Massa apuesta a vencer en el cierre de su campaña
DestacadosSergio Massa
El postulante del frente UNA apuesta desde hace meses a la difusión de propuestas de gobierno. Junto a su vice, Gustavo Sáenz, encontró en la música un recurso para hacer la pelea electoral más llevadera.
"Yo soy el principal obstáculo y la primera necesidad de Daniel Scioli. Pero también el principal obstáculo y la primera necesidad de Mauricio Macri."
El avión que en sólo 36 horas lo llevará en un tour frenético por Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy y La Rioja acaba de despegar y Sergio Massa ya definió su papel en la contienda electoral que se resolverá este domingo. Él es la razón por la que Scioli y Macri no consiguieron los votos para cantar victoria por anticipado. Y, por lo mismo, la salvaguardia para no ser derrotados.
¿Y la razón que mueve a Massa para este domingo? Paciencia. Esto es la crónica de un viaje de campaña que recién comienza. También, el relato de una gira musical.
"Vaaaaas a verme llegar, vas a oír mi canción, vas a entrar sin pedirme la llaveeee", grita y casi entona Sergio Massa al bajar del avión que lo deposita en la capital santiagueña, el viernes al mediodía. Es la canción "La llave", de Abel Pintos. Desde el asfalto de la pista, el que repite las estrofas -y él sí, canta- es Gustavo Sáenz, intendente electo de Salta, compañero de fórmula de Massa y de esta gira por el norte argentino.
Como el jugador de fútbol que se persigna al entrar a la cancha, en cada provincia, cada vez que suban o bajen de una trafic, del avión o del hotel donde den una conferencia de prensa, Massa y Sáenz cantarán las mismas estrofas. Y el salteño se encargará de improvisar un cierre distinto en cada ocasión, dedicado a Scioli, Cristina Kirchner o Macri.
El otro ritual del tigrense es el teléfono. Los teléfonos. Chatea con aliados, empresarios y rivales cuando el avión todavía carretea y empieza a recibir las respuestas antes de tocar pista. Durante el vuelo es el turno de los mails. Y de la agenda: sobre unas planillas, el tigrense agrega, resalta y cancela actos, reuniones y entrevistas como quien hace zapping. Pide mover entrevistas a sus voceros y hasta les da los nombres de los productores y periodistas por llamar.
Sólo Sáenz o el economista Aldo Pignanelli, el otro pasajero del avión, logran sacar a Massa del trance celular. Cuando lo consiguen, la charla se abre para los dos periodistas presentes. Y el primer tema es el de las fugas, los fugados y los "entornos".
"Odio los entornos, al tipo que cuando estoy de vacaciones se mete en la carpa de mi familia, porque sé que de ahí se va a la carpa de otro. Lo mismo que el tipo que me espera cuatro horas sólo para cruzarme en un ascensor, porque significa que no estuvo haciendo nada esas cuatro horas". "
En el aeropuerto santiagueño lo espera Pablo Mirolo, jefe comunal de La Banda, la segunda ciudad de la provincia. "¿Cuánto te daba la encuesta de Zuleta Puceiro antes de la elección?", pregunta Massa, que sabe de memoria la respuesta. "60 a 14", le contesta Mirolo. ¿Y a vos, Gustavo?", continúa. "25 puntos abajo", responde Sáenz.
Desde el asiento de acompañante de la trafic, el lugar que siempre ocupa para estar todo el tiempo en vidriera y fumar sus cigarros, Massa gira la cabeza y mira a los periodistas. "Candidatos jóvenes, con coraje y que le ganaron a las encuestas", describe a sus aliados. Y espera contagiarse de su suerte.
