“Yo volví a vivir para darme cuenta que me estaba perdiendo la vida”

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Ivana Montenegro
Ivana Montenegro
Ivana Montenegro es una joven sanjuanina, abogada, de 35 años, que quiso compartir con todos nosotros su mensaje de esperanza y amor a la vida tras sufrir un accidente cerebro vascular hace tan solo 5 años. Al conmemorarse el pasado 29 de octubre el Día Mundial de Prevención del ACV, nada mejor que palabras en primera persona para tomar conciencia sobre la existencia de esta patología, que existe y es grave, pero no determinante para quien tiene ganas de vivir.

Ivana hoy, alegre y risueña de nuevo.

“La risa es parte de mi terapia”, dice Ivi después de tres chistes consecutivos que marcan el camino por el que irá esta entrevista. Si bien existe entre nosotras la confianza que da una amistad de años, sé que con un completo desconocido esta nota hubiera sido igual: ella sonriente al otro lado de la mesa contando su experiencia sin dramatizar algo que le pasó y que fue grave, pero que ella tomó como el punto de partida para su nueva vida.

“Yo me di cuenta que mi ACV no es un problema. No lo considero un castigo, es como un compañero que lo tendré toda mi vida y que me ayudó mucho a crecer. Si no lo hubiera tenido no hubiera vuelto a renacer y contemplar todas las cosas que me estaba perdiendo. Yo volví a vivir para darme cuenta que me estaba perdiendo la vida. Me di cuenta que había cosas que no me gustaban y que las hacía por el deber ser, y que no lo podía decir. Creo que se me dio otra oportunidad y en eso doy gracias por tener mucha fe en Dios. Creo que las segundas oportunidades no se las dan a cualquiera y yo me siento una elegida en ese sentido”.

¿Cómo pasó lo del ACV?

“Me dio el 27 de octubre del 2009. Estuve 10 días en Terapia Intensiva más 5 días en Terapia Intermedia, y después he tenido como 4 internaciones más post ACV por malas reacciones medicamentosas y por convulsiones.

En los días previos yo me di cuenta que algo no andaba bien porque se me caían papeles de las manos, me costaba hablar y hacía semanas que venía con dolores de cabeza muy grandes. Fui a mi médico de confianza de toda la vida y me mandó a calmarme porque estaba estresada. Al día siguiente a las 7:30 hs. de la mañana empecé a convulsionar en mi casa.

Cuando me descompuse me trasladaron a un hospital no público, pero en estos casos lo que uno tiene que hacer de inmediato es ir a un hospital público, tenga obra social o no, porque ahí se aseguran médicos neurólogos en la guardia. Eso lo recomiendan todos los médicos del mundo, porque atienden la emergencia. Donde yo fui no había neurólogos, entré a las 7.30 horas con un cuadro de ACV isquémico. Eso se vio a las 9:00 hs. en la primera tomografía, en la segunda tomografía y resonancia que me hicieron recién a las 16:00 hs. se vio que había pasado a ser hemorrágico. Había estallado el coágulo, así que me trasladaron al Hospital Rawson porque ya no sabían qué hacer conmigo. El médico que vino a las 16:00 horas dijo que estaba demasiado grave y que no sabía qué iba a pasar.

Si me hubieran atendido bien en ese momento en que llegué con un ACV isquémico me hubieran podido medicar con una inyección para que el coágulo cerebral se disipe y evita que pase a ACV hemorrágico. Si me hubieran atendido así, al otro día yo salía de alta sin problemas”.

¿Cómo fue tu proceso de rehabilitación?

“Tuve procesos de rehabilitación en fonoaudiología cada 4 días para aprender a hablar de nuevo. No podía decir nada, pero sí putear porque esas palabras estaban en otra parte del cerebro, así que puteaba mucho y muy bien por esos días (risas). Rehabilitación de kinesiología tuve todos los días durante un año y medio más o menos, sobre todo en el brazo derecho, porque a mí me afectó toda la parte derecha. Con la fonoaudióloga también estuve un año y medio, y en la última parte ya me daba a leer artículos de La Nación y demás más complicados. Lo que más me cuesta a mí es leer números, así que me siempre daba cosas de Ámbito Financiero y demás para leer para desafiarme, que yo lo odiaba en ese momento pero hoy lo agradezco. Y siempre la ayuda Psicológica y Psiquiátrica que mantengo hasta la fecha.

