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El sanjuanino que superó sus adiciones gracias al boxeo y hoy ayuda a los más jóvenes
Fabricio Valenzuela, quien superó la adicción a las drogas y el alcohol gracias al boxeo, hoy dirige un gimnasio en San Juan donde enseña a más de 150 jóvenes. A través de su historia de vida, Valenzuela busca devolverle al deporte lo que este le dio: una segunda oportunidad.
Diario MóvilFabricio Valenzuela tenía todo para perder. Durante años, su vida estuvo marcada por la depresión, las drogas y el alcohol, una combinación que lo fue alejando de su familia y lo sumergió en un abismo del que parecía no haber salida. "La vida mía fue bastante complicada", confiesa Valenzuela al recordar su pasado. “Estuve sumergido en las drogas, en el alcohol. Era yo quien organizaba los viajes [para ver bandas], así que tenía muchísima facilidad para consumir”.
El punto de quiebre llegó cuando comenzó a perder su familia. La separación de su pareja y la necesidad de ser un mejor padre para su hijo de 12 años lo impulsaron a buscar ayuda. "Mi nene me motivaba para ir a entrenar boxeo", relata. En 2018, Valenzuela dio su primer paso hacia la recuperación al inscribirse en la escuelita de boxeo de Oswaldo Martí Corena. La decisión no fue fácil, pero era necesaria. "Empecé buscando ayuda de mi hermana, y la psicóloga me envió a hacer deporte", explica.
El boxeo se convirtió en su tabla de salvación. No solo logró perder peso, bajando de 132 a 110 kilos, sino que también encontró un propósito. En uno de sus trabajos en la cordillera, coincidió con Roberto Lollacin, un exboxeador profesional que, tras escuchar su historia, le propuso entrenar juntos. "No lo podía creer, se me cayeron las lágrimas porque Dios me puso esa persona en el momento en que más lo necesitaba", recuerda con emoción.
El entrenamiento en la cordillera no solo benefició a Valenzuela, sino que pronto se sumaron otros compañeros. "Llegamos a tener como 30 chicos entrenando allá arriba. Cada uno también pasando su situación, y fue muy lindo poderles dar una mano con el boxeo", comenta.
Este primer éxito lo llevó a soñar con algo más grande: un gimnasio propio en San Juan. A pesar de las dudas de quienes lo rodeaban, Valenzuela no se detuvo. "Empezamos con tres colchonetas y tres bolsas", dice, pero cuatro años después, el proyecto ha crecido de manera impresionante, contando actualmente con más de 150 alumnos y seis turnos diarios.
El gimnasio no solo es un espacio de entrenamiento, sino también un refugio para jóvenes que, como él, buscan salir de situaciones difíciles. "Si a mí me sirvió y me sacó de ese momento tan feo, ¿por qué no ayudar a otras personas?", se pregunta Valenzuela. Su labor no se limita al gimnasio; también realiza tareas solidarias en centros de adicciones y merenderos, llevando el boxeo a aquellos que más lo necesitan. "Estamos mostrando el boxeo por todos lados para que, en algún momento, si están pasando por una difícil situación, se puedan acercar a este deporte que es maravilloso".
Hoy, Fabricio Valenzuela no solo es un sobreviviente, sino un faro de esperanza para muchos jóvenes en San Juan. Gracias al boxeo, ha encontrado una nueva misión en la vida: ayudar a otros a encontrar su propio camino hacia la luz.
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