La borocotización del Concejo de la Capital

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Aunque fueron electos como la expresión del “cambio” que llegaba para hacer contrapeso al Ejecutivo, dos concejales del Frente Compromiso con San Juan votaron a favor del Frente para la Victoria para los cargos más importantes del órgano. Las increíbles justificaciones para avalar el panquequismo y la subestimación constante del electorado como modo de hacer política.




 

 

En épocas de campaña, en las caminatas de ACTUAR, Juan Sansó, la candidata a diputada departamental Marianela López y la actual concejal del Bloquismo, Silvia Olmos.

POR GRACIELA MARCET

“Las urnas dijeron que la gente quiere más diálogo” manifestaron los representantes de los distintos partidos después de las elecciones del 25 de octubre. Esa “necesidad de cambio”, que fue exhibida por la oposición como un logro de su campaña, fue reconocida en San Juan por el mismo oficialismo, que tras una década de actuar a sus anchas con la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en la mayoría de los municipios, salió a mostrar una aparente flexibilidad ante el nuevo escenario planteado en los últimos comicios. “Es tiempo de empezar a consensuar para tomar cada decisión” repitieron todos al unísono. Pero cuando llegó el turno de pasar de la palabra a la acción, el diálogo, el consenso y el respeto a la voluntad popular quedaron rápidamente en el olvido.

El hecho se produjo en el Concejo Deliberante de la Capital, en una jugada que marcó un tiempo récord para iniciar la clásica operación de “transfuguismo político”, conocida en la Argentina como borocotización. Antes de asumir, los concejales del Frente Compromiso con San Juan, Gonzalo Campos (basualdismo) y Silvia Olmos (bloquismo disidente) votaron a favor del Frente para la Victoria para el cargo de presidente del Concejo, cuando su bloque había propuesto inclinarse por el colombista Juan Sansó. Más allá del consenso tácito y generalizado que existe sobre reservar  este puesto para la fuerza que acompaña al intendente, el problema radicó en la falta de comunicación entre los distintos bloques para acordar este lugar clave y diseñar un tablero equilibrado en función de otros roles fundamentales, como la vicepresidencia primera, la vicepresidencia segunda y la secretaría administrativa.

Como dicen en el barrio, se cortaron solos. Campos y Olmos fueron acusados de haber arreglado con el oficialismo a espaldas de las opciones que manejaba la oposición y al parecer, el diálogo fue solo para unos pocos. La votación general dio como ganador al concejal que figuraba primero en la lista de Franco Aranda, Juan Pablo Dara, pese a que el FPV solo cuenta con 5 bancas, a diferencia de las 7 que ocupa la oposición, con 4 para el basualdismo y 3 para Cambiemos.

Aunque los alfiles de Aranda intentaron salir a calmar los ánimos con la lógica de una presidencia oficialista, la irritación fue imparable cuando las demás fuerzas advirtieron que tampoco pudieron acceder a los otros cargos más codiciados. Con enojo y sorpresa, comprobaron que la vicepresidencia primera quedó en manos de Campos, la vicepresidencia segunda fue para Olmos y el cargo de secretario administrativo fue para Alejandra Caneva, la esposa de Aranda.

Algo huele mal pensaron Juan Sansó y María Eugenia Raverta que, unidos bajo el mismo criterio, tuvieron un fuerte encontronazo con Campos en el programa A Media Mañana, conducido por Mariano Bataller y Nina Galván. Sin embargo, las recriminaciones y pases de factura que salieron al aire fueron un cuento de hadas en relación al verdadero enfrentamiento, que había tenido lugar minutos antes en la puerta de Canal 8. Según contaron quienes pasaron por los pasillos, el más enojado fue Sansó, que cuestionó duramente a Campos por no haber cumplido con su rol opositor.

“El elector de la Capital fue muy inteligente al votar porque quiso hacer un Concejo sin mayorías absolutas para que haya que consensuar y eso no fue respetado en esta votación” dijo Sansó cuando se encendieron las cámaras, advirtiendo que estos arreglos “no son gratis”. Al ser interpelado sobre la posibilidad de haber recibido un beneficio por votar a favor del oficialismo, Campos se escapó por la tangente y aseguró que aquí “lo importante es controlar al intendente”. “Lo peor que podemos hacer es no hacerle modificaciones al presupuesto como ha sucedido antes, con pseudo-opositores que no han hecho las cosas bien” expresó en una débil defensa, que no hizo más que llamar la atención por su incoherencia.


Rodolfo Colombo junto a Gonzalo Campos.
Rodolfo Colombo junto a Gonzalo Campos.

¿Cuál sería entonces la verdadera oposición? Si el “control” al intendente significa facilitarle el terreno para seguir manejando la batuta, mejor no imaginar cuál será la pseudo-oposición y cuánto más rápido pueden algunos deshacerse de las promesas de “mayor equilibrio” que realizaron hasta el hartazgo en tiempos de campaña.

“Si bien la gente eligió un cambio, consideramos que éticamente y prudentemente, y siguiendo las normativas, le correspondía a Franco Aranda colocar a la persona de su máxima confianza al frente de la presidencia. Nosotros acompañamos porque por convicción hemos creído conveniente que eso sucediese” cerró Campos, en otro armado discursivo digno de estudio para cualquier analista. Por mi parte, solo me atrevería a llamar la atención sobre la extraña aparición de la palabra ética, en una explicación que no tarda en destacar la conveniencia de un arreglo muy alejado del consenso que dijeron procurar.  

