La economía aborigen levanta la bandera del comercio justo

Economía
máscaras
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Para procurar ingresos a varias comunidades originarias, ONG Y empresas compran sus producciones bajo determinadas reglas.




 

Artesanías y cultivos, ejes de la economía aborigen alentada por el comercio justo.

Cuenta una leyenda que en los inicios del mundo, un joven llamado Cosakaít vivía muy enamorado de la hija de un cacique de su comunidad. Pero ella no correspondía a ese amor y él, angustiado, perdió sus fuerzas y cayó muy enfermo. Pidió entonces, como última voluntad, ver a la joven. Como ella se negó, Cosakaít le hizo saber, a través de su madre, que aunque se le fuera la vida, él estaría siempre cerca y que adornaría con flores su cabeza. El enamorado murió y sobre el lugar donde fue sepultado creció un árbol de flores perfumadas y madera generosa. La narración aborigen del norte argentino le asigna su origen al palo santo, cuya madera -tomada de la naturaleza cuando ya está seca- es una de las materias primas más usadas en artesanías, una de las bases de la economía de varias comunidades indígenas, afectadas fuertemente por la pobreza y la falta de acceso a servicios.

De copetineros a máscaras para decorar paredes, muchos objetos que pueden verse en locales de venta surgieron de una adaptación para darles funcionalidad. En eso y en otros aspectos hubo intervención de grupos de personas que, en algunos casos con adhesión a las reglas del comercio justo, se aliaron a artesanos para sumar eslabones y armar la cadena: ellos buscan en el entorno las materias primas y las trabajan, y las ONG o empresas compran la producción, previo consenso de precios, para comercializarla en lugares muchas veces alejados.

Arte y Esperanza es una asociación civil nacida hace casi tres décadas, que trabaja con más de 500 familias de 36 comunidades y ocho etnias. "Al principio hubo un proceso de asistencialismo y después se pensó en cómo dar respuesta a necesidades de más largo plazo", cuenta Sebastián Homps, vicepresidente de la ONG. Sus padres formaron parte del primer grupo que, desde un colegio de Vicente López, dio impulso a los viajes a la localidad formoseña de Pozo del Tigre, que fueron la semilla de todo. Del precio de los productos, entre un 40% y 60% llega a los artesanos; el porcentaje varía según las necesidades de cada lugar. "El resto se distribuye entre logística, capacitación, proyectos y el mantenimiento de las tiendas", dice Homps.

Con la certificación de la ONG global World Fair Trade Organization (WFTO), Arte y Esperanza tiene locales en San Telmo y San Isidro, y junto con la organización Manos Andinas se abrieron tiendas en Humahuaca e Iruya. "A estos lugares los administra gente de la zona, porque el objetivo es que sean autosustentables", explica Homps.

El sello exige cumplir con los principios del comercio justo; entre ellos, los de abrir oportunidades para productores en desventaja y garantizar las buenas condiciones de trabajo y el cuidado del medio ambiente.

Además de la madera, la fibra obtenida de la planta chaguar es otro insumo típico, en este caso utilizado por mujeres de comunidades como la whichi, para carteras, cinturones o caminos de mesa. La extracción de las hojas se hace de tal forma que permite que la planta siga creciendo y, según Homps, si bien estas prácticas ya eran habituales, se intenta fortalecer el concepto de evitar la pérdida de la biodiversidad.

En la Fundación Silataj -que tiene vínculo con unos 400 artesanos y certificación WFTO- hubo una campaña para reforestar una zona de palos borrachos, el árbol del que se toma la madera para las máscaras con figuras de animales del monte, hechas por el pueblo chané.

Silataj, que significa "lo mejor" en lengua wichi, tuvo también su origen hace unos 30 años, tras un viaje al Norte, según recuerda Noel Ros, una de las fundadoras. La idea de vender las artesanías nació de los propios aborígenes. "Nuestro objetivo es la fuente de trabajo para las comunidades", relata Ros.

Uno de los rasgos que debieron tener en cuenta las organizaciones de comercio justo es que, con una economía originaria basada en la caza y la recolección, estos pueblos no son previsores. "La producción indígena tiene varios factores de fluctuación; si llueve mucho, por ejemplo, no se consigue madera, y a eso se suman dificultades por cuestiones más prácticas, como que no consigan cajas para hacer envíos", cuenta Agustina Pagano, también de Silataj, que tiene locales en el barrio porteño de Belgrano y en la cercanía de la plaza Libertad.

Las distancias y las dificultades para formalizar la actividad son otros factores que traban las posibilidades de un mayor desarrollo.

Las iniciativas, de todas formas, son varias. Achalay Sustentable, un emprendimiento de comercio justo dedicado al sector de alimentos, cuenta con productos indígenas dentro de su oferta de "regalos éticos" enfocada a empresas. Entre las alternativas hay artesanías que provienen del Gran Chaco y canastos hechos por mujeres qom.

La venta de artesanías no es el único tipo de alianzas para llevar ingresos a comunidades aborígenes. Entre mate y mate compartido por compañeros de estudio, hace unos años nació Guayaki (el nombre es el de una tribu de Paraguay), una empresa B (genera impacto social y ambiental) productora de yerba mate orgánica y alimentos derivados que se venden en los Estados Unidos y Canadá. Los productores, de comunidades de Brasil y Paraguay, hacen cultivos bajo la sombra del bosque y reciben un precio que es un 35% superior a sus costos, según explica Alex Pryor, creador de la empresa que avanza en un proyecto para 22 familias de la comunidad guaraní de Andresito, provincia de Misiones (se estima que en un año empezará la comercialización).

Según la reglas de la Fair Trade Federation, seguidas por Guayaki, la comunidad decide en asamblea el destino de una prima (dinero) recibida por su producción. De esa práctica, cuenta Pryor, se derivan acciones y obras que benefician a todo un pueblo, sin importar el origen de cada quien. Son ventajas de la integración: sentirse parte del todo y con algo para aportar al otro.

Máscaras


máscaras

Son típicas de la cultura indígena chané (norte de Salta) y tienen, en su origen, un uso ritual. Las que se venden son de yuchán (palo borracho)

Carteras


carteras


Esta artesanía de etnias como la wichi está realizada con fibras de las hojas de una planta llamada chaguar, que crece en los montes

Yerba mate


yerba mate


La empresa Guayaki trabaja en alianza con productores indígenas de Brasil, Paraguay y la Argentina; cultivan bajo la sombra del bosque

10 principios

El comercio justo exige respetar sus pautas
Oportunidades

Crear opciones para procurar el desarrollo de productores que están en desventaja

Transparencia

La organización que comercializa debe rendir cuentas frente a sus proveedores

Justicia

Las prácticas comerciales deben ser justas; los bienes se compran y no están dados en consignación

Precio

Surge de un acuerdo de partes; se capacita a los proveedores para que sepan de costos

Sin abusos

Se prohíben el trabajo infantil y las tareas forzosas para los productores

Sin discriminar

Al emplear, promover o capacitar no se distingue a las personas según su raza, género, ideas o estado de salud

Trabajo seguro

Se respetan las normas establecidas por el país para el empleo

Capacidades

Se promueve a las personas para que desarrollen sus habilidades

Promoción

Se informa a los clientes sobre los principios del comercio justo y las tareas que hace la organización

Medio ambiente

Se maximiza el uso de materias primas sustentables y se reduce el uso de energía

Fuente: La Nación
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