Desde su círculo cercano rechazaron las fake news sobre su deceso.
De millonario a kiosquero: La historia de un robo
NacionalesMillonario. Nunca se supo qué pasó con los 3.000.000 de dólares que robó hace 20 años.
Está jubilado, con algunas canas más y atiende un pequeño kiosco en el macrocentro de Santa Fe. Disimula bien haber pasado 4 años, 9 meses y 20 días en la cárcel. Su vida en la ciudad pasa desapercibida. Ese hombre que está allí, detrás del mostrador, no tiene pinta de ser millonario pese a que el 23 de septiembre de 1994 se llevó del Banco Nación 3,2 millones de dólares y nunca más se supo nada del destino del dinero. No quiere hablar con la prensa. “Es un tema cerrado”, le dice Mario César Fendrich (72) a Claríntras la propuesta de una nota. Sigue atendiendo a la gente, como durante 28 años de su vida lo hizo en el banco.
A 20 años de uno de los mayores robos de la historia argentina perpetrado contra un banco y sin disparar un tiro, el ex subtesorero de la sucursal del banco Nación en Santa Fe aparenta llevar una vida sencilla. Luego de su paso por la cárcel inició un emprendimiento con un amigo en donde trabajaban la fibra de vidrio, oficio que aprendió tras las rejas. Pero al tiempo la cerraron de común acuerdo. Es inevitable para Fendrich que cada año que se aproxima esta fecha, los recuerdos comiencen a rodearlo por aquella decisión que lo puso en la vidriera de los medios nacionales e internacionales, en lo que fue la ejecución de un robo planificado minuciosamente. Fue un viernes. Los primeros días que alumbraba la primavera de 1994, que despedía de Santa Fe a los convencionales constituyentes que modificaron la Constitución Nacional.
Fendrich le avisó a su esposa que se iba de pesca con unos amigos, una escena repetida los fines de semana. Pero el empleado del Banco Nación – hasta ese momento, con fama y legajo intachables – estaba por ejecutar un golpe casi perfecto. Esa tarde, “El Correntino”, como lo llamaban sus amigos, esperó en el banco la llegada de dos camiones de caudales, recibió las sacas y entró con ellas al tesoro. Minutos más tarde salió con varias cajas que cargó en su Fiat Duna Weekend rojo, que estaba estacionado en la playa de estacionamiento del propio banco . Sin despertar ninguna sospecha, se fue. El lunes 26, a las 7.15, los funcionarios no pudieron abrir la puerta del tesoro. Había sido reprogramada su apertura para el día siguiente a la misma hora. La sorpresa iba transformándose en preocupación porque también la mujer de Fendrich había denunciado la desaparición de su marido.
El martes, ya con las autoridades del banco presentes –algunos estaban de vacaciones– se abrió el tesoro. “Gallego, no contés, me la llevé...” , decía una nota escrita de puño y letra por Mario Fendrich a Juan Sagardía, por entonces tesorero de la entidad. Allí daba algunos detalles del monto robado, algo así como 3.200.000 pesos, en época de la convertibilidad. Fendrich estuvo prófugo durante tres meses y 16 días, tiempo que no hizo más que agigantar las versiones y especulaciones sobre su paradero, convirtiéndose en el fugitivo más famoso del país. El robo también había dividido las opiniones en la sociedad santafesina, despertando amores y odios.
Así como planificó el robo, su presentación también pareció una obra de inteligencia: eran las 8.30 del lunes 9 de enero de 1995 cuando se presentó en los tribunales federales de Santa Fe, mientras la noticia que acaparaba todos los focos era la muerte del ex campeón del mundo de boxeo, Carlos Monzón, fallecido en un accidente de auto. Fendrich estaba bien bronceado y tenía el pelo teñido.
El ex subtesorero fue condenado a ocho años de prisión, aunque en octubre de 1999 –tras 4 años, 9 meses y 20 días en la cárcel– obtuvo la libertad condicional. Hoy, su aspecto se parece al de un banquero retirado. Fendrich vive en la misma casa en el sur de la ciudad. No cambió sus hábitos de juntarse con los amigos una vez por semana, ni dejar de ir a ver a su querido Colón cada vez que juega de local. También sale a despuntar el vicio de la pesca, de vez en cuando, y si captura algún ejemplar de dorado o boga lo cocina a la parrilla para “caranchearlo”, una vieja costumbre santafesina de comer el pescado con tenedor y sin platos.
Fuente: Clarín
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