Ahora ya logré leer este año por primera vez un libro de un tirón en 3 días, cosa que desde mi ACV nunca había hecho. Y la trilogía la terminé en una semana. Y de ahí ya seguí con otros libros. Es como que me voy superando todo el tiempo.

Antes creía que no podía hacer de comer, que no podía cortar las verduras, pero ahora me doy cuenta que sí, que es cuestión de mentalizarse y hacerlo, porque una tiene en la cabeza el NO PUEDO, pero es cuestión de darse cuenta una que no es así.

El doctor Luciano Sposato de la Fundación Favaloro, quien me empezó a atender hace 4 años, siempre me decía que yo tenía una capacidad impresionante de recuperación, pero el 50% de la misma fueron mis ganas y mi fuerza para salir adelante. Si me caí muchas veces, siempre tuve como objetivo salir adelante. Si me caía, salía, me levantaba y siempre buscando mi superación.

Él antes de irse a Canadá me dijo que esperaba que así como yo me superaba, siguiera, porque yo para él era una atleta olímpica y que quería que jugara en las grandes ligas. Él me pidió que estuviera todo el tiempo leyendo, haciendo funciones ejecutivas y haciendo que mi cerebro funcione todo el tiempo. También me pidió que siempre hiciera lo que me gustara, me pidió que disfrutara de mis horas. Y eso es lo que hago desde entonces”.

¿Cuándo volviste a trabajar?

“Mis doctores de la Fundación Favaloro y de la Fundación INECO me dijeron que debería volver a trabajar en agosto de 2010, pero no me aguantaba para nada estar en mi casa. Si bien no podía escribir, en ese momento lo único que podía hacer era manejar una computadora, que son mis manos ahora, si bien ya escribo me hago la chanta porque me canso rápido.

Yo volví a trabajar en abril, seis meses después del ACV. Trabajo en el Ministerio de Producción y Desarrollo Económico, en la Dirección de Coordinación Administrativa y el jefe que tenía entonces me puso a trabajar en la presentación del expediente para el Premio a la Calidad, que era la primera vez que la Dirección se presentaba. Esa vez no ganamos, pero me fui metiendo más en eso y leyendo cosas nuevas. Aunque no podía escribir leía cosas nuevas de las normas ISO. En años posteriores pusieron más gente que me ayudara en lo que había aprendido, así que ganamos la mención bronce y el año pasado obtuvimos la mención plata del Premio a la Calidad. Eso para mí es un gran logro, porque es algo que yo lo empecé después del ACV, muy progresivo, paso a paso.

Hace dos años que ingresé a la planta permanente en la administración pública rindiendo el examen, igual que el resto de mis compañeros. ¡¡Y me saqué 10!! El doctor Sposato me decía que yo no me daba cuenta de lo que eso significaba, pero que no sabía lo que era volver a leer 100 páginas para alguien con el cuadro que yo tuve, hacer un múltiple choice y sacarse 10, él siempre me decía que era un orgullo. Luciano me lo remarcaba porque era algo importante para mí”.

 


Ivana Montenegro
 


La charla fluye entre miles de anécdotas y la risa es parte constante del mate compartido. Así repasamos las historias de cuando se hacía pasar por extranjera en Buenos Aires para disimular sus dificultades de habla, sus chistes con el doctor Sposato por sus apariciones en TV y otras tantas. Pero mantener el humor y usarlo como refugio para superar esta contingencia para nada es sinónimo de no tomarse con seriedad el tema.

“Siempre estoy generando vínculos con gente que ha pasado algo similar a lo mío o a sus familiares. Me gusta dar mi testimonio ante todo tipo de gente. A mí me pasó con 31 años, así que a mis amigos que creían que esto nunca les podía pasar, empezaron a pensar que también les podía pasar a ellos. Yo al lugar donde voy, en este país o en otro, siempre lo cuento porque a todos nos puede pasar.

