Chile, Malvinas y las heridas que no cierran

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Pese al sentimiento generalizado de solidaridad hacia Chile por el temporal, muchos sanjuaninos manifestaron sentimientos de rencor por “la traición de Malvinas”. El nacionalismo autodestructivo y el largo camino que falta para la integración regional.






 

Por Graciela Marcet

Desde hace casi una semana, Chile atraviesa una de las situaciones más dramáticas de los últimos años. El fuerte temporal que azotó al norte de ese país, el mayor de los últimos 80 años, dejó un escenario crítico, en el que las fuerzas de rescate ya contabilizaron 10 muertos, 19 personas desaparecidas y más de 2000 refugiados. Tierra Amarilla, Diego de Almagro y Alto del Carmen fueron las zonas más afectadas por las intensas lluvias que provocaron la crecida de los ríos y dejaron a comunas enteras bajo el agua.

Ante el estado de alerta sanitaria, la solidaridad chilena se movilizó rápidamente para ayudar a los damnificados, entre los que se registraban 38.500 usuarios sin luz y 48.500 sin agua potable. El impacto se sintió del otro lado de la Cordillera, con miles de argentinos que manifestaron su apoyo al vulnerado pueblo chileno. Mientras el gobierno nacional se puso a disposición de las autoridades trasandinas, muchos se preocuparon por enviar ayuda material y otros expresaron su empatía en las redes sociales.

Sin embargo, no tardaron en aparecer las manifestaciones de odio y rencor hacia el país vecino. “Todo vuelve”, “que los ayude Margaret Thatcher” y “traidores” fueron algunas de las repudiables expresiones que hicieron explotar el debate. Porque más allá de la repercusión que tuvo el tema en otras zonas del país, es en las provincias limítrofes en donde, para bien o para mal, el sufrimiento del pueblo chileno se vive con mayor intensidad. Y es a causa de esa gran cercanía, geográfica y cultural, que hoy queremos reflexionar sobre la permanencia de resentimientos que alimentan la historia de amor-odio entre ambas naciones.


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Tanto para quienes vivieron la difícil época de la guerra de Malvinas como para quienes hoy leen o escuchan los relatos sobre la alianza de Chile con el Reino Unido, la decisión estratégica de informar a los británicos sobre los movimientos argentinos en el Atlántico Sur, aún resulta difícil de digerir. El resentimiento es seguramente entendible si se contempla el enorme dolor que provocó el desenlace que tuvieron cientos de adolescentes que marcharon hacia una muerte segura, precipitando el final de la dictadura más sangrienta de la Argentina. Pero precisamente es este contexto el que suele olvidarse al recordar la historia. El de dos países manejados por fuerzas militares capaces de explotar cualquier recurso, humano y material, para asegurar su continuidad en el poder. Y el de una alianza chileno-británica favorecida indirectamente por el propio gobierno argentino, que años atrás había amenazado con invadir Chile por el conflicto del canal de Beagle.

Recordar la historia de decisiones desafortunadas no tiene la intención de señalar quién fue el primero en tirar la piedra. El ejercicio de hacer memoria se debe a la obligación de analizar la historia de manera completa para entender nuestros propios fracasos y contradicciones y el trabajo que debemos hacer para hermanar a pueblos que sufren por las heridas de otros tiempos.

Es cierto que tanto el Proceso en Argentina como el pinochetismo en Chile no fueron fenómenos aislados sino que surgieron de un caldo de cultivo favorable al autoritarismo más extremo. Pero también es cierto que no siempre los pueblos son responsables por las decisiones de sus gobernantes, especialmente cuando esas estrategias buscan borrar a fuerza de balas las premisas de unión e independencia por las que lucharon los grandes próceres latinoamericanos. Pero aún cuando hubiera sectores que de uno y otro lado respalden ese nacionalismo ciego, no es justificable echar leña al fuego que consume a un país en riesgo. Porque es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, tanto en nuestras costumbres y tradiciones como en nuestras posibilidades políticas y económicas para lograr un crecimiento regional, el único posible en países en crecimiento.

En este sentido, rescatamos el énfasis puesto por el gobierno provincial y nacional para acercarnos tanto a Chile como a otros países del MERCOSUR. Cualquier sanjuanino puede hablar de la importancia que hoy tiene en la agenda pública el proyecto de integración, con el túnel de Agua Negra como símbolo del esfuerzo por estrechar lazos a nivel comercial, turístico y social. Creemos que ese trabajo, que comenzó hace décadas y hoy comienza a ver sus primeros frutos, debe sostenerse en el tiempo. Pero también pensamos que los proyectos viales y turísticos son solo una parte de la integración, que debe partir de una comprensión cabal de su verdadero significado. Y es justamente en San Juan donde no podemos postergar la necesidad de tener una educación que profundice en la íntima relación que une a ambos pueblos, ligados desde la etapa precolombina y las gestas por la Independencia hasta los desafíos que se nos imponen en la actualidad.


Comentarios vía redes sociales en la publicación de la del temporal de Chile en un medio local.
Comentarios vía redes sociales en la publicación de la del temporal de Chile en un medio local.

 

Esas debilidades que aún tenemos como naciones nos llevan a apoyar los avances que se han logrado pero también a reparar en las críticas de Pepe Mujica en relación a una verdadera política de unión. “En cuanto tienen el viento de cola, Argentina y Brasil se olvidan de la integración” aseguró el expresidente uruguayo antes de finalizar su mandato. Es el olvido de gobernantes y ciudadanos el que tanto daño nos hace y es la confusión popular a la que debemos atender para terminar con los sentimientos de rencor que nos dividen. Porque aunque muchos resten importancia a las agresiones xenófobas expresadas livianamente en diferentes círculos, es necesario reconocer que son síntomas del pensamiento de miles de argentinos, que prefieren explicar nuestras tragedias en base a un relato sesgado de traiciones unilaterales y odios irrecuperables.

La reivindicación del heroísmo de los Caídos en Malvinas no es precisamente la agresión a los hombres, mujeres y niños que sufren en Chile las pérdidas humanas y materiales ocasionadas por una catástrofe climática. El mejor homenaje a quienes dejaron su vida por la patria es comenzar a entender el verdadero significado de esa palabra, que no tiene que ver con un nacionalismo autodestructivo y beligerante sino con la unión de los pueblos en pos del desarrollo común. Porque como dijo el expresidente boliviano Carlos D. Mesa Gisbert, “no podrá lograrse una integración real entre las naciones de América Latina, sin un conocimiento profundo del otro, de su cultura y de su visión de mundo. Romper los prejuicios entre naciones, comprender nuestra historia y acercar nuestras culturas, conocerse en suma, es un camino inescapable hacia la integración”.
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