Sanjuanina celebró sus 80 años con un emotivo festejo sorpresa rodeada de su familia y amigos

La familia se reunió en secreto para homenajearla, y el encuentro se convirtió en uno de esos días que se atesoran para siempre.

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Teresa Naveda no tenía idea de lo que le esperaba ese mediodía de sábado. Creía que iba a almorzar con una de sus hijas, como cualquier otro fin de semana. Pero apenas cruzó el umbral de la casa, los aplausos, los abrazos y las lágrimas le dieron la bienvenida a una sorpresa que la dejó sin palabras: allí estaban todos. Hijos, hijas, nietos, bisnietos, nueras, yernos, amigos de toda la vida, todos los afectos reunidos en un solo abrazo para celebrar sus 80 años.

La casa se transformó en fiesta. Globos, flores, guirnaldas y una larga mesa familiar contaban que ese día era distinto. “No lo puedo creer”, repetía Teresa entre sonrisas y emoción, mientras uno por uno la rodeaban para abrazarla, besarla, agradecerle, mirarla con ternura. Algunos habían viajado desde lejos. Otros se habían tomado el día con semanas de anticipación. Nadie quiso faltar.

Hubo tiempo para todo: para reír, para llorar, para escuchar música de antes, para bailar rancheras y cumbias, para brindar. Uno de sus hijos, con la voz quebrada, levantó la copa y dijo algo que todos ya sabían pero que necesitaban oír en voz alta: “Mamá Teresa es el corazón de esta familia. Es quien nos enseñó lo que es el amor que no pide nada a cambio”.

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A lo largo de la tarde se contaron historias. Algunas ya conocidas, repetidas tantas veces en cada encuentro. Otras nuevas, que aparecieron como tesoros escondidos. Teresa escuchaba, miraba, se reía. Y cada tanto, volvía a agradecer. “No saben lo feliz que me hacen”, alcanzó a decir con los ojos llenos de lágrimas.

La comida fue abundante y casera. Como le gusta a ella. No faltó el pastel, ni los brindis improvisados, ni los nietos que le pidieron fotos para el recuerdo. “Este cumpleaños no lo voy a olvidar jamás”, decía mientras los más pequeños jugaban a su alrededor.

Al final, cuando el sol empezaba a bajar, alguien trajo una guitarra y la fiesta siguió, serena, como esas celebraciones que no hacen ruido pero que se quedan para siempre en el alma.

Teresa Naveda cumplió 80 años. Pero más que un número, lo que celebraron fue su vida. Una vida llena de esfuerzo, de cariño, de presencia. Una vida que, sin buscarlo, dejó una huella en todos los que alguna vez la abrazaron.

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