Supo que quería ser madre a punto de cumplir 50 y adoptó a 3 hermanos: “No se priven de vivir tanto amor”

Brenda, Agustina y Salvador tienen 19, 16 y 14 años, respectivamente. Desde hace 11 los tres son hijos de Adriana Tucci, quien a poco de cumplir los 50, supo que quería ser madre y vio en la adopción el camino indicado para que ese deseo se convirtiera en realidad.

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Adoptó adopción tres niños
Adoptó adopción tres niños

Brenda, Agustina y Salvador tienen 19, 16 y 14 años, respectivamente. Desde hace 11 los tres son hijos de Adriana Tucci, quien a poco de cumplir los 50, supo que quería ser madre y vio en la adopción el camino indicado para que ese deseo se convirtiera en realidad. Hoy, a los 60, la mujer está convencida de haber tomado la decisión correcta.

“Lo empecé a sentir como una cosa muy interna y muy profunda. Y, si bien hoy en día la ciencia ha avanzado tanto que había otras alternativas, lo más natural era la adopción (de lo cual sabía muy poco)”, contó esta ingeniera civil que cambió su vida por completo el día en que, desde Salta, llegó a su casa con esos tres niños que poco después le dirían “mamá”.

Tres niños que hoy son adolescentes, que se abrieron a la posibilidad de vincularse con esta madre (y a una enorme red de familia y amigos) entre timidez, curiosidad, precaución y confianza.

“Guardaban amor para ofrecer a los cuatro vientos”, dijo Adriana a Clarín, mientras secaba sus lágrimas tal como hizo en varios pasajes de la charla. Se emociona al revelar lo que intuye y les repite a los chicos, insistentemente: “Qué buena debo haber sido en otra vida para que me toquen estos hijos”.

Adopción

Si bien “ellos se entregaron de una manera que hicieron que todo fluyera muy fácilmente, no hay que romantizar”, advirtió Tucci. Hubo que resolver algunos temas, tener paciencia, “abrazar las historias previas, traerlas a la mesa, acompañar sin forzar”. Para esto, resaltó, “es muy importante estar acompañados de gente que sepa sobre el tema, no sólo profesionales, sino de otros padres y madres que hayan pasado por lo mismo”.

"El dolor y el desamparo también estaban presentes", reconoció. Ella se había informado y, más allá de los legajos, sabía que para que un niño, niña o adolescente sea declarado en situación de adoptabilidad tuvo que haber sido víctima de la vulneración de derechos. Esa huella Adriana la respeta, se le da lugar en su hogar y siguen trabajando en ella.

Al mencionar las circunstancias difíciles que fueron apareciendo, sin dudas ésta fue la más significativa: "Conocer todo lo que habían pasado, por momentos me dolía mucho. Ningún niño debería atravesar esa situación; pero bueno, acá estamos para acompañarlos y para tratar de sanar todo lo que lo que esté a mi alcance".

¡Son tres!

Adriana indagó en los pormenores del sistema de adopción: enseguida supo que las esperas más largas (incluso sin resultados) son aquellas que buscan ahijar a bebés. Entonces se inscribió en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA) para hasta dos niños de 5 años como máximo.

No pasó mucho tiempo para que la llamasen. No eran dos, sino tres hermanitos de 7, 5 y 3 años. Justamente ese fue el título que eligió para el libro donde cuenta el recorrido de la familia: ¡Son tres! Una historia de amor adoptivo (Autores de Argentina).

“Entendí que hay mucho para compartir. No es que sin el primer baño o sin la primera papilla te perdés de compartir cosas importantes. En la vida hay mucho para vivir juntos. Y ahora que escucho historias de madres y padres que adoptan adolescentes más me maravillo. Cuando me dijeron que eran tres dije 'volveré con tres'”, recordó.

Tras la etapa de vinculación, comenzaba la nueva vida juntos. Todo era una vorágine que debía organizarse cuidadosamente. El departamento que albergó tantos años a la mujer independiente y sin ataduras, rápidamente quedaría atrás.

Pero, ¿dónde vivirían?, ¿a qué colegio iban a ir?, ¿quién sería su pediatra? Entonces apareció la red, la tan necesaria tribu que ayuda a criar. La mamá de Adriana (flamante abuela), los primos a los que la mujer -hija única- considera hermanos, los amigos (desde los más cercanos a los que creía más ocasionales) y los compañeros de trabajo, todos se hicieron presentes para colaborar.

Así, de repente, comenzaron a circular colchones, ropa, recomendaciones de escuelas y especialistas, juguetes, libros y potenciales cuidadores encantados de pasar tiempo con Brenda, Agustina y Salvador.

“Ahora me parece divertido, pero compatibilizar eso fue vertiginoso, en ese momento me abrumaba un poco”, admitió. Por eso agradece a cada uno de los que estuvieron para acompañarlos y guiarlos, mientras ellos aprendían a la par a ser madre y a ser hijos. La ayuda iba desde alcanzar un peine fino (un accesorio hasta ese momento desconocido para Adriana) hasta imprimir y enmarcar la primera foto de los cuatro juntos.

Tanto fue el amor que recibieron por parte de toda esta gente que los chicos, hoy adolescentes, tienen también una gran familia ampliada, con quienes construyeron vínculos propios, elegidos, más allá de los que su mamá tenía con esos parientes y amigos.

"Una persona común puede embarcarse en un proyecto de esta naturaleza"

Más de 2.200 niños, niñas y adolescentes se encuentran hoy en situación de adoptabilidad. Tucci mencionó que, en gran parte, es en nombre de ellos que cuenta esta historia, por esos que aún esperan por una familia.

También para que Brenda, Agustina y Salvador conozcan toda la información disponible sobre sus orígenes y puedan acceder a ese registro cada vez que quieran (o puedan).

Esos tres jóvenes que, según describió, son tan distintos entre sí, representan para ella el ejemplo más claro de la maternidad deseada.

“Ni por un segundo me cuestiono la decisión. La idea es que se vea que una persona común y corriente puede embarcarse en un proyecto de esta naturaleza. Quiero decirle a cualquiera que esté pensando en ser madre o ser padre -ya sea en pareja o solo- que no se prive de vivir tanto, tanto amor”.

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