La Trafic deposita a Massa en la plaza Libertad, frente a la catedral santiagueña. Comienza la siesta y no hay más de 300 personas esperando, pero el cuerpo a cuerpo al que invita el tigrense convierte al grupo en una fuerza centrífuga y compacta, en busca del beso, el abrazo o la selfie. Cuando consigue emerger para seguir la caminata, aparece un Massa despeinado, con la camisa corrida hacia la espalda. Y sonriente. Energizado. El itinerario indica que la comitiva debe doblar a la derecha en la esquina de la plaza, pero el tigrense decide que no: quiere ir hacia la izquierda, por donde no lo esperan. Cinco minutos después, él y Sáenz están detrás del mostrador de una panchería, de una carnicería y un quiosco de diarios. Charlan, abrazan, besan. Intentarán lo mismo en cada ciudad que visiten: el contacto con aquellos que no los esperaban llegar.
La trafic lo saca de Santiago y lo lleva a La Banda. Pero allí lo espera lo contrario: un acto para dirigentes y militantes. Queda en claro, cuando muestran sus pancartas, que el Estado es parte fundamental de la política santiagueña: "Asuntos legales", "Subsecretaría de Tránsito", se lee en los carteles. Massa depende de ellos para fiscalizar la elección y los arenga a pelear contra "el miedo". Antes de él lo hace Sáenz y los invita a ser la voz del "norte profundo". Y ya que está, les canta una chacarera, a capela.
"Luna tucumana", entonará luego, al acomodarse en el avión que los llevará hacia Tucumán y queda claro que el ida y vuelta musical es un código compartido entre dos tipos que se mueven y juguetean como compinches cuando no hablan de política. Y, a veces, para no hablar de política.
Esa intimidad se insinuaba en junio, cuando Massa presentó a Sáenz como su vice. El tigrense atravesaba su peor momento político, tras la seguidilla de fugas de los intendentes, pero aflojaba el rictus en privado, cuando quedaba a solas con el salteño. "No sabemos cómo va a terminar esta aventura, pero seguro que nos vamos a divertir en el camino", reconocían en esas rondas. La prueba de ello llega la noche del viernes, cuando el dúo aterriza en Salta. Acaban de pasar por Tucumán, donde ofrecieron la cuarta conferencia de prensa del día y cerraron un acto en la plaza Independencia, organizado por la tropa peronista de Gerónimo Vargas Aignasse.
Nadie tiene piernas. Sobra el hambre en la tropa, que no prueba bocado desde la mañana. Y todos saben que el sábado habrá otras tres conferencias de prensa, otras tantas entrevistas exclusivas con medios locales, una caravana kilométrica en Jujuy y un acto en La Rioja.
Antes de cenar, quiere una caminata más, a la medianoche, por la calle Balcarce, donde se agrupan los bares, peñas y boliches de la capital salteña. Son apenas dos cuadras, pero el trance dura casi 40 minutos. No tanto por las selfies que el tigrense va despachando en el camino, sino porque, a poco de empezar a andar, la fórmula presidencial aparece arriba del escenario de la peña La Soñada. Acompañado por dos guitarras, Sáenz canta la zamba "La López Pereyra" y Massa lo sigue de a ratos, cuando le soplan la letra. Pero se roba por igual los aplausos del final y otra tanda de abrazos y besos.
El dúo se mueve como si estuviera dispuesto a seducir a los votantes de a uno por vez, si acaso fuera posible. Y quizás allí esté el secreto que impulsa a Massa en estas elecciones: aunque deje el cuerpo en una campaña que le ha devuelto más cachetazos que empujones, se serena al recordar que su fecha de vencimiento es distinta a la de sus rivales.
Lo terminó reconociendo la noche del sábado, cuando el avión que lo devolvía a Buenos Aires tocó pista. "Tengo 43 años y en sólo dos logré asustar a más de uno", disparó. Mostraba la misma sonrisa maliciosa que unos minutos antes, cuando leía encuestas que, en el Norte y el conurbano, lo daban creciendo sobre Macri. "Mirá si doy el batacazo. Imposible no es", se despidió. Mostraba de nuevo los dientes.
