
Las consultas serán los miércoles a partir de las 17, con turno previo. El único requisito será donar un alimento no perecedero.
Integrante del Comando Anfibio de la Infantería de Marina, formó parte del grupo que desembarcó en las islas el 2 de abril de 1982. Hoy mantiene viva la memoria y es uno de los impulsores del primer museo de veteranos en San Juan.
Interés GeneralEl 27 de marzo de 1982, César Ozan recibió una orden que cambiaría el curso de su vida. Tenía 19 años y pertenecía al cuerpo de comandos anfibios de la Infantería de Marina. “Nos dijeron que nos preparáramos y embarcáramos rumbo a Puerto Belgrano. No sabíamos bien qué pasaba. Parecía un ejercicio más, pero el movimiento era inusual: demasiada gente, toda la flota lista… algo se venía”, recuerda.
Tres días después, durante la navegación, llegó la confirmación: no se trataba de una maniobra rutinaria. “Recibimos la orden de operaciones: íbamos a recuperar Malvinas. Ahí entendimos que no era una práctica. Era real.”
El 2 de abril, antes del amanecer, 91 hombres desembarcaron desde el buque Santísima Trinidad. Caminaron varios kilómetros hasta el cuartel de los Royal Marines. Ozan integraba el grupo que debía tomar esa base británica, mientras otro grupo se dirigía a la residencia del gobernador. “Desembarcamos en silencio, con el mar bravo. Fue en botes de goma, con olas de hasta cinco metros. Íbamos concentrados, no pensábamos ni en el frío ni en el hambre. La adrenalina era total.”
La toma del cuartel se concretó sin bajas, pero la casa del gobernador fue escenario de un tiroteo feroz. “La orden era clara: recuperar sin herir, sin matar y sin destruir. Difícil, porque del otro lado no tenían esa consigna. Ahí cayó herido de muerte el capitán Giachino. También resultaron heridos García Quiroga y Urbina, el enfermero que intentó socorrer a los caídos.”
La bandera argentina se izó esa misma mañana. Una de ellas, no oficial, fue confeccionada por Guillermo Rodríguez, suboficial y sanjuanino de Pocito. “La cosió con lo que tenía. Fue la primera bandera hecha en Malvinas por nosotros. Hoy está guardada como un tesoro.”
Ozan volvió a Mar del Plata unos días después, pero a la semana recibió una nueva orden: regresar a Malvinas. Esta vez, la misión era sostener la defensa de la isla. “Volvimos solo diez. La idea era hacer relevos cada quince días, pero nunca ocurrió. Estuvimos 74 días ahí. Conocí la Isla Soledad entera. La caminé, la volé, la navegué.”
Durante esa etapa, participó en 14 misiones tácticas. “Teníamos que cortar comunicaciones, desarmar estancias, buscar infiltrados, verificar si los isleños eran civiles o soldados encubiertos. Un día, encontramos a uno: estaba escondido, había quedado del grupo anterior.” Así fue como trazaron un mapa minucioso del terreno. “Ya conocíamos todo. Por eso sabíamos que San Carlos era el punto más probable para un desembarco. Y ahí fue donde ocurrió.”
Con voz calma, pero firme, cuenta que cada combate se vivía en tensión constante. “Durante no se piensa, se actúa. Después llega el peso de lo vivido. Ahí aparece la emoción, el dolor. Pero mientras estás ahí, hacés lo que sabés hacer. Para eso nos entrenamos durante más de doce años.”
La rendición argentina llegó después de semanas de desgaste. Para Ozan, el final fue agridulce. “Más que una derrota, fue un alto el fuego. Nosotros seguimos combatiendo, pero ahora desde otro lugar: la memoria, la diplomacia, el reclamo pacífico.”
En 2019 volvió a las islas como parte de una delegación de veteranos. “No era la Malvinas que conocí. Está muy desarrollada, con actividad petrolera, barrios nuevos, una ciudad limpia, moderna, ordenada. Ya hay otra comunidad, con fuerte presencia militar.
Hoy, más de cuatro décadas después, César Ozan sigue vinculado a la causa. Participa activamente en el Centro de Excombatientes del Atlántico Sur y forma parte del proyecto que dará a San Juan su primer museo sobre Malvinas. “No tiene sentido tener todo guardado. Hay que ponerlo a disposición de la comunidad, sobre todo de los jóvenes. Lo hacemos sin ayuda del Estado. Es un esfuerzo de los asociados.”
La última noche, en la vigilia del 2 de abril, el acto dejó de hacerse en la Plaza España para realizarse en el centro de los veteranos. El motivo fue claro: marcar el inicio de una nueva etapa. “Vamos a construir un espacio cultural que es para todos, especialmente para las escuelas. Es un sueño de casi 40 años. Y todo lo que hacemos es por ellos, los que quedaron allá. Ellos son la verdadera razón de todo esto.”
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