Encuestas polémicas: el arte de construir un candidato
DestacadosPor Graciela Marcet
Robert Orben, el cómico que trabajó escribiendo algunos de los discursos del presidente estadounidense Gerald Ford, dijo que a veces tenía la sensación de que “uno vota solo para saber si las encuestas tienen razón». Más allá del humor y de la diferencia entre la voluntariedad del sistema yanqui y la obligatoriedad del argentino, la frase tiene mucho de cierto en relación al enigmático y paradójicamente impredecible mundo de las encuestas. ¿Pueden los sondeos anticipar los resultados de una elección? ¿Existe manipulación? ¿Las consultoras dibujan los números según el origen del financiamiento o se trata simples de fallas del proceso?
Ante el tsunami de pronósticos desatado en la carrera electoral, las preguntas y dudas sobre la autenticidad de las encuestas se multiplican tanto en el país como en San Juan. Mientras que en muchos casos los sondeos pasan desapercibidos o confirman las tendencias sobre la prevalencia de algún candidato sobre otro, en otras ocasiones la famosa “foto” que presentan las encuestas no solo genera sorpresa sino también crispación y paranoia.
¿Pueden los sondeos anticipar los resultados de una elección?
En San Juan, muchos descreyeron del lente con el que se tomó la última instantánea, que posicionó al actual ministro de Turismo y Cultura de la Provincia, Dante Elizondo, como ganador de la intendencia de la Capital en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). La encuesta fue realizada por la consultora Acierto, de Maximiliano Aguiar, y fue publicada en Diario de Cuyo. La misma dupla que hace un par de meses dio a conocer el polémico sondeo que aseguraba que 6 de cada 10 sanjuaninos votarían a José Luis Gioja para un cuarto mandato, aún en contra de lo dispuesto por la Constitución Provincial.
Aunque solo el futuro tendrá la respuesta sobre la representatividad y veracidad de la encuesta para intendente, lo cierto es que los números generaron ruido y algunos comenzaron a hablar sobre una supuesta operación para posicionar al cultural Dante. ¿Será por los años de gestión dedicada fundamentalmente a sostener la Fiesta Nacional del Sol, sin transparentar los gastos, que muchos descreyeron de un posible triunfo? ¿Será la desconfianza que genera que solo a último momento se acuerden de sectores usualmente relegados por el gobierno como los “rockeros y bikers” que ahora empiezan a pulular en las plazas públicas? ¿Será que esos números también perjudican a figuras que se muestran en ascenso, tanto en el mismo Frente para la Victoria como en la oposición? Es probable. Más allá de los motivos, el descreimiento hizo surgir otras encuestas, que presentaron un panorama diferente. En los sondeos “alternativos”, el ministro del Sol no figura primero sino tercero, detrás de Cáceres y Colombo. Y como era de esperar, estas cifras también desencadenaron dudas, basadas en la sospecha que genera la poco clara relación encuestas-objetivos políticos-financiamiento.
Las preguntas y dudas sobre la autenticidad de las encuestas se multiplican tanto en el país como en San Juan.
Puede fallar
La frase icónica de Tusam parece un mantra protector para los encuestadores, que advierten que cualquier error en sus estudios es producto del margen del 3%, que contempla las variaciones que pueden darse en relación al proceso de muestreo. El problema surge cuando, como pasó en San Juan hace dos años, de un 3% se pasa a un 13%, una diferencia tan grande que pone en tela de juicio la “simple falla” y abre la puerta para cuestionar no solo el mecanismo sino la finalidad de la encuesta. Fue la misma consultora que ahora ubica a Elizondo como ganador la que brindó un generoso número para Daniel Tomas en las PASO de 2013, una jugada que le costó a Aguiar las fuertes críticas de quienes hoy ponen en duda muchos de sus vaticinios.
En realidad, el tema no es analizar la responsabilidad de una u otra consultora sino advertir que los límites entre la estrategia política y “lo científico” son cada vez más borrosos y que quizás tal separación sea solo teórica o imposible, especialmente en sociedades que suelen resignar la convicción por la necesidad de subirse al carro ganador y “no tirar el voto a la basura”. Y allí está el peligro de “equivocarse” y perder el foco del verdadero sentido con el que deberían realizarse los estudios: visibilizar las principales tendencias de voto, no para construir candidatos a cualquier costo, sino para informar a la sociedad, permitir reajustes de objetivos, proporcionar información para la elaboración de políticas públicas y especialmente cumplir una función de transparencia para evitar posibles fraudes.
No esperamos que las encuestas sean exactas. Los resultados hablan de un momento determinado y pueden cambiar en función de diversas variables. Pero si la estadística basa su trabajo en nociones como la “confianza”, esta relación no debe romperse con la degradación de los datos. Como dicen los especialistas, la transparencia metodológica se basa en la comunicación de datos clave sobre el proceso técnico realizado, que incluyen la información referida a quién pagó el estudio.
Secretos ocultos de la cocina electoral
A diferencia de un cocinero, cuyo éxito reside en no revelar la receta, el encuestador debe comunicar los pasos que siguió para alcanzar un resultado. Sin embargo, los procesos de la cocina electoral son muchas veces más enigmáticos que los de una cocina real. Esto es lo que analiza Ángela Bernardo en la nota “Mitos y verdades sobre las encuestas electorales”, al explicar que el armado de las cifras muchas veces no responde a una burda mentira sino a diversas técnicas como la de transformar los “no sabe/no contesta” en intención de voto a través de preguntas como ¿a qué partido se siente más cercano? o ¿a quién votó en las últimas elecciones?
Otro universo se vive al interior de los partidos políticos, que con frecuencia encargan encuestas “verdaderas” para conocer las tendencias reales. Esto fue lo que estudiaron en 2012 profesores de Harvard y Yale, al acceder a los datos que los partidos manejaban a nivel interno y cotejarlos con aquellos que se publicaban en los medios de comunicación. Los científicos descubrieron que las predicciones internas no erraron al tener una óptica pesimista y sí notaron fallas en los sondeos externos, en los que se inflaron cifras para dar una imagen de optimismo.
Algunas sociedades que suelen resignar la convicción por la necesidad de subirse al carro ganador y “no tirar el voto a la basura”.
Operación: triunfo
Para creer, la gente necesita ver y para ganar la confianza de los votantes, no importa si el medio es dibujar, inventar, maquillar o lisa y llanamente mentir. Y aunque la verdad es que el humor de los electores puede sufrir múltiples cambios hasta el momento decisivo, la publicación de sondeos puede alterar el comportamiento en las urnas.
Con ese conocimiento, candidatos y encuestadores del mundo se han aliado más de una vez para construir “errores voluntarios”, con la esperanza en que el tiempo y la confianza de la gente los transforme en aciertos. Todo puede pasar y seguramente todos caímos alguna vez en las falsas operaciones por no poder distinguir entre una campaña política, un anuncio o una encuesta. Habrá que aguzar la mirada y exigir mayor rigor científico. Pero, fundamentalmente, habrá que cambiar el eje de la confianza y esperar que la fe en el exitismo abra paso a creer en las propuestas, la trayectoria y la honestidad, más allá de cualquier número.
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