China sigue su camino ascendente sin interrupciones

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El gigante asiático multiplicó por 36 sus inversiones en el extranjero, tan sólo en la última década.

Gigante. El país asiático sigue su escalada mundial.

 

Fuente: La Nación

China ha sido la gran fábrica del mundo. Inundó la economía mundial de productos de bajo precio, sobre los que cimentó un fuerte crecimiento económico. Pero ese modelo parece tener los días contados. Ahora es China la que sale cada vez más de compras al exterior, y no sólo para asegurarse materias primas suficientes para su suministro interno o la construcción de infraestructuras que refuercen las vías comerciales con aquellos países. Su realidad económica cambió. Ahora es la segunda economía mundial y, con ese cambio, lo hizo también la realidad de sus empresas, que toman la bandera de la globalización y el liderazgo en la inversión.

El año pasado, las empresas chinas invirtieron 73.000 millones de dólares en el exterior, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Eso supone un aumento del 17% respecto del año anterior y multiplica por 36 veces lo que invertía el país hace apenas diez años. China se convirtió así en el tercer país emisor de inversión extranjera directa, sólo por detrás de Estados Unidos y de Japón.

El boom inicial de la inversión china estaba casi totalmente concentrado en los países emergentes y en un par de países desarrollados con importantes recursos naturales, como Australia y Canadá. Fue la época de las compras masivas de tierras en África, de los acuerdos de suministro de gas y petróleo con Venezuela, y la compra de cobre, mineral de hierro o plata a las minas de América Latina. Pero el estallido de la crisis financiera internacional dio un giro a esa estrategia y "a partir de 2008 los flujos de inversión china se han dirigido cada vez más hacia Europa y el norte de América", sostiene un informe de la consultora económica Rhodium Group.

Pekín también mantiene fuertes relaciones comerciales con otros países emergentes, pero en otro plano. "China actúa ahora de manera diferente con los países sudamericanos. Ya no mira sólo la compra de materias primas. Hoy quiere entrar en las inversiones de la industrialización", dijo Gabriel Dabdoub, presidente de la federación de empresas de Santa Cruz, en Bolivia, al inicio de la reciente cumbre del G-77 y China.

Son muchas las razones que impulsan esta nueva fiebre inversora. El cambio en el modelo de crecimiento chino, donde el consumo y la inversión cobran protagonismo y donde el ritmo de crecimiento se ralentiza, fuerza a las empresas en muchas ocasiones a buscar mercados afuera. Y las que se quedan en ese nuevo entorno deben desarrollar procesos tecnológicos e incorporar valor añadido a su cadena productiva, un espacio que antes ocupaban las compañías extranjeras. "La empresa china Goldwind, que produce energía eólica, gastó 52 millones de dólares en comprar tecnología a la empresa alemana Vensys, destacándose así entre sus competidores nacionales", explica Joel Backaler