River campeón de América

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Otro hito del equipo de Gallardo para recuperar la grandeza: un 3-0 a Tigres le dio el título, el más importante en un período de 18 meses que reposicionó al club en el alto nivel local e internacional. El desafío continuará con el Mundial de Clubes.




 



 

Un ciclo inolvidable, dieciocho meses de alegrías en continuado, con mojones que serán enmarcados para la posteridad. Una noche mágica, de festejos y llantos, de alegría bajo la lluvia. River volvió a ser River también en la Copa Libertadores, como hace unos meses lo fue en la Copa Sudamericana. Una conquista que terminó con un círculo de 19 años de frustraciones. Una recompensa para nombres que se multiplicaron en el proceso y supieron imponerse a la adversidad. El premio para los de adentro, conducidos por un técnico que llegó para revolucionar a los de afuera, porque es un conocedor del ADN futbolístico del club en el que se forjó como futbolista. Recompensa para los jugadores, que recuperaron el prestigio olvidado de la institución; para el hincha, que batió récords de recaudaciones.

Reinventarse, después de un año a puro festejo, era la premisa para la nueva aventura. La continuidad de las vueltas olímpicas del torneo Final 2014 y la Superfinal, en los días de Ramón Díaz, o de los éxitos con la obtención de la Copa Sudamericana y Recopa Sudamericana, trofeos que no figuraban en las nutridas vitrinas del Monumental, era una prueba exigente que River superó, aunque para llegar a la meta debió derribar obstáculos geográficos, climáticos, logísticos... Cambió la fórmula para encarar el desafío, porque así como cuando asumió Gallardo el plantel se desmembró con algunas partidas, la política inicial para conquistar la Copa Libertadores fue consolidar el grupo.
River volvió a ser River también en la Copa Libertadores, como hace unos meses lo fue en la Copa Sudamericana.

La fijación por levantar el máximo trofeo continental de clubes ocupaba la mayor parte de los pensamientos de Gallardo. Él, que fue partícipe de la conquista de 1996, deseaba repetir la experiencia y ser el primero en besar la Copa como jugador y técnico en la historia del club. El arranque con derrota en la altura de Oruro no golpeó tanto como la seguidilla de empates frente a Tigres y Juan Aurich, resultados que dejaron tambaleante el sueño. Hoy, aquella angustiante clasificación como segundo del Grupo 6 es una anécdota que provoca una sonrisa, más cuando la hoja de ruta le puso en el camino a Boca -una final sin corona- y Cruzeiro, de manera consecutiva, para llegar a las semifinales, que se jugaron tras la disputa de la Copa América de Chile.

Cuatro partidos separaban entonces a River de la gloria, aunque había que volver a ensamblar las piezas: se fueron Teo Gutiérrez,Ariel Rojas, Germán Pezzella y Bruno Urribarri y el entrenador dejó fuera de la lista a Pablo Aimar, a quien esperó para que se recuperara de ese tobillo que tanto daño físico y mental le provocaba al cordobés, que no estaba al nivel de lo que el certamen demandaba.

Pero faltaba el paso más importante, el que coronaba la tarea o dejaba el trabajo inconcluso. El que remarcó el estilo, de presión y esfuerzo como estandartes de una campaña desgastante. Barovero, Maidana, Ponzio, Sánchez, Kranevitter, Funes Mori... le dieron identidad al plan, mientras que Alario, en cuatro partidos, fue héroe con goles y sacrificio para el grito de campeón.
Tan cerca y al alcance de la mano estaba el trofeo que River provocó los regresos de Saviola y Lucho González, mientras que el ojo clínico del Muñeco le apuntó a Bertolo, el uruguayo Viudez y Alario.

Los recuerdos de las finales de 1986 y 1996, con los goles de Funes y Crespo; la Copa en las manos de los capitanes Tolo Gallego y Enzo Francescoli; los brazos en alto y el look desfachatado del Bambino Veira y la mirada y sonrisa cómplice de Ramón Díaz, los conductores de las dos formaciones que desterraron las tristes experiencias de 1966 y 1976, cuando Peñarol y Cruzeiro clavaron puñales y abrieron heridas que demoraron en cerrar, se proyectan como una película en blanco y negro. Entre tanta felicidad multiplicada también se filtro la foto más oscura de la rica historia millonaria, la de junio de 2011, fecha en que el descenso mancilló a una institución por entonces desgobernada.

River festeja y proyecta, porque el martes jugará la Suruga Bank y en diciembre el Mundial de Clubes, con Barcelona como gran atracción. Pero esos son desafíos a futuro, ahora es tiempo de festejar, porque River vuelve a ser River.

 

Fuente: La Nación.-
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