Huracán perdió la Sudamericana por penales

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Después de empatar sin goles en Bogotá, el Globo cayó ante Independiente Santa Fe por 3-1 en la definición desde los doce pasos.








Pareció una maldición. Como si el mandato de los penales, tan contundente a la hora de definir alegrías y frustraciones, le hubiera soltado la mano a este Huracán que tantos méritos había acumulado en esta Copa Sudamericana. No pudo ser. De repente. De manera estrepitosa. Sin medias tintas. Este Independiente Santa Fe de escaso brillo, sin demasiados puntos altos, le truncó el sueño de obtener el primer título internacional de su historia. Tras el empate 0 a 0 en el tiempo reglamentario, el Globo desperdició tres penales que pateó en la definición, la que perdió por 3 a 1.

Sin dudas no resulta justo restringir lo que entregó Huracán a lo que pasó en la definición por penales. La atajada y las adelantadas de Robinson Zapata, y los travesaños terminaron por condenarlo de una forma inexplicable. Las teorías, las previsiones, los esfuerzos y los merecimientos recibieron muy pronto un sacudón que les quitó poderío. Un sacudón que se sentenció con el último remate de Toranzo en el travesaño.
En cuanto al análisis del juego, en el primer tiempo Huracán logró imprimirle su ritmo al partido, mientras que Santa Fe, preso de los nervios que se sintieron en todo el Campín, no pudo sacar ventaja de la localía.

La primera jugada del partido ya presagiaba lo que iba a pasar en esa etapa, con el grueso error del arquero Zapata que Ramón Ábila casi transforma en gol. Desde aquella jugada hasta los primeros 15 minutos, los colombianos empujaron y el Globo resistió como pudo, abusando del pelotazo y manteniendo poco control del balón. Sin embargo, a partir de los 15 minutos, Huracán se calmó, manejó de manera más pausada cada jugada y desarticuló a los colombianos. "Tienen miedo, no puede ser, tienen miedo", fue el comentario más repetido de los hinchas locales que en el entretiempo desbordaron el buffet para llevarse pochoclos y hamburguesas. Todos apuntaban a la gran cantidad de "errores no forzados" que sus jugadores cometieron.

El segundo tiempo estuvo signado por la preocupación sobre el estado físico de Marcos Díaz y por la insistencia de los ataques colombianos. En uno de ellos, cuando faltaban 20 minutos, el entrenador Gerardo Pelusso aprovechó para poner a Omar Pérez, cambio que les pedían los hinchas a puro grito. Sin embargo, a pesar de la inclusión del enganche argentino, Santa Fe siguió sin encontrar la llave para destrabar el muro defensivo planteado por el Globo.
Era de esperar, en el alargue la final se hizo más tensionada, empinada y nerviosa; con muchas tosquedades de ambos lados.

Toranzo estuvo tan activo como impreciso, con todo el costo que eso representa para el andamiaje de Huracán. El cansancio también limitó los tumultuosos intentos locales y las solitarias réplicas del Globo. Tanto como aceleró los desbordes, como el trompazo de Ramón Ábila que le costó la expulsión cuando apenas restaban cuatro minutos del tiempo suplementario. Era tiempo de los penales. Era el momento para que se agigantara la figura de los jugadores de Huracán. En esa caldera en la que se convirtió El Campín, el arco elegido fue rehén de un embrujo. Casi todos los remates del Globo fueron desperdiciados. Y el sueño de la primera copa internacional quedó en poder de un campeón sin derroche de lujos, sin demasiado para ostentar, que tuvo en los penales a ese aliado que no tuvo el sentimiento quemero. Fue una lástima.

 

Fuente: La Nación.-
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