La historia secreta del viaje de Macri y Massa a Davos

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La inclusión en la comitiva argentina del diputado del Frente Renovador, postulado por el Presidente como el próximo líder del PJ, revolucionó el escenario político nacional. Pero la estrategia esconde un propósito más ambicioso aún.




 

Sergio Massa fue incluido en las fotografías protocolares con representantes de otros países.

La primera vez que Mauricio Macri "nominó" a Sergio Massa como el líder de la oposición –peronista- no fue en la conferencia de prensa del viernes en Davos. Dos días antes, frente a los jefes editoriales de los principales medios internacionales, explicó que el acompañamiento del diputado era consecuencia de su liderazgo opositor. Un día después el tema volvió. No lo sacó Macri, sino David Cameron en la reunión que mantuvieron ambos mandatarios. A modo de prólogo, el Premier británico sorprendió preguntándole a Macri cuanto duraba su período. El Presidente argentino, rápido de reflejos y curiosamente lanzando indirectamente su reelección 2019, le explicó que 4 años o eventualmente 8 "aunque dependiendo de Sergio (Massa)", ubicado a dos asientos. Cuando la ironía del Presidente argentino era festejada por los presentes, Cameron siguió con el hilo original mostrando finalmente cuál era la pregunta que le interesaba en verdad: "Dígame –mirando a Massa- ¿el peronismo va a evolucionar o seguirá involucionando?".

Massa, aprovechando el momento, le explicó en un minuto su derrotero en el peronismo: le contó que se había tenido que ir del partido –léase PJ+FPV-, que había fundado su propio espacio en virtud de la imposibilidad de convivir con el kirchnerismo y Cristina y que la oposición peronista iba en camino de evolucionar y desarrollarse en formas más institucionales y democráticas y que eso sería posible gracias a la participación de los "hijos de la democracia", los jóvenes ahora involucrados en la política y que eso sería posible gracias a la acción de otros peronistas como Juan Manuel Urtubey y José Manuel de la Sota, con quienes compartía la misma idea.

Si puede llamar la atención que la cuestión de la participación de la oposición "constructiva" junto al gobierno macrista, haya aparecido con tanta insistencia en Davos, más sorpresa puede causar una definición que se escuchó en una cumbre informal de empresarios esta semana. "Todos estamos de acuerdo con lo que está haciendo Mauricio (Macri). La cuestión es si lo va a poder llevar adelante. El poder formal de la Casa Rosada está en manos de PRO, pero el Congreso no y en el Senado es peor. Asumamos que estamos frente a una gobernabilidad fraccionada con un poder real repartido" explicó a este periodista uno de las hombres más importantes de negocios del país.

La razón por la que Macri presentó públicamente a Massa como el futuro líder del PJ, no fue para entrometerse en la interna peronista, ni para mandarle un mensaje a Cristina Kirchner, Daniel Scioli o José Luis Gioja, como tampoco para elegir a dedo a "su opositor"; ni significó un error comunicacional del Presidente. Lo hizo para mostrarle al poder real mundial, político, económico y financiero que su Gobierno tiene el control de la Casa Rosada y que encontró peronistas opositores con los que puede convivir para contribuir a que sus decisiones sean apoyadas por el Congreso. La definición de Macri fue tomada con un registro internacional y no nacional. Sorprendió tanto a peronistas, radicales y renovadores, porque es la primera en 17 años, desde Carlos Menem para acá, que un Presidente dice algo pensando más en términos internacionales que locales.

Enterado el Gobierno por Marcos Peña, Susana Malcorra o Fulvio Pompeo –el trio que maneja las relaciones exteriores del país- de que había una preocupación en el mundo desarrollado acerca de la gobernabilidad que muestran Macri y PRO, aceleraron la idea de sumar a la comitiva a Davos a un opositor peronista "presentable" para aquel mundo. Al mismo tiempo, se necesita mostrar a alguien con poder político real. Scioli fue descartado por esas dos razones: es opositor pero sigue a rajatabla el libreto de Cristina –situación que ha desilusionado al Presidente con su ex rival- y, por otra parte, no tiene mayor poder político que el de un puñado de legisladores provinciales en La Plata. Urtubey no fue candidato presidencial y De la Sota no llegó a la elección general. El nombre de Massa quedo sin competencia.

Sería un grave error confundir el viaje de Massa con el futuro político de PRO en la provincia de Buenos Aires y de Massa en particular. Las urgencias internacionales con la que se encontró la Casa Rosada impiden analizar el futuro en términos tan mediatos.