Fuente: La Nación.-
"Yo soy el principal obstáculo y la primera necesidad de Daniel Scioli. Pero también el principal obstáculo y la primera necesidad de Mauricio Macri."
El avión que en sólo 36 horas lo llevará en un tour frenético por Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy y La Rioja acaba de despegar y Sergio Massa ya definió su papel en la contienda electoral que se resolverá este domingo. Él es la razón por la que Scioli y Macri no consiguieron los votos para cantar victoria por anticipado. Y, por lo mismo, la salvaguardia para no ser derrotados.
¿Y la razón que mueve a Massa para este domingo? Paciencia. Esto es la crónica de un viaje de campaña que recién comienza. También, el relato de una gira musical.
"Vaaaaas a verme llegar, vas a oír mi canción, vas a entrar sin pedirme la llaveeee", grita y casi entona Sergio Massa al bajar del avión que lo deposita en la capital santiagueña, el viernes al mediodía. Es la canción "La llave", de Abel Pintos. Desde el asfalto de la pista, el que repite las estrofas -y él sí, canta- es Gustavo Sáenz, intendente electo de Salta, compañero de fórmula de Massa y de esta gira por el norte argentino.
Como el jugador de fútbol que se persigna al entrar a la cancha, en cada provincia, cada vez que suban o bajen de una trafic, del avión o del hotel donde den una conferencia de prensa, Massa y Sáenz cantarán las mismas estrofas. Y el salteño se encargará de improvisar un cierre distinto en cada ocasión, dedicado a Scioli, Cristina Kirchner o Macri.
El otro ritual del tigrense es el teléfono. Los teléfonos. Chatea con aliados, empresarios y rivales cuando el avión todavía carretea y empieza a recibir las respuestas antes de tocar pista. Durante el vuelo es el turno de los mails. Y de la agenda: sobre unas planillas, el tigrense agrega, resalta y cancela actos, reuniones y entrevistas como quien hace zapping. Pide mover entrevistas a sus voceros y hasta les da los nombres de los productores y periodistas por llamar.
Sólo Sáenz o el economista Aldo Pignanelli, el otro pasajero del avión, logran sacar a Massa del trance celular. Cuando lo consiguen, la charla se abre para los dos periodistas presentes. Y el primer tema es el de las fugas, los fugados y los "entornos".
"Odio los entornos, al tipo que cuando estoy de vacaciones se mete en la carpa de mi familia, porque sé que de ahí se va a la carpa de otro. Lo mismo que el tipo que me espera cuatro horas sólo para cruzarme en un ascensor, porque significa que no estuvo haciendo nada esas cuatro horas". "
Respeto a los tipos con votos, no a los zánganos", dice, y reconoce entre los primeros a varios intendentes que lo abandonaron este año.
En el aeropuerto santiagueño lo espera Pablo Mirolo, jefe comunal de La Banda, la segunda ciudad de la provincia. "¿Cuánto te daba la encuesta de Zuleta Puceiro antes de la elección?", pregunta Massa, que sabe de memoria la respuesta. "60 a 14", le contesta Mirolo. ¿Y a vos, Gustavo?", continúa. "25 puntos abajo", responde Sáenz.
Desde el asiento de acompañante de la trafic, el lugar que siempre ocupa para estar todo el tiempo en vidriera y fumar sus cigarros, Massa gira la cabeza y mira a los periodistas. "Candidatos jóvenes, con coraje y que le ganaron a las encuestas", describe a sus aliados. Y espera contagiarse de su suerte.
La Trafic deposita a Massa en la plaza Libertad, frente a la catedral santiagueña. Comienza la siesta y no hay más de 300 personas esperando, pero el cuerpo a cuerpo al que invita el tigrense convierte al grupo en una fuerza centrífuga y compacta, en busca del beso, el abrazo o la selfie. Cuando consigue emerger para seguir la caminata, aparece un Massa despeinado, con la camisa corrida hacia la espalda. Y sonriente. Energizado. El itinerario indica que la comitiva debe doblar a la derecha en la esquina de la plaza, pero el tigrense decide que no: quiere ir hacia la izquierda, por donde no lo esperan. Cinco minutos después, él y Sáenz están detrás del mostrador de una panchería, de una carnicería y un quiosco de diarios. Charlan, abrazan, besan. Intentarán lo mismo en cada ciudad que visiten: el contacto con aquellos que no los esperaban llegar.
