Cábalas, ilusión y el sueño de la casa propia: así se vive el sorteo del IPV

Más de 28.000 familias participan del segundo sorteo público del año. Desde la Caja de Acción Social aseguran máxima transparencia, mientras vecinos esperan con fe y ansiedad frente a la sala.

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El Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) realiza este jueves el segundo sorteo del año, con 344 casas en disputa y más de 28.000 familias inscriptas que sueñan con acceder a un techo propio. La jornada se desarrolla en la Caja de Acción Social (CAS), en Capital, donde se montó un operativo especial que conjuga controles técnicos, transmisión en vivo y un amplio despliegue de escribanos y personal de fiscalización.

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Juan Pablo Medina, gerente de la CAS, aseguró que se trabajó “con todo un equipo profesionalizado, atento a cada detalle para garantizar transparencia y tranquilidad a la gente”. Según explicó, el sorteo se realiza con una máquina de última generación, certificada con estándares internacionales y equipada con bolillas de porcelana que poseen un chip en su núcleo, lo que reduce al mínimo la intervención humana. Antes del inicio, cada bolilla fue pesada, medida y controlada bajo acta notarial, en un procedimiento que “cumple con los más estrictos protocolos internacionales”.

El funcionario explicó además que el proceso es registrado por duplicado con cámaras que graban en crudo de forma ininterrumpida. “En caso de que hubiera un corte de transmisión, el sorteo se detiene y se retoma. Queremos evitar cualquier sospecha: cada una de las 344 viviendas se adjudica por azar”, destacó Medina.

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Por la magnitud de esta edición, que supera en casi un 60% al sorteo anterior (219 casas), se prevé que la jornada se extienda hasta la tarde. Alrededor de las 13:20 habrá una pausa obligatoria para cumplir con los sorteos de la Quiniela, y el acto continuará cerca de las 15:30.

Mientras tanto, en la puerta de la Caja de Acción Social, la espera se vive con nervios y fe. Karla, vecina de un asentamiento en Chimbas y madre de tres hijos, confesó que decidió asistir porque ni siquiera podía seguir el sorteo en casa. “Se me rompió el control del televisor, dejé a los chicos en la escuela y me vine directo. Confío en Dios en que hoy se va a dar”, dijo conmovida.

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Otra postulante contó que lleva siete años alquilando junto a sus dos hijas y busca una solución definitiva en un barrio de Pocito. “Alquilo, pero ya no aguanto más. Creo que la suerte está acá, no en casa”, relató mientras aguardaba su turno.

Rocío, en tanto, llegó acompañada de sus padres y su pequeño hijo. Su familia debe desalojar en seis meses y no tiene recursos para un alquiler. “No creo en los santos, pero sí en Dios. Vine a hacer mi cábala: presenciar el sorteo. Tenemos mucha fe”, afirmó.

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