Su jugada resultó ganadora en el Quini 6, con los números 7, 10, 16, 23, 28 y 33, llevándose así la cifra de $250.000.000.
Una historia de TERROR y MISTERIO en Media Agua: “El BEBÉ de la LETRINA”
Anotación 2020-08-22 113608
Todo sanjuanino sabe de estas historias, porque las vivió o se las contaron. San Juan es uno de los puntos rojo del mundo, junto con Capilla del Monte o el Puente del Inca; y aunque estemos en constante contacto con estas narraciones sobrenaturales aún se nos eriza la piel cuando escuchamos esta clase de relatos.
Corría la primavera del año 99 y en Media Agua, Sarmiento la tranquilidad de pueblo contrastaba con los relatos de sus pobladores. En ese tiempo estaban en auge las historias de fantasmas. No se sabe bien si por algún asunto pendiente de un alma en pena, alguna picardía de algún espectro o alguna broma pesada de un lugareño, pero era muy común por esa zona escuchar risas tenebrosas, sombras que pasaban rápido de árbol en árbol o ver algún ser fantasmagórico con forma de humano.
Es así como Sebastián Zabaleta y su familia, que en ese momento tenía 6 años, comenzó a vivir experiencias extrañas.
En el Sarmiento (precisamente en el Distrito Colonia Fiscal Ruta 40, kilómetro 115) de esa época no habían baños como los de ahora, habían letrinas, que eran pozos donde la gente hacía sus necesidades. Generalmente estaban alejadas para que los olores de los residuos no llegaran a las casas.
Se acercaba el atardecer en la finca de los Montilla, donde su familia vivía y trabajaba, y Sebastián recuerda estar caminando hacia el baño, cuando entró a la letrina escuchó llorar a un bebé. “Imaginate que la letrina tenía 4 palos con caña y barro a la vuelta, con un techito arriba y una puerta de chapa”, el escuchó al bebé atrás de la puerta, primero pensó que se trataba de un primito que estaba afuera esperándolo, inmediatamente salió y no había nada. Empezó a caminar y a sus espaldas escuchó el llanto nuevamente. “No te podés imaginar la velocidad con la que corrí hasta mi casa”, afirmó Sebastián. “Les conté a mis tíos, a mi mamá y papá obvio que nadie me creyó”, continuó.
Pero en la semana siguiente todos empezaron a escuchar lo mismo y comenzó la preocupación.
Lugar exacto donde se encontraba la letrina
Pasaron unos días, y llegó el cumpleaños de su tía. “Éramos como 40 personas. Estábamos todos juntos, primos, tíos, abuelos, hermanos, esas juntadas de antes con mucha gente y niños gritando”. Cuenta Sebastián que los niños empezaron a jugar a la escondidita, “estaba contando mi primo y de la desesperación por ganar me fui lejos y me escondí atrás de un árbol cerca de la letrina. “Me dio una sensación de que me estaban viendo, me estaba por dar vuelta y escuche el llanto maldito de nuevo, como si estuviera atrás mío. En ese momento me paralicé, estaba agarrado del árbol en cuclillas y no podía moverme”, asegura el sarmientino. “Lloró de nuevo y reaccioné, pude correr hacia donde estaban los grandes y les conté lo que había pasado entre lágrimas”, recuerda.
“Mis tíos salieron con la linterna y yo me fui a la última pieza de la casa a seguir llorando”. Sebastián contó que sus tíos alumbraron la letrina y una sombra pequeña y fugaz atravesó la luz, de repente escucharon llantos fuertes. “El cumpleaños terminó ahí, estábamos muy asustados”.
“A los días cayó mi tía con el cura del pueblo, nos dijo que ese bebé era el Diablo, que estaba tentando a alguna madre para que vaya a ver qué es y así poder llevársela”, contó. El cura, después de unas bendiciones, se fue. A pesar de esto, siguieron escuchando al bebé, hasta que una vieja amiga de la abuela de Sebastián llegó al lugar, “esta señora le dijo a mi abuela que ese bebé era un alma perdida, que tenían que prenderle una vela acompañada de un niño, ¿y quién fue el niño? Yo”, contó afligido Sebastián. “¡Me quería morir cuando me llevaban del brazo para allá!”, aseguró.
