Sin diagnóstico: ¿Error médico o fuerzas sobrenaturales?
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La semana pasada Lucas Rivero, jugador de fútbol de Iglesia, se descompensó luego de un golpe que recibió en su pierna mientras se jugaba el clásico Pismanta – El Llano. Hugo Rivero, entrenador del Llano y padre del pibe, contó la experiencia vivida con su hijo e insinuó que se trató de un caso inexplicable médicamente. “Mi hijo actuó de una forma anormal, difícil de creer”, indicó.
La fusión entre un sistema de emergencia de salud que deja mucho que desear y las supersticiones de un padre.
“Mi hijo es defensor dos de Pismanta. En un momento que sale a defender una pelota, se entrevera con otro chico de mi equipo, tuvieron un encontronazo y él cae, aparentemente le alcanza a golpear un poco la pierna, y tiró muy fuerte la rodilla. Se lo saca en camilla hasta la orilla de la cancha. Él lloraba mucho de dolor, no se calmaba. Le decía que se calmara hasta que se descompensó de tal manera que asistió una camioneta de bomberos voluntarios y lo llevamos a Rodeo. Mientras nos encontramos en el camino con la ambulancia. Él empezó a convulsionar”.
Así lo relató Rivero, angustiado por la situación que vivió su familia. Lucas no dejó de convulsionar y en Rodeo le habrían aplicado varias dosis inyectables que no le hicieron efecto. Cuando recuperó el conocimiento quería volver al partido, pero debieron trasladarlo a Jáchal para mejor atención. “En Rodeo no hay capacidad para realizar un parto, va a haber para estos casos…”, expresó el padre del jugador.
Según contó, en el camino Lucas siguió convulsionando y le suministraron 9 dosis más de aquella inyección que parecía no surtir efecto. En Jáchal, de hecho, el médico que lo atendió se sorprendió por la cantidad de drogas que el chico recibió. “Lo podrían haber matado”, dijo, y sugirió que lo trasladaran a San Juan.
En el Hospital Rawson, Lucas no dejó de convulsionar y cuando recobró el conocimiento se encontraba extrañamente perdido, según contó su padre.
A pesar de que los médicos del Hospital Rawson realizaron una serie de estudios para conocer el diagnóstico, Hugo insiste con que no hay respuestas concretas. Su hijo llevaba días internado, convulsionando y sin ninguna explicación sobre su estado.
“Le volvieron a dar los ataques. Lo trasladaron a terapia intermedia y lo tuvieron que sedar. Dicen que no son síntomas de convulsiones. El neurocirujano dice que la tomografía está bien. Sangre, normal. Traumatólogo, no tiene nada. Permanece atado e inquieto”, indicó Rivero.
De este modo, el papá preocupado expresó cierta desconfianza, mezclada con la sensación de que algo inexplicable le sucede a su hijo.
“No tengo ningún diagnóstico tengo sobre mi hijo. Actuó de una forma no normal, de una forma anormal. Pasaron cosas raras, malas, anormales ¿Usted me entiende? Es difícil de creer”, concluyó.
La fusión entre un sistema de emergencia de salud que deja mucho que desear y las supersticiones de un padre.
“Mi hijo es defensor dos de Pismanta. En un momento que sale a defender una pelota, se entrevera con otro chico de mi equipo, tuvieron un encontronazo y él cae, aparentemente le alcanza a golpear un poco la pierna, y tiró muy fuerte la rodilla. Se lo saca en camilla hasta la orilla de la cancha. Él lloraba mucho de dolor, no se calmaba. Le decía que se calmara hasta que se descompensó de tal manera que asistió una camioneta de bomberos voluntarios y lo llevamos a Rodeo. Mientras nos encontramos en el camino con la ambulancia. Él empezó a convulsionar”.
Así lo relató Rivero, angustiado por la situación que vivió su familia. Lucas no dejó de convulsionar y en Rodeo le habrían aplicado varias dosis inyectables que no le hicieron efecto. Cuando recuperó el conocimiento quería volver al partido, pero debieron trasladarlo a Jáchal para mejor atención. “En Rodeo no hay capacidad para realizar un parto, va a haber para estos casos…”, expresó el padre del jugador.
Según contó, en el camino Lucas siguió convulsionando y le suministraron 9 dosis más de aquella inyección que parecía no surtir efecto. En Jáchal, de hecho, el médico que lo atendió se sorprendió por la cantidad de drogas que el chico recibió. “Lo podrían haber matado”, dijo, y sugirió que lo trasladaran a San Juan.
En el Hospital Rawson, Lucas no dejó de convulsionar y cuando recobró el conocimiento se encontraba extrañamente perdido, según contó su padre.
A pesar de que los médicos del Hospital Rawson realizaron una serie de estudios para conocer el diagnóstico, Hugo insiste con que no hay respuestas concretas. Su hijo llevaba días internado, convulsionando y sin ninguna explicación sobre su estado.
“Le volvieron a dar los ataques. Lo trasladaron a terapia intermedia y lo tuvieron que sedar. Dicen que no son síntomas de convulsiones. El neurocirujano dice que la tomografía está bien. Sangre, normal. Traumatólogo, no tiene nada. Permanece atado e inquieto”, indicó Rivero.
De este modo, el papá preocupado expresó cierta desconfianza, mezclada con la sensación de que algo inexplicable le sucede a su hijo.
“No tengo ningún diagnóstico tengo sobre mi hijo. Actuó de una forma no normal, de una forma anormal. Pasaron cosas raras, malas, anormales ¿Usted me entiende? Es difícil de creer”, concluyó.
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