A mí no me encontraron ninguna causa de riesgo que lo dispare. Yo llevaba una vida sana, hacía ejercicio, no fumaba, iba a la psicóloga, hacía pilates. No me drogaba ni tomaba alcohol en exceso. En los pacientes jóvenes la adicción a la cocaína es una causa de ACV; pero a mí me estudiaron todo el cuerpo y no encontraron nada. Yo estoy en el 20% de las personas jóvenes a quienes no les detectan causa para un ACV. No tengo enfermedades congénitas ni en el cerebro hay antecedentes. No hay nada. No tenía colesterol ni llevaba una vida de loca. Lo que sí fue el detonante, fue el estrés del momento, pero no la causa. Te puede pasar, a cualquiera le puede pasar”.

¿Cómo te vinculas hoy con la enfermedad?

“No busco investigar ni leer más de mi enfermedad en Internet, porque ahí hay mucha información de preguntas de la gente y respuestas que no sabemos de dónde vienen. Uno siempre tiene que ir a la fuente, que es un neurólogo. Yo confío en el AVC de la Fundación Favaloro, que siempre hacen caminatas y en donde enseñan los síntomas, como enfrentarlos y enseñan a actuar ante cualquier caso, también para prevenirlos. No hay más de cinco tips para aprender, no hay que ponerse paranoico con el tema. Hay que saber informarse.

Si la ciencia me dijo que hoy no pueden saber la causa de mi ACV, pero quizás en el 2020 lo sabremos. Eso según la ciencia. Yo creo que sí sé que me pasó, creo que era algo que me tenía que pasar”.


Con su sobrino Astor, el amor incondicional.
Con su sobrino Astor, el amor incondicional.

¿Sentís que hay algo que no puedas hacer ahora?

“Todavía la vida no me dice que no puedo hacer algo, así que cuando me lo diga te lo digo (risas). Hasta ahora la vida me ha dicho que puedo hacerlo todo. Yo tengo mucha esperanza, así que sigo para adelante. Ser madre, por ejemplo, es un sueño por cumplir.

Aahhh, no puedo hacer bungee jumping ni subirme a una montaña rusa o hacer buceo, pero pude hacer snorkel, por ejemplo, que es muy parecido, los peces se ven igual. Siempre en la vida todo es un contrapeso, todo se compensa. Yo hoy me sigo riendo mucho, siempre. Este año noto que me río mucho más, soy muy feliz.

Yo tenía cuatro trabajos, pero el doctor Sposato me pidió que me quedara con uno solo, y que hiciera lo que más me gustaba. Así mi vida fue cambiando. Tengo menos dinero, pero soy feliz, muy feliz. Cada vez me voy superando más en todos los sueños. Ahorro solamente para viajar, así que siempre estoy poniéndome metas, las cumpla o no. Tengo siempre muchos sueños, me despierto como soñando, a pesar que a veces tenés días buenos, muy buenos o muy malos, como a todo el mundo.

En un día normal me voy a trabajar, como con mis compañeros. Después me voy a mi departamento, o me voy a la casa de mis padres, disfruto de mi sobrino, me junto con mis amigas y mañana no sé. No planifico nada. Mi frase de cabecera, que siempre la digo, es: ‘Si querés hacer reir a Dios un rato cuéntale tus planes’. Yo no planifico nada, ni siquiera los viajes. Yo ahorro, pero cuando sale algo, sale. La vida me enseñó que no puedo planificar nada.

Además estoy aprendiendo a disfrutar todos los días de mis espacios, de mis amigos, de un libro, de un viaje, de todas esas cosas que el día a día por estar trabajando y pendiente de todo lo que me faltaba no me daba cuenta.

A todo el mundo trato de darle ese mensaje, de parar un rato y darse cuenta que yo un día estaba con un cliente en el estudio y al día siguiente estaba en coma a punto de morirme. No sé de qué me valían mis cuatro trabajos si me estaba muriendo. No valían de nada. Ahora disfruto de regar mis plantas, de las cosas cotidianas que antes no tenían sentido. Ni siquiera le daba valor a una planta, no le daba valor a tener tiempo para juntarme con mis amigos porque en la semana uno está cansado por trabajar.

Pero es como que aprendes a vivir, aprendes a decir no y aprendes a quererte. Hay una frase que dice que 'la felicidad no es un sentimiento, sino es una decisión'. Y yo decidí ser feliz”.
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