Semifinales en serio: ¿Cómo le ganamos a Holanda?
Destacados El equipo de Sabella quiere hacer historia y llegar a otra final. Pero para eso deberá vencer al difícil equipo de Robben, Van Persie y Snejider. Final anticipada y promesa de sufrimiento.
Hacedores de la hazaña. Técnico y figura del equipo nacional.
Ni la visión más indiferente podría hablar de un partido cualquiera. El duelo con Holanda simboliza un valor en sí mismo, que rebasa la ya trascendente instancia de la semifinal en una Copa del Mundo. Aunque a Brasil 2014 todavía le quede pendiente la sentencia, no es una exageración hablar de una final anticipada. Al choque lo anteceden todos los condimentos para ser catalogado así, por eso la Argentina deberá potenciar ese espíritu valeroso con el que afirmó su paso desde los octavos de final. Este es un cruce que se sueña desde hace tiempo. Las sensaciones ya no se pueden controlar. Argentina-Holanda huele a pólvora porque tendrá el hechizo de lo definitorio.
Suena todo muy grandilocuente. Por este lado de la llave llegaron los que se suponía que podían llegar. Ninguno de los dos puede permitirse una tarea sin tensión ni nervios cuando esta tarde se citen, a las 17, en el estadio Itaquerao de San Pablo, para completar la serie decisiva en la que ya espera la impetuosa Alemania. Si los 90 minutos no arrojan un ganador, el alargue y los penales se encargarán de agitar la excitación. Aquí y allá, la antesala carga con la efervescencia de las grandes citas. Hace horas que el aire está invadido por una extraña electricidad, quizá recordándole a la selección que está ante el encuentro más importante de sus últimos 24 años.
La permanencia en el torneo no estará en juego, pero será la bisagra rumbo el crucial último acto o hacia la decorativa despedida por el tercer peldaño. Si el fixture hasta aquí fue cómplice e indulgente, se acabaron las prerrogativas. Para aterrizar en la final habrá que escalar el mayor obstáculo. Una exigencia lógica, esta etapa no indultará distracciones.
Dos potencias. Dos candidatos. Apenas un lugar. Eso ocurre cuando ambos conjuntos tienen la idéntica percepción: el de enfrente es observado como un par, con los mismos quilates y pretensiones. Por primera vez en el Mundial la Argentina no será el claro favorito, y eso puede favorecer su nueva versión más metalúrgica y contragolpeadora. Igual se impone un pronóstico cerrado, con mucho estudio. En principio, dominará el respeto por las virtudes ajenas.
Los resultados de la Argentina han sido más gratificantes que lo visto en la cancha. Sabella será cuidadoso, apoyado en las cortadas que le ofrecieron algunas lesiones que recortaron su poder ofensivo. La Argentina volverá a tejerá una telaraña con dos líneas apretadas y esforzadas, con mucho respaldo entre todos. Pero debe ser sólo la primera parte del trabajo, para después desplegarse y llevar peligro sobre Holanda. Defender bien para atacar mejor, como pregona Sabella. La labor no estará completa si una fase no es el despegue de la otra. La selección extrañara la verticalidad de Di María, una pérdida sensible. Con Enzo Pérez la Argentina estará más dispuesta a protegerse.
Holanda tiene síntomas de lo mejor de su escuela: ágil y dinámica, con una planificada versatilidad. Invicta y goleadora, hay que recordar que en el debut redujo a España a cenizas. Pero también es un equipo extraño, capaz de complicarse con lo sencillo en algún pasaje. Le falta oficio y rodaje internacional de la mitad hacia atrás, por eso hasta anoche soñaban con la milagrosa recuperación del volante De Jong, lesionado ante México. La Orange, que irá por otra final consecutiva tras caer en Sudáfrica 2010, cuenta con un estilo reconocible, sin el respaldo de la madurez, pero con un líder encendido: Robben trajo a Brasil lo mejor de su repertorio. Y la conduce Van Gaal, un experimentado zorro, rápido para leer los giros que piden los partidos. Este detalle puede ser vital.
Definieron un título mundial en 1978 y se lo quedó la Argentina. Resolvieron el grupo que los reunió en 2006 y ese empate favoreció a la Albiceleste. Hubo otros dos duelos: en 1974, una paliza de la Naranja mecánica le anticipó el camino de salida a la selección, y en 1998, directamente rubricó la despedida nacional en los cuartos de final. Ahora se encuentran en una instancia inédita, las semifinales, un escalón que la Argentina siempre piso con autoridad porque nunca jugó por el tercer puesto. Si los antecedentes cotizasen, el choque no sabría muy bien qué hacer.
Dos locomotoras chocarán esta tarde. Quizás una ocurrencia resuelva el pleito. Hay material: Messi, Robben, Higuaín, Sneijder, Lavezzi, Van Persie. Agüero y Huntelaar en el banco. Haber conseguido la clasificación a semifinales que se negaba desde Italia 90 podría sugerir cierta relajación, como el alivio de la misión cumplida. Pero la talla del rival y el premio que espera mantendrán la bravura competitiva. La Argentina llega con el ánimo por las nubes.
El partido de esta tarde no separa a la Argentina de la gloria., pero es el trampolín. Sabella diseñó una formación que se ajusta a sus predilecciones: equilibrada, con las cargas y responsabilidades repartidas. Apta para jugar y mover la pelota con Biglia y Enzo Pérez; dispuesta a defender duro con Garay, Demichelis y Mascherano; preparada para cambiar el ritmo con Lavezzi y sorprender con las proyecciones de Rojo; perfilada para el gol con Higuaín. Y Messi en estado ideal: genio inconforme. Las piezas están dispuestas. Les espera el desafío de sus vidas.
