Primera B: vuelven los visitantes a las canchas

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El regreso del hincha visitante a la cancha se da en un marco lleno de interrogantes. El duelo entre Tristán Suárez y Sportivo Italiano, quienes jugarán desde las 15.30, en Ezeiza por la 34° fecha de la Primera B Metropolitana, tendrá ese condimento que le estaba faltando al fútbol argentino desde hace unos años.




 

¿Cómo responderá el público local ante el regreso de los visitantes?

Las medidas se toman, puede haber prueba y error. Parece todo más ligado a una decisión populista y eleccionaria que algo planificado. Lo cierto es que hoy volverán oficialmente los visitantes a las canchas del fútbol argentino con el partido que Tristán Suárez y Sportivo Italiano jugarán desde las 15.30, en Ezeiza, por la 34° fecha de la Primera B Metropolitana. Sin embargo, siguen habiendo miles de interrogantes en función de las medidas que se pueden tomar, de cómo responderá el público y de los condicionantes que influyen hasta en la gente común, que cometieron el único pecado de vivir cerca de un estadio de fútbol. La expectativa no sólo es de los políticos, pendientes de que las dos o tres experiencias por fin de semana en la Provincia de Buenos Aires salgan bien, también de la gente, que toma recaudos en las cercanías de las canchas. Hoy volverá a jugarse un partido con ambas parcialidades oficialmente después de dos años por un torneo del fútbol argentino, teniendo en cuenta que para la Copa Argentina se pudo ver un estadio vestido de dos hinchadas en La Plata, con el clásico entre Racing y San Lorenzo . Pero hoy vuelve por los puntos locales, luego del veto que se decretó en 2013, por la muerte de Daniel Jerez, el hincha de Lanús fallecido en La Plata, en el partido con Estudiantes.

No por nada se eligió Tristán Suárez, club que preside el hijo del ministro de Seguridad bonaerense Alejandro Granados, Gastón. Su padre fue uno de los principales impulsores de la vuelta de los visitantes, a pedido de Daniel Scioli, candidato presidencial por el Frente para la Victoria.

Habrá especial atención en lo que suceda en Tristán Suárez, pero la gente sufre alteraciones en su vida común hasta cuando los encuentros se juegan con una sola parcialidad. Eso fue lo que sucedió ayer, por ejemplo, en la localidad bonaerense de Isidro Casanova, donde por medida preventiva unos 400 alumnos con síndrome de autismo se vieron forzados a finalizar antes la jornada en el Instituto San Martín de Porres. La policía les dijo que se debía por el partido que Almirante Brown y Deportivo Merlo iban a jugar más tarde (finalizó 2-2). "En el vecindario ya hemos sufrido numerosos episodios de violencia protagonizados por la barra brava de Almirante Brown, incluso con un muerto y heridos de bala, razón por la cual la policía nos aconsejó concluir la jornada a las 12, cuatro horas antes de lo habitual", le explicó a La Nación el psicólogo Claudio Hunter Watts, directivo de ese centro educativo especial, en un correo electrónico. El Instituto San Martín de Porres se encuentra a unos 300 metros del estadio de Almirante Brown, donde desde las 15.30 comenzó el partido con Merlo. Se trata de una cooperativa de profesionales de la educación y la salud dedicada desde hace 20 años al tratamiento y educación de niños adolescentes autistas.

"No es la primera vez que por un partido de fútbol tenemos que concluir la jornada educativa varias horas antes", agregó Hunter Watts, tras lo cual advirtió que "si la mayoría de los barrabravas no se ganan la vida trabajando, programar un partido en un día laborable y en horas de la tarde es allanarle el camino a esos grupos violentos para que sean los 'dueños' del estadio y siembren pánico en el barrio". La tarde del jueves 6 de noviembre de 2014 los vecinos de la zona de Isidro Casanova vivieron momentos de terror cuando se tirotearon dos facciones de la barra brava de Almirante Brown, previo a un partido con Estudiantes de Buenos Aires, enfrentamiento que causó un muerto y cinco heridos de bala, entre ellos un niño de cuatro años.

Leonardo Outón, vocero de la Aprevide (Agencia de Prevención de Violencia en el Deporte), le dijo a La Nación: "Siempre se le pide al colegio que cuando hay un partido en la cancha de Almirante y, en día de semana, se cierre antes por una medida de seguridad. Pero no es nada contra el Instituto, sino por seguridad, para evitar que haya movimiento en los alrededores". Cuando se lo consultó a Outón sobre porqué Almirante jugaba los días de semana, agregó: "Almirante, por la cantidad de infantería que se utiliza, no puede jugar los fines de semana. Y por eso se da la medida antipática de cerrar el colegio. Se trata de un barrio con mucho conflicto y por eso se aconsejan esas medidas, como también no vender alcohol en un radio de 600 metros del estadio".

Lo que se vivió ayer en Almirante es uno de los tantos ejemplos y situaciones que describen lo que sucede en todas las canchas, aunque se puede llegar a extremos impensados. En la Bombonera, la gente que vive cerca del estadio desaparece los domingos a la mañana y vuelve recién tres horas después de finalizado el partido. Los vecinos se organizan de manera especial, se conectan entre familiares para avisar a qué hora comienza y finaliza el partido. No se trata de encuentros de alto riesgo, alcanza con que juegue Boca ante Olimpo para que a chicos les roben bicicletas, para que en el barrio se monte un operativo especial aunque más no sea para evitar los trapitos, que son capaces de ocupar hasta las bocas de estacionamiento para cobrar una estadía más. Cuando hay partidos en el Monumental los vecinos deben tener, en su mayoría, un permiso especial para entrar y salir de las vallas que cercan su casa. Y tampoco así pueden sentirse seguros. Sucede en todo el fútbol argentino. ¿Se buscará frenar la violencia de una vez por todas? ¿Se habría tomado la misma medida si no hubieran elecciones a la vuelta de la esquina? ¿Hay solución al flagelo?

Es que hace tiempo que la violencia en el fútbol no encuentra solución y las barras generan una industria sólo por cada apertura de estadio. El negocio ya no se trata de una rivalidad por los colores, sino de una industria de los propios colores. La medida política de que vuelvan los visitantes será observada bajo la lupa de los entes de seguridad. Y se verá si este paso que se empieza a dar hoy entre Tristán Suárez y Sportivo Italiano puede ser un primer paso para ver a los estadios nuevamente vestidos con ambas parcialidades o para confirmar que la violencia reprime todo tipo de convivencia en el fútbol.

Fuente: La Nación
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