Un poco de historia: ¿Por qué el 20 de junio es el Día de la Bandera?

Aunque la enseña patria fue creada el 27 de febrero de 1812, la fecha de su conmemoración coincide con la del fallecimiento de Manuel Belgrano, el 20 de junio de 1820.

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En estos tiempos que corren, es más que necesario hablar del hombre al que “el símbolo” terminó enterrando y dejando en el olvido. 

El 20 de junio de 1820 murió Manuel Belgrano, creador de la enseña nacional, en cuyo honor se instauró como Día de la Bandera. La fecha fue decretada por ley 12.361 del 8 de junio de 1938, con aprobación del Congreso, por el entonces Presidente de la Nación Argentina, Roberto M. Ortiz. La bandera fue creada el 27 de febrero de 1812, durante la gesta por la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. 

Belgrano, un prócer al que el símbolo lo dejó en un segundo plano 

Belgrano no tiene día en el calendario oficial. El día de su muerte es el día de la bandera por carácter de transitividad, porque fue quien la ideó, quien la enarboló y por ende, el día que pasó a la inmortalidad, en realidad se ponderó más al símbolo que había dejado, que al hombre probo que fue. 
En estos tiempos de José López, de De Vidos, de Lázaros y tantos otros, vale la pena hablar de un verdadero hombre de la patria. 

Manuel Belgrano fue uno de los más notables economistas argentinos, precursor del periodismo nacional, impulsor de la educación popular, la industria nacional y la justicia social entre otras muchas cosas. 

Las ideas de Belgrano estaban cargadas de profunda sensibilidad social (...). “He visto con dolor, sin salir de esta capital, una infinidad de hombres ociosos en quienes no se ve otra cosa que la miseria y desnudez; una infinidad de familias que sólo deben su subsistencia a la feracidad del país, que está por todas partes denotando la riqueza que encierra, esto es, la abundancia; y apenas se encuentra alguna familia que esté destinada a un oficio útil, que ejerza un arte o que se emplee de modo que tenga alguna comodidad en su vida. 

Estos miserables ranchos donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto”. Pero no se quedaba en la crítica, proponía también la solución: “la lana, el algodón, otras infinitas materias primeras que tenemos y podemos tener con nuestra industria, pueden proporcionar mil medios de subsistencia a estas infelices gentes que, acostumbradas a vivir en la ociosidad, como llevo expuesto, desde niños, les es muy penoso el trabajo en la edad adulta, y son y resultan unos salteadores o unos mendigos”. 

Fue uno de los primeros en proponer una verdadera Reforma Agraria basada en la expropiación de las tierras baldías para entregarlas a los desposeídos. 

En sus escritos económicos hay notables párrafos dedicados párrafos dedicados a la educación: “Los niños miran con fastidio las escuelas porque en ellas no se les enseña otra cosa que no sea a leer y escribir; haciendo que los niños aborrezcan el lugar que trata de oprimir su espíritu inquieto y siempre amigo de la verdad. ¡Triste y lamentable el estado de nuestra pasada y presente educación!” 

Belgrano invirtió todo su capital, tanto económico como humano en la Revolución en la que él creía; en aquél entonces donó 40.000 pesos oro para hacer escuelas. ¿Y saben qué? Se los robaron, murió pobre no por resignarse a ello, porque hasta sus últimos días reclamó lo que le correspondía, sueldos atrasados; y no ahorró epítetos para denunciarlos, los llamó entre otras cosas, “parásitos”, “partidarios de sí mismos” y “especuladores”. 

Las banderas de Belgrano, la de honestidad, la coherencia, la humildad llena de dignidad, los siguen denunciando.
 

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