A 28 años de la muerte del Padre Mariano Ianelli, el cura sanador de San Juan

A casi tres décadasde su fallecimiento, el legado del Padre Mariano Ianelli sigue vivo en la fe de los sanjuaninos, quienes continúan atribuyéndole milagros y visitan su tumba.

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Este 4 de octubre se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del sacerdote sanjuanino Mariano Ianelli, conocido por muchos como "el cura sanador". A 28 años de su partida, sus seguidores continúan atribuyéndole milagros y mantienen viva la devoción en su memoria.

Mariano Ianelli fue una figura sumamente popular en la provincia durante la década del 90. Tras servir brevemente en la iglesia de Nuestra Señora de Luján, llegó a Caucete y en 1993 fue designado como cura párroco de la Iglesia de San José en Jáchal. En cada parroquia a la que fue destinado, las personas formaban largas filas para recibir su bendición, especialmente aquellos que buscaban alivio a sus problemas de salud. A pesar de la creciente reputación que lo señalaba como un "cura sanador", Ianelli insistía en que “es Dios quien cura”, como recordaba su hermana Virginia.

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A lo largo de los años, el mausoleo donde descansa el padre Mariano ha sido decorado con placas de agradecimiento, testimonio de aquellos que aseguran haber recibido su ayuda espiritual. "Yo he visto cómo la gente mejoraba después de verlo, pero él siempre repetía que no era sanador, que era Dios quien obraba", cuenta Virginia. Además de las personas que él casó o bautizó, muchos fieles visitan su tumba el día 13 de cada mes, en honor a una promesa.

El 4 de octubre de 1996, a los pocos años de haber sido nombrado en Jáchal, el padre Mariano falleció inesperadamente a los 50 años. Fue su hermana Virginia quien lo encontró muerto aquella mañana, justo cuando varias personas ya se acercaban a la parroquia con niños enfermos, en busca de su bendición. “La gente venía a cualquier hora del día; yo me despertaba, atendía la puerta mientras él se vestía y salía. Ese día, pensé que se había ido a visitar a un enfermo, pero lo encontré sin vida en su habitación”, relata Virginia, quien lo acompañó durante toda su vida sacerdotal.

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