Hacedores de la hazaña. Técnico y figura del equipo nacional.
Ni la visión más indiferente podría hablar de un partido cualquiera. El duelo con Holanda simboliza un valor en sí mismo, que rebasa la ya trascendente instancia de la semifinal en una Copa del Mundo. Aunque a Brasil 2014 todavía le quede pendiente la sentencia, no es una exageración hablar de una final anticipada. Al choque lo anteceden todos los condimentos para ser catalogado así, por eso la Argentina deberá potenciar ese espíritu valeroso con el que afirmó su paso desde los octavos de final. Este es un cruce que se sueña desde hace tiempo. Las sensaciones ya no se pueden controlar. Argentina-Holanda huele a pólvora porque tendrá el hechizo de lo definitorio.
Suena todo muy grandilocuente. Por este lado de la llave llegaron los que se suponía que podían llegar. Ninguno de los dos puede permitirse una tarea sin tensión ni nervios cuando esta tarde se citen, a las 17, en el estadio Itaquerao de San Pablo, para completar la serie decisiva en la que ya espera la impetuosa Alemania. Si los 90 minutos no arrojan un ganador, el alargue y los penales se encargarán de agitar la excitación. Aquí y allá, la antesala carga con la efervescencia de las grandes citas. Hace horas que el aire está invadido por una extraña electricidad, quizá recordándole a la selección que está ante el encuentro más importante de sus últimos 24 años.
La permanencia en el torneo no estará en juego, pero será la bisagra rumbo el crucial último acto o hacia la decorativa despedida por el tercer peldaño. Si el fixture hasta aquí fue cómplice e indulgente, se acabaron las prerrogativas. Para aterrizar en la final habrá que escalar el mayor obstáculo. Una exigencia lógica, esta etapa no indultará distracciones.
Dos potencias. Dos candidatos. Apenas un lugar. Eso ocurre cuando ambos conjuntos tienen la idéntica percepción: el de enfrente es observado como un par, con los mismos quilates y pretensiones. Por primera vez en el Mundial la Argentina no será el claro favorito, y eso puede favorecer su nueva versión más metalúrgica y contragolpeadora. Igual se impone un pronóstico cerrado, con mucho estudio. En principio, dominará el respeto por las virtudes ajenas.
Los resultados de la Argentina han sido más gratificantes que lo visto en la cancha. Sabella será cuidadoso, apoyado en las cortadas que le ofrecieron algunas lesiones que recortaron su poder ofensivo. La Argentina volverá a tejerá una telaraña con dos líneas apretadas y esforzadas, con mucho respaldo entre todos. Pero debe ser sólo la primera parte del trabajo, para después desplegarse y llevar peligro sobre Holanda. Defender bien para atacar mejor, como pregona Sabella. La labor no estará completa si una fase no es el despegue de la otra. La selección extrañara la verticalidad de Di María, una pérdida sensible. Con Enzo Pérez la Argentina estará más dispuesta a protegerse.
Holanda tiene síntomas de lo mejor de su escuela: ágil y dinámica, con una planificada versatilidad. Invicta y goleadora, hay que recordar que en el debut redujo a España a cenizas. Pero también es un equipo extraño, capaz de complicarse con lo sencillo en algún pasaje. Le falta oficio y rodaje internacional de la mitad hacia atrás, por eso hasta anoche soñaban con la milagrosa recuperación del volante De Jong, lesionado ante México. La Orange, que irá por otra final consecutiva tras caer en Sudáfrica 2010, cuenta con un estilo reconocible, sin el respaldo de la madurez, pero con un líder encendido: Robben trajo a Brasil lo mejor de su repertorio. Y la conduce Van Gaal, un experimentado zorro, rápido para leer los giros que piden los partidos. Este detalle puede ser vital.
Definieron un título mundial en 1978 y se lo quedó la Argentina. Resolvieron el grupo que los reunió en 2006 y ese empate favoreció a la Albiceleste. Hubo otros dos duelos: en 1974, una paliza de la Naranja mecánica le anticipó el camino de salida a la selección, y en 1998, directamente rubricó la despedida nacional en los cuartos de final. Ahora se encuentran en una instancia inédita, las semifinales, un escalón que la Argentina siempre piso con autoridad porque nunca jugó por el tercer puesto. Si los antecedentes cotizasen, el choque no sabría muy bien qué hacer.
Dos locomotoras chocarán esta tarde. Quizás una ocurrencia resuelva el pleito. Hay material: Messi, Robben, Higuaín, Sneijder, Lavezzi, Van Persie. Agüero y Huntelaar en el banco. Haber conseguido la clasificación a semifinales que se negaba desde Italia 90 podría sugerir cierta relajación, como el alivio de la misión cumplida. Pero la talla del rival y el premio que espera mantendrán la bravura competitiva. La Argentina llega con el ánimo por las nubes.
El partido de esta tarde no separa a la Argentina de la gloria., pero es el trampolín. Sabella diseñó una formación que se ajusta a sus predilecciones: equilibrada, con las cargas y responsabilidades repartidas. Apta para jugar y mover la pelota con Biglia y Enzo Pérez; dispuesta a defender duro con Garay, Demichelis y Mascherano; preparada para cambiar el ritmo con Lavezzi y sorprender con las proyecciones de Rojo; perfilada para el gol con Higuaín. Y Messi en estado ideal: genio inconforme. Las piezas están dispuestas. Les espera el desafío de sus vidas.
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