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Capoeira en San Juan: El encantador arte marcial de las "esquivas"
San JuanEn ese preciso momento, comienza el juego. Los esclavos africanos trabajaron en Brasil, cosecharon caña de azúcar y sufrieron las torturas de sus patrones, portugueses, sobre todo. Pero cuando nadie prestaba atención, jugaban para liberarse.
Bajo la sombra de una espada de metal europeo, estos esclavos trajeron de Angola arcos de madera flexible y alambre, con una “cabaza” (calabaza) por el medio. Con una piedrita lisa, tensaron y aflojaron el alambre, mientras con una varilla de madera producían el sonido. Berimbau, sí, el instrumento principal de la Capoeira.
Una “roda” (ronda), y el juego en el centro. Un paso adelante, y las manos se entrecruzan debajo de la banda. Cuando el berimbau lo indica, el arte de acrobacias y “esquivas” (defensas) comienza. “Ginga, ginga, ginga”, empieza el movimiento. Parece que los cuerpos logran una conexión perfecta: Una “meia lúa de frente” parece un filo por encima de la cabeza del “camarada”, que con gracia se agacha en una “esquiva de costa”; aunque no alcanza a defenderse y sus piernas vuelan por encima del compañero sin dar respiro, que recibe el movimiento parado ¡sobre su cabeza! en un perfecto equilibrio. Pero esto sigue…Y los camaradas entran y salen.
No hay “golpes” con las manos. Los esclavos afro brasileros, las tenían atadas… Para ellos, repito, jugar también era sobrevivir. Entre el placer de las acrobacias y la música, se escondía el entrenamiento físico que los liberaría: Simulaban el “juego” para fortalecer su cuerpo y escapar, ser libres. La Capoeira, es esclavitud y es libertad, es juego y es lucha. Es fuerza y flexibilidad. Astucia y “camaradería”.
Solo tenían sus piernas libres, los brazos, solo para protegerse. El Berimbau tocaba “toing toing”, y todo era normal. Si cambiaba de ritmo, solo ellos lo sabían, se acercaban a buscarlos.
Los cantos siguen. La humedad y el calor de aquel Brasil pueden sentirse en los pies, saltos, sudor y adrenalina de cada uno de los jugadores. Estamos en un salón, y en el año 2014, pero la energía nos lleva…Y si estamos en la calle, lo mismo. Además, somos descalzos, no queremos tapar con ningún plástico la sensación de los pies sobre el mundo. La conexión.
Cuando vi la Capoeira por primera vez, sentí que necesitaba hacerlo. El cuerpo me lo pedía. Supe que no solo había una actividad física increíble, sino una historia para revivir. Y un presente para construir.
Con suerte, pasó un tiempo y una camarada formó una escuela en San Juan, representante de Brasil. Entendí que además de un canal que me liberaba de tensiones, era un compromiso y una disciplina. Ahora entiendo como una actividad física, un arte marcial, puede convertirse hasta en una filosofía de vida. Me divierto, me canso, me río, me entreno. En fin, siento. “Juego”, para liberarme.
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