El 1 de Mayo y la importancia de trabajar

Destacados
Día del Trabajador
Día del Trabajador
Aunque muchos de nosotros vemos el trabajo como un medio para ganar dinero, otros lo sienten como sinónimo de presiones, sacrificio y estrés. Sin embargo, cada vez son más los especialistas que resaltan los múltiples beneficios del empleo. ¿Es posible evitar la queja constante y focalizarnos sólo en las cosas buenas que nos da el trabajo? 

 

Pala. Un sinónimo de trabajo en la Argentina, es el pico y la pala.

 

Son las 6:00 am y el despertador está a 5 minutos de sonar. Te despertaste sin querer, mirás al cruel aparatito de reojo y pensás que es la mitad de la noche, así que volvés a preguntarte lo que todos los días pasa por tu mente… ¿por qué te pasa esto a vos? Igual te quedás reposando a la espera del más odiado de los sonidos… hasta que se hace realidad. Ya no quedan más excusas, hay que incorporarse, despabilarse y salir hacia donde lo marquen nuestras obligaciones de trabajo.

En el camino repasás los mil rezongos habituales y recordás tu “mala suerte” por tener que cumplir con la rutina diaria, una vez más. Los lamentos, generalmente, pasan por lugares comunes: “¿por qué no soy rico?”, “¿por qué no puedo estar tirado al sol en una playa panza arriba?”, ¿por qué crecí? o su equivalente… ¿por qué ya no soy un niño? Pero eso sólo es parte de una realidad paralela en la que, casualmente, no estás hoy, ni mañana, ni pasado, ni de lunes a viernes de febrero a diciembre, en la mayoría de los casos. Y así sin más, entre queja que va y añoranza que viene llegás a la oficina, taller, consultorio o donde sea que te toque desempeñarte laboralmente para vivir un día más.

Pero, tomando distancia de la vorágine que nos inunda día a día, alguna vez se detuvieron a pensar qué sería de su vida sin el trabajo.

Las cifras de la desocupación en Argentina no son alarmantes, pero tampoco hay que pasarlas por alto. Según los datos del organismo oficial encargado de las estadísticas en el país, el INDEC, en el último trimestre de 2012 la tasa de desempleo alcanzó el 7%, colocando a Argentina en la 80° posición mundial. Y en 2013, según un informe de la CEPAL, este porcentaje se mantuvo en un 7,1%.

Pero, además de las personas sin empleo, hay otras variables a considerar en esto, como por ejemplo la subocupación. La misma está integrada por personas que trabajan menos de 35 horas semanales, pero quieren trabajar más. Ese porcentaje alcanzó un 8,9% en 2012. Y también hay que considerar a los desalentados, aquellas personas que están en edad de trabajar pero no buscan trabajo porque se ven sin esperanzas de conseguir uno, ya sea por cuestiones de edad, formación o por pasar un largo periodo de búsqueda sin resultados positivos. En promedio, ese índice alcanzó el 7,2% el año anterior al pasado. En valores reales, en Argentina son más de 3,5 millones de personas que no tienen empleo o están subocupados.

Por otra parte, el desempleo traspasa el plano económico, ya que uno no sólo trabaja para mantenerse, sino también para lograr un desarrollo personal. Por eso, la falta de empleo pasa a convertirse en un conflicto social y psicológico con el que hay que lidiar personalmente. El mismo involucra una elevada dosis de ansiedad, tensión, angustia y preocupación, que incluso en algunas personas puede llegar hasta la depresión.

El psicólogo español José Buendía estudió en particular esta circunstancia y llegó a diferentes conclusiones muy importantes. “Obtener un empleo es una expectativa social y cultural adquirida desde la infancia y, desde entonces, continuamente reforzada a través de las influencias de la escuela, la familia y los medios de comunicación. Cuando una persona logra formar parte del mundo laboral, accede a un nuevo estatus y a una nueva identidad social. Justamente, el desempleo interrumpe ese proceso y se convierte en una sensación de derrota y fracaso”, determina con justeza.

En este mismo plano, al perder un trabajo dejamos de ser técnicos,  jefes, maestros, profesionales o lo que fuera que éramos en nuestro rol laboral. En la otra cara de la misma moneda, ahora pasamos a ser desempleados, con todo el simbolismo que esa palabra tiene para la sociedad y para el afectado en particular. Y además, si la situación permanece en el tiempo, junto con la nueva identidad, también comienza a aflorar un sentimiento de desesperanza e incluso de culpabilidad por lo que se padece.

En resumidas cuentas, el plano psicológico del trabajo resulta, a la larga, tanto o más importante que el aspecto económico que el mismo aporta. Tengamos en cuenta que un empleo nos ofrece “una estructura de tiempo a nuestra vida porque requiere de una actividad habitual y cotidiana, implica experiencias compartidas y contactos con personas ajenas al núcleo familiar, vincula al individuo con metas y propósitos que rebasan el propio yo, proporciona un estatus social y clarifica la identidad personal”.

Por eso, antes de pensarnos como los sacrificados individuos que tenemos que levantarnos cada día para trabajar, tal vez podríamos vernos como aquellos afortunados que tenemos la capacidad de encontrar un lugar en el cual podemos darle un sentido a nuestra vida haciendo productivo el uso de nuestro tiempo y progresar en lo personal con dignidad a través del trabajo, además de encontrar el factor económico con el que podemos darle un sustento a nuestra familia.
Te puede interesar
Lo más visto