¿Conveniente para quién? es otra de las preguntas inevitables en relación a una decisión que no parece beneficiar demasiado a los vecinos que votaron por una composición más equilibrada. “Indudablemente hubo una negociación para repartir cargos” dijo sin vueltas Sansó en una entrevista radial, en la que no tuvo reparos en señalar la oportuna designación de Campos como vicepresidente del órgano, un cargo que al igual que la secretaría administrativa, suele ser decidido por la fuerza opositora que represente la primera minoría.

“Cambiarle la vida a la gente”

Las negociaciones que se realizan en este ámbito para mejorar las perspectivas de poder no son nuevas y se dan tanto a nivel provincial como nacional. Y aunque en la última década San Juan estuvo dominada por la abrumadora mayoría del Frente para la Victoria en los diferentes órganos, el último paralelismo con la situación actual puede trazarse en el año 2003, cuando el intendente Enrique Conti debió gestionar la presidencia del Concejo de la Capital para Alejandro Bravo y conceder la secretaría administrativa para el justicialismo.

Doce años después, Conti parece haber olvidado la importancia que en aquella época otorgaba a los acuerdos de este tipo. O al menos eso fue lo que dio a entender en Radio Light, cuando quiso mostrarse totalmente desprendido de las peleas por los cargos. “Empezar enemistadamente por un cargo que no define nada creo que es solo para mostrar una posición de poder. La posición de poder hay que mostrarla siendo una oposición constructiva y no veo que al vecino de la Capital le vaya a cambiar la vida que el presidente del Concejo sea de uno u otro color” dijo el líder del bloquismo disidente. Al ser interrogado sobre los ofrecimientos que pudo haber habido en la negociación, Conti afirmó que su fuerza no pidió “ningún tipo de beneficio”. “Uno viene de ocupar otras dignidades más importantes que ser intendente de la Capital. Cuando uno ha sido tres veces ministro de Economía de la Provincia, diputado y demás, no veo que haya un cambio por un cargo que no le cambia la vida al Concejo ni al Poder Ejecutivo” aseguró.

¿Cuántas formas de subestimar a los electores pueden entrar en tan pocas frases? Tantas como implica suponer que el vecino de Capital, al que tanto endiosan en la campaña, es un ser con escasos niveles de información social y política, que no sabe para qué sirve el Concejo Deliberante ni le importa, que no entiende la diferencia entre un cargo clave ocupado por un partido político o por otro y que pone en la urna el papelito que encuentra más a mano, sin buscar que sus representantes tengan discusiones constructivas para defender sus intereses.


Los Concejales capitalinos se reunieron en los pasillos de Canal 8 en medio de un clima tenso.
Los Concejales capitalinos se reunieron en los pasillos de Canal 8 en medio de un clima tenso.

Se le pasó por alto a Conti, y a sus representantes en el Concejo, que la mayor parte de los vecinos votaron demostrando exactamente lo contrario, haciendo un evidente corte de boleta para crear contrapeso entre el Ejecutivo y los concejales. Se le olvidó también, o más bien quiso que los demás se olviden, que el rol del presidente no es para nada menor, si se tiene en cuenta el poder que tiene para definir cuestiones fundamentales para la ciudad, haciendo uso de su voto doble cuando una votación termina en empate y supliendo al intendente cuando este tiene una ausencia temporaria o una suspensión.

Si el cargo es tan poco importante ¿por qué su concejal aliada no evitó el escándalo y votó directamente por el frente por el que fue elegida? Si las altas dignidades que Conti ocupó a lo largo de su carrera hoy le impiden preocuparse por cargos tan bajos ¿por qué en la campaña nos decían que era importante votarlos para “cambiarle la vida a la ciudad”? ¿Cuán rápido puede cambiar el discurso sobre qué es lo que nos cambia o no la vida? ¿Cuán ignorantes creen algunos políticos que somos los votantes, elevados a la categoría de seres sagrados antes de las elecciones y bajados de un hondazo al subsuelo de la torpeza y el primitivismo social cuando llega la hora de empezar a escalar?

Los intentos de frenar la borocotización

En el medio de las acusaciones y justificaciones insólitas, el representante de ACTUAR, Juan Sansó, aseguró en el programa radial Rompecabezas que pediría una sanción para Gonzalo Campos por la decisión que defraudó a su bloque. Aunque aún no sabemos a qué tipo de medida se refiere, los antecedentes indican que no es la primera vez que surgen intentos de condenar estas acciones.

En 2008, el bloque socialista en Diputados presentó un proyecto para sancionar la práctica del transfuguismo, que tiene lugar cuando un legislador abandona el partido con el que ganó las elecciones para ocupar una banca de otra fuerza. El castigo propuesto por el socialismo era “la inhabilitación especial de cuatro a seis años para desempeñar cargos públicos, cuando la conducta obedezca a un acto de corrupción” por la “estafa política al ciudadano que ve su voto modificado, su voluntad vulnerada y un completo estado de indefensión ante tales situaciones”.

Aunque en el Concejo de la Capital no hubo un pase total hacia otro partido, la maniobra ya provocó un quiebre difícil de resolver en el bloque opositor más numeroso, lo que podría condicionar los movimientos futuros del Concejo. Y más allá de lo que suceda en el recinto, no habrá que perder de vista este episodio, que es solo un símbolo de lo que puede venir si los representantes que elegimos se olvidan de las promesas incluso antes de asumir.
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