Un restaurante sanjuanino destacado por un noble gesto con El Payito

Un gesto cotidiano, casi silencioso, terminó despertando una fuerte reacción en redes sociales y abrió una conversación más profunda sobre la convivencia, la empatía y la identidad sanjuanina. El restaurante Siciliano, pasta y café, quedó en el centro de la escena luego de que se viralizara una publicación que relataba la visita de “El Payito”, un personaje popular de la ciudad, y el trato que recibió en el lugar.

“Hoy pasó El Payito por Siciliano”, decía el posteo que comenzó a circular y a sumar comentarios. El texto no buscó idealizar la situación ni esconder las contradicciones que genera su figura. “Muchos sanjuaninos lo conocen: querido por algunos, molesto para otros”, señalaba, reconociendo una realidad que forma parte del día a día en la ciudad. También hablaba de su forma de vivir, de sus límites y de esas actitudes que a veces incomodan o descolocan.

Sin embargo, el eje no estuvo puesto en el personaje, sino en la reacción que provocó verlo sentado, solo, comiendo. “No lo escribo para aplaudir ni para criticar. Lo escribo porque verlo ahí me hizo pensar en que ser sanjuanino también es esto: tender una mano cuando se puede”, reflexionaba la autora de la publicación, que rápidamente fue replicada por cientos de usuarios.

Con el correr de las horas, los comentarios terminaron de completar la historia. Varios usuarios aclararon que no se trató de un hecho aislado, sino de una actitud sostenida en el tiempo. Según relataron, El Payito suele asistir al restaurante y en más de una oportunidad recibió un plato de comida, especialmente ñoquis, su pedido favorito. También destacaron que el trato que recibe es siempre el mismo: respeto, afecto y nunca burla.

La repercusión no tardó en llegar. Hubo mensajes de agradecimiento, otros de reflexión y algunos que pusieron el foco en la necesidad de mirar estas situaciones sin cinismo ni golpes bajos. En un contexto donde muchas veces la viralización expone desde el morbo o la crítica, el caso de Siciliano abrió otra puerta: la de los gestos pequeños que no buscan aplausos, pero que dicen mucho.