"Si conseguimos que nos elija uno de cada diez de los que no nos votaron en las PASO, entramos en el ballottage".
La trafic lo saca de Santiago y lo lleva a La Banda. Pero allí lo espera lo contrario: un acto para dirigentes y militantes. Queda en claro, cuando muestran sus pancartas, que el Estado es parte fundamental de la política santiagueña: "Asuntos legales", "Subsecretaría de Tránsito", se lee en los carteles. Massa depende de ellos para fiscalizar la elección y los arenga a pelear contra "el miedo". Antes de él lo hace Sáenz y los invita a ser la voz del "norte profundo". Y ya que está, les canta una chacarera, a capela.
"Luna tucumana", entonará luego, al acomodarse en el avión que los llevará hacia Tucumán y queda claro que el ida y vuelta musical es un código compartido entre dos tipos que se mueven y juguetean como compinches cuando no hablan de política. Y, a veces, para no hablar de política.
Esa intimidad se insinuaba en junio, cuando Massa presentó a Sáenz como su vice. El tigrense atravesaba su peor momento político, tras la seguidilla de fugas de los intendentes, pero aflojaba el rictus en privado, cuando quedaba a solas con el salteño. "No sabemos cómo va a terminar esta aventura, pero seguro que nos vamos a divertir en el camino", reconocían en esas rondas. La prueba de ello llega la noche del viernes, cuando el dúo aterriza en Salta. Acaban de pasar por Tucumán, donde ofrecieron la cuarta conferencia de prensa del día y cerraron un acto en la plaza Independencia, organizado por la tropa peronista de Gerónimo Vargas Aignasse.
Nadie tiene piernas. Sobra el hambre en la tropa, que no prueba bocado desde la mañana. Y todos saben que el sábado habrá otras tres conferencias de prensa, otras tantas entrevistas exclusivas con medios locales, una caravana kilométrica en Jujuy y un acto en La Rioja.
Pero Massa ordena a todos seguir en pie. No se cansa y, si lo hace, no está dispuesto a que se note.
Antes de cenar, quiere una caminata más, a la medianoche, por la calle Balcarce, donde se agrupan los bares, peñas y boliches de la capital salteña. Son apenas dos cuadras, pero el trance dura casi 40 minutos. No tanto por las selfies que el tigrense va despachando en el camino, sino porque, a poco de empezar a andar, la fórmula presidencial aparece arriba del escenario de la peña La Soñada. Acompañado por dos guitarras, Sáenz canta la zamba "La López Pereyra" y Massa lo sigue de a ratos, cuando le soplan la letra. Pero se roba por igual los aplausos del final y otra tanda de abrazos y besos.
El dúo se mueve como si estuviera dispuesto a seducir a los votantes de a uno por vez, si acaso fuera posible. Y quizás allí esté el secreto que impulsa a Massa en estas elecciones: aunque deje el cuerpo en una campaña que le ha devuelto más cachetazos que empujones, se serena al recordar que su fecha de vencimiento es distinta a la de sus rivales.
Lo terminó reconociendo la noche del sábado, cuando el avión que lo devolvía a Buenos Aires tocó pista. "Tengo 43 años y en sólo dos logré asustar a más de uno", disparó. Mostraba la misma sonrisa maliciosa que unos minutos antes, cuando leía encuestas que, en el Norte y el conurbano, lo daban creciendo sobre Macri. "Mirá si doy el batacazo. Imposible no es", se despidió. Mostraba de nuevo los dientes.
Fuente: La Nación.-
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