La primera (no grata) novedad es que con la figura de Macri solo no alcanza. No porque en Washington, Londres o Berlín duden de él. Al contrario: las reuniones con Joe Biden y el mismísimo Cameron o Benjamín Netanyahu, la confirmación del encuentro con Barack Obama en Washington entre el 31 de marzo y el 2 de abril –adelantada por esta columna- y la visita de François Hollande en febrero, son ejemplos claros de que los tiempos han cambiado para mejor. Pero para pasar de las reuniones y las promesas a las realidades hace falta más.

Los incumplimientos de la Argentina con el mundo no son nuevos. Ni tampoco patrimonio exclusivo de los Kirchner. Las promesas y los errores políticos de Fernando de la Rúa, la tozudez de Eduardo Duhalde y el populismo de la era K fueron el cóctel perfecto para que el mundo desarrollado decida abandonar al país. La disputa con los acreedores que se quedaron fuera de una renegociación de una deuda publica soberana, rara vez se convierten en una tema de la Casa Blanca, el Departamento del Tesoro o la Corte Suprema de Justicia de EE.UU. Si las voces de esos holdouts llegaron tan alto, fue porque se le quería dar un castigo ejemplar al país. Cristina Kirchner completó la punición haciendo del tema una bandera política, con letra y música de melodías del chavismo venezolano.

El mundo –en su lógica- le pide pruebas a Macri. Argentina, antes que el crédito internacional financiera, perdió el de su palabra. El país carece de la mínima credibilidad en las principales capitales del globo, o sea en el G7 o su versión ampliadas de G8. Si bien China y Rusia fueron la excepción, en el primer caso como consecuencia de las ventajas bilaterales que se lleva Pekín y en el segundo para hacer cualquier cosa que moleste a Occidente.

Al mismo tiempo, debe señalarse que no todo es obra de Cristina. La que era su oposición y ahora es gobierno –PRO, radicales y aliados- subestimaron seriamente el frente internacional. Tarde descubrieron que el no arreglo con los holdouts no fue solo un capricho de Cristina sino también la consecuencia de la tozudez de algunos de esos acreedores que no les importa nada más que hacer un gran negocio con un país que necesita desesperadamente recuperar el crédito internacional. No alcanza solo decirles que se le quiere pagar. Quieren saber cuánto y cuando. Es decir, todo y ya.

También sucede algo parecido con la reapertura de relaciones con los organismos multilaterales, que comenzó muy positivamente esta semana en Davos. Con el amateurismo propio de un gobierno recién llegado, en PRO creían desde que Obama vendría a la asunción de Macri o que pasaría por Buenos Aires en enero. Creyeron que -el demorado- anunció del paquete de préstamos privados bancarios para sostener el tipo de cambio sería un trámite antes de la Navidad. Lo mismo que el préstamo directo del Tesoro norteamericano. Ambas ayudas pueden llegar, pero no de un día para otro.

La que había cambiado era Argentina, oo el mundo. O sea, que hay que ir al Banco Mundial, al BID y a la Corporación Andina desde el primer casillero del juego de la Oca, no sin antes permitirle al FMI volver a auditar al país. Nada nuevo. El mismo escenario con el que lidiaban diariamente Menem o De la Rúa. El flamante mundo kirchnerista de países en desarrollo con la misma fuerza e influencia de los desarrollados fue un sueño. Nunca existió.

Para peor de males, el precio de los commodities –la soja vale un tercio del 2008, cuando fue la guerra con el campo, y el petróleo un cuarto con respeto al mismo año- confirma que se terminó el viento de cola. "Con suerte no tendremos viento de frente" es el chiste que hacen en el Palacio de Hacienda. Y encima, el principal socio económico del país, Brasil no logra salir de su laberinto político y económico.

Por eso Macri con Massa. Y por eso Massa será el titular de la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados. Nada librado al azar.

¿Y el 2017? Falta mucho. Massa, nada inocente, sabe que el Gobierno tiene niveles de aprobación superiores al 60% y que hacer ahora una oposición constructiva y contribuir a la gobernabilidad tiene muchas ventajas. El problema para Massa sería que a Macri le siga yendo bien con la gente o se prorrogue la luna de miel. O que no pague costos por la inflación, las negociaciones paritarias o un eventual parate de la economía.

Demasiadas especulaciones en un país en el que todo cambia en 24 horas.

Fuente: Infobae
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