Finalmente, prendieron la vela, dijeron unos rezos y santo remedio. “Nunca más escuchamos el llanto” testificó Sebastián. Creer o reventar.
Sin embargo, desde ese momento, Sebastián afirma que le empezaron a pasar muchos hechos paranormales, tanto ahí en Media Agua como en el Centro de San Juan, donde vivió unos años.
Corría la primavera del año 99 y en Media Agua, Sarmiento la tranquilidad de pueblo contrastaba con los relatos de sus pobladores. En ese tiempo estaban en auge las historias de fantasmas. No se sabe bien si por algún asunto pendiente de un alma en pena, alguna picardía de algún espectro o alguna broma pesada de un lugareño, pero era muy común por esa zona escuchar risas tenebrosas, sombras que pasaban rápido de árbol en árbol o ver algún ser fantasmagórico con forma de humano.
Es así como Sebastián Zabaleta y su familia, que en ese momento tenía 6 años, comenzó a vivir experiencias extrañas.
En el Sarmiento (precisamente en el Distrito Colonia Fiscal Ruta 40, kilómetro 115) de esa época no habían baños como los de ahora, habían letrinas, que eran pozos donde la gente hacía sus necesidades. Generalmente estaban alejadas para que los olores de los residuos no llegaran a las casas.
Se acercaba el atardecer en la finca de los Montilla, donde su familia vivía y trabajaba, y Sebastián recuerda estar caminando hacia el baño, cuando entró a la letrina escuchó llorar a un bebé. “Imaginate que la letrina tenía 4 palos con caña y barro a la vuelta, con un techito arriba y una puerta de chapa”, el escuchó al bebé atrás de la puerta, primero pensó que se trataba de un primito que estaba afuera esperándolo, inmediatamente salió y no había nada. Empezó a caminar y a sus espaldas escuchó el llanto nuevamente. “No te podés imaginar la velocidad con la que corrí hasta mi casa”, afirmó Sebastián. “Les conté a mis tíos, a mi mamá y papá obvio que nadie me creyó”, continuó.
Pero en la semana siguiente todos empezaron a escuchar lo mismo y comenzó la preocupación.
Lugar exacto donde se encontraba la letrina
Pasaron unos días, y llegó el cumpleaños de su tía. “Éramos como 40 personas. Estábamos todos juntos, primos, tíos, abuelos, hermanos, esas juntadas de antes con mucha gente y niños gritando”. Cuenta Sebastián que los niños empezaron a jugar a la escondidita, “estaba contando mi primo y de la desesperación por ganar me fui lejos y me escondí atrás de un árbol cerca de la letrina. “Me dio una sensación de que me estaban viendo, me estaba por dar vuelta y escuche el llanto maldito de nuevo, como si estuviera atrás mío. En ese momento me paralicé, estaba agarrado del árbol en cuclillas y no podía moverme”, asegura el sarmientino. “Lloró de nuevo y reaccioné, pude correr hacia donde estaban los grandes y les conté lo que había pasado entre lágrimas”, recuerda.
“Mis tíos salieron con la linterna y yo me fui a la última pieza de la casa a seguir llorando”. Sebastián contó que sus tíos alumbraron la letrina y una sombra pequeña y fugaz atravesó la luz, de repente escucharon llantos fuertes. “El cumpleaños terminó ahí, estábamos muy asustados”.
“A los días cayó mi tía con el cura del pueblo, nos dijo que ese bebé era el Diablo, que estaba tentando a alguna madre para que vaya a ver qué es y así poder llevársela”, contó. El cura, después de unas bendiciones, se fue. A pesar de esto, siguieron escuchando al bebé, hasta que una vieja amiga de la abuela de Sebastián llegó al lugar, “esta señora le dijo a mi abuela que ese bebé era un alma perdida, que tenían que prenderle una vela acompañada de un niño, ¿y quién fue el niño? Yo”, contó afligido Sebastián. “¡Me quería morir cuando me llevaban del brazo para allá!”, aseguró.
Finalmente, prendieron la vela, dijeron unos rezos y santo remedio. “Nunca más escuchamos el llanto” testificó Sebastián. Creer o reventar.
Sin embargo, desde ese momento, Sebastián afirma que le empezaron a pasar muchos hechos paranormales, tanto ahí en Media Agua como en el Centro de San Juan, donde vivió unos años.
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