“Los médicos la daban por muert4”: Luana tiene parálisis cerebral y una cirugía podría cambiarle la vida

La nena nació por una cesárea de emergencia y estuvo varios minutos sin respirar. Ahora cumplió 14 años y espera por una operación para poder caminar.

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Luana
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Luana sufrió parálisis cerebral al nacer. A pesar del desfavorable pronóstico de los médicos, ella cumplió 14 años por la lucha de su madre, Lucía Espindola (29), que no bajó los brazos para darle la mejor calidad de vida posible.

“Luana nació por una cesárea de emergencia a las 38 semanas. Se movió de lugar y no le llegó oxígeno al cerebro. El médico no me dijo que el parto se había complicado y que ella iba a quedar con secuelas”, recordó la mujer. Un año después, la nena fue diagnosticada.

Lucía había visto que algo no estaba bien con su hija. La primera vez que intentó amamantarla vio que se “puso morada” y tuvo que sacudirla para reanimarla. “Cuando le comenté a la pediatra, me dijo que podía ser que se ahogó porque estaba muy bebé”, contó la madre, quien vive con Luana y sus otros tres hijos (11, 7 y 3 años) en San José del Rincón, una ciudad de Santa Fe.

A los 17 días de vida, ella llevó a su beba de nuevo al hospital y los médicos le dijeron que iban a dejarla en observación porque seguía con problemas para alimentarse.

“Le di el pecho y la acosté. Las enfermeras venían a controlarla y, en una de esas, Luana se puso pálida, tenía los labios morados y las manos negras. En seguida, le pusieron oxígeno, la llevaron a terapia intensiva y, ahí, los médicos me dijeron que la iban a entubar, que no respiraba y que me despidiera de mi hija. No sé cómo, un milagro de Dios, volvió en sí”, recordó.

La nena estuvo internada por un mes. Después de que le hicieran distintos estudios, los médicos descubrieron que tenía reflujo estomacal y no podía alimentarse con la leche materna u otro líquido porque no lo toleraba. Hasta hoy, Luana no puede tomar leche.

“Luana no estaba bien”

“Nunca supimos, porque el embarazo transcurrió bien. Al pasar los meses, me di cuenta de que Luana no estaba bien. No la escuchaba llorar, no movía la cabeza, sonreía y miraba de reojo”, indicó Lucía. Estos eran los indicios en los que insistía su mamá en cada consulta a su pediatra, pero en los controles no descubrieron nada.

Lucía insistió en buscar una segunda opinión y fue derivada a un neurólogo. “El turno se demoró cinco meses. Luana ya tenía un año cuando la llevé. Cuando el médico la vio, me dijo que mi nena tenía una discapacidad”, contó. Una resonancia magnética confirmó que Luana tenía una parálisis cerebral infantil por la falta de oxígeno durante el parto.

Cuando tenía ocho años, sufrió la primera convulsión y fue diagnosticada con epilepsia muchos meses después. Esta enfermedad se desencadenó producto de la parálisis.

Luana también sufre otras complicaciones de salud. “Ella es alérgica al cambio de clima. Desde chiquita, tiene muchas internaciones porque vivía con neumonía. Siempre tiene las defensas bajas. Si hace demasiado calor o demasiado frío, le afecta. Si levanta fiebre, por el calor, convulsiona”, aseguró Lucía.

“Aprendí a ser fuerte”

Con solo 15 años, Lucía dejó su hogar. “Me fui por un problema que tuve. Al año conocí al papá de Luana y, a los meses, quedé embarazada”, relató. A tan corta edad, tuvo que enfrentarse con el miedo de ver que su bebé no evolucionaba y descubrió el motivo de golpe. “Me sentía sola”, aseveró.

Sin embargo, Lucía encontró en la compañía que tanto necesitaba en su hija y ambas tienen un vínculo especial.“Siempre estamos nosotras dos, ella entiende y se da a entender, solo que tiene un retraso mental, pero de a poco avanza. Ella busca sentarse, pararse y se baja de la camita. Dentro de todo, está bien, porque no depende de nada para respirar”, explicó.

No deja de ser un desafío. Desde hace un año, Lucía lleva a upa a Luana a las consultas médicas y a todos lados porque sigue en espera para que el Estado le entregue una silla de ruedas que se adapte a su tamaño. Tiene que estar junto a su hija en todo momento y no son pocas las internaciones.

En estos 14 años, Lucía se volvió inquebrantable: “Aprendí a ser fuerte, a ver siempre el lado bueno de las cosas, a creer que no hay imposibles. Dentro de todo, mi hija está bien, no depende de un aparato para respirar. Es una nena fuerte y feliz. Al salir de una convulsión, me mira como diciendo ‘mamá, estoy bien’, y sonríe. Ella todo lo supera. Aparte de ser mamá, me enseñó un montón de la vida”.

Una segunda oportunidad para caminar

Luana será operada de las piernas el próximo 4 de diciembre y de esa manera, espera mejorar su condición de vida. La intervención tendrá lugar en el Hospital de Niños de Rosario. Esta sería una segunda oportunidad para ella. “Si sale bien, podría llegar a caminar con rehabilitación, tiene muchas posibilidades. Ella tiene fuerza. Si ella puede caminar, es un montonazo”, destacó su mamá.

La intervención será gratuita, pero Lucía debe afrontar los gastos de traslado, hospedaje y cuidados posoperatorios. También necesita habilitar su casa para que su hija no corra riesgo de enfermarse. Es una cifra imposible de calcular y difícil de conseguir, por lo que debió solicitar ayuda a las autoridades. “Insistí en la Municipalidad y nos dijeron que no nos pueden ayudar, así que empezamos con la colecta solidaria”, dijo.

Si bien tiene conocimientos de panadería y costura, Lucía no tiene otro ingreso más que la asistencia social por sus hijos y la pensión que recibe por la nena, un presupuesto que no dura un mes debido a sus necesidades (pañales, yogur y alimentos). Además, no puede trabajar porque debe cuidar a Luana a tiempo completo.

“Nosotros no contamos con la ayuda de nadie”, afirmó y dijo que tampoco tiene un capital para crear un emprendimiento, a pesar de haberlo intentado: “Gracias a una señora que donó, compré ropa y estaba ahorrando, pero Luana se enfermó. Con ese dinero, compramos para comer”.

En la cuenta de Instagram @sooy_luaana están los datos para colaborar con la nena. También hay una petición de change.org con la consigna “Una vivienda para Luana”. “Es el Estado el que tiene que hacerse cargo”, insistió Lucía. “Cambian los intendentes y no les importa nada. Tengo la angustia porque mi hija pasa hambre y frío. No puedo hacer nada, no tengo la voz para hacer algo más grande”, reclamó.

Pero frente a todas las dificultades, Lucía sigue luchando. “Nunca jamás dije, ‘¿por qué me pasó a mí?’. Siempre dije ‘gracias, porque fue lo mejor que me pudo pasar’. Dejé todo lo malo atrás. No importan las pruebas que nos ponga la vida porque tengo mucha fe en Dios. Creo que él tiene mejores planes para ella”.

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