Por entonces, el ahora gigante proveedor de películas y series a demanda se instalaba en los Estados Unidos y sentenciaba a muerte a la cadena de videoclubes Blockbuster, que se declaró en quiebra ese mismo año. Aquí, las conexiones de banda ancha crecían, mientras Cuevana, el sitio creado en 2009 por Tomás Escobar, comenzaba a revolucionar el consumo de productos audiovisuales en el living de los hogares.
En el marco de esta expansión, Mariano Primavera cofundó QubitTv con Luis Pérez Endara, que tiempo después le vendió su parte. La fórmula fue clave para la creación de la plataforma. Cada uno puso su parte: Primavera, ingeniero electrónico, llegó a la empresa propia con una década de trayectoria en firmas de tecnología, como Huawei; Pérez Endara se dedicaba a la distribución de videos, lo que les permitió negociar las licencias de contenidos para su proyecto.
No había aún una cultura de pago por servicios de streaming online, pero no podían construir una empresa sobre una base de piratería.
Por el contrario, confiaban en crear un servicio cuya experiencia fuera superadora de los sitios online que vulneraban los derechos de autor y que además fuera preferible a "la manta de la esquina", dice Primavera. Los socios apostaron a que el pago sería justificado si brindaban un diferencial, sin que se cortara la película en el final y sin que los espectadores tuvieran que descifrar imágenes pixeladas.
En 2011, Netflix llegó a la Argentina, con un abono mensual de $39, como parte de un plan de expansión a 43 países de América latina y el Caribe. La estrategia para competir fue, por el contrario, no competir. Qubit buscó subirse al negocio promisorio a través de otras empresas y, así, no depender de las suscripciones. "Adquirirlos nos resultaba muy caro", explica Primavera. Por eso, y ya bajo el ala de un inversor de peso, la start up aceitó su comercialización, y comenzó a ofrecer un servicio "de marca blanca". La nueva modalidad B2B (business to business) les facilitó el acceso a clientes que ya tenían una masa de usuarios. Y qué mejor para ese objetivo que subrise al negocio de la telefonía móvil.
Personal fue (y es) uno de los grandes que apuntaló a Qubit, tanto en la Argentina como en otros países de la región. La operadora de Telecom adoptó la plataforma como base de su aplicación de contenidos audiovisuales. Personal Play, que se incluye en los aparatos que vende la compañía, se sirve del catálogo de Qubit. Los clientes Black de la compañía, por ejemplo, pueden suscribirse al servicio por unos $15, ingresos que se dividen entre Qubit y la operadora, aclara el emprendedor. Así, el crecimiento del negocio ajeno se convirtió en un beneficio propio.
El mismo modelo se aplica en Colombia, donde ya se instaló una oficina y se lograron acuerdos con dos operadoras de telefonía móvil.
La plataforma de contenidos licenciados puede adaptarse a distintos formatos. Pero el potencial se relaciona, sobre todo, con los smartphones. "El consumo de videos en móviles está creciendo y es un mercado mucho más grande que el de abonados de la TV paga", señala el cofundador de Qubit, donde también pueden alquilarse las películas durante 48 horas, en HD.
Desde los celulares, el servicio alcanza a un segmento de mercado masivo en la base de la pirámide que queda fuera del target de Netflix. La llegada a ese público se convirtió en una mayor oportunidad a medida que los planes de abono y prepagos se adaptaron con tarifas de datos accesibles a todos los segmentos.
Qubit cuenta con alrededor de un millón de usuarios pagos y un catálogo de 1700 películas, que proyecta llevar a 5000 hacia fin de año.
Otra de las metas es expandir esta "ventana VOD" (de video on demand) a Ecuador, Panamá, Costa Rica y Chile. Y ganar, en este paso a paso, un peso propio como marca. "Lo que nos da valor es que los usuarios sean de Qubit", dice el empresario, que ya empezó a sellar acuerdos que usan su nombre en lugar de operar entre bambalinas, como marca blanca.
Los planes de la compañía, a futuro, también apuntan a impulsar la producción propia, con apoyo financiero a series y contenidos infantiles.
Fuente: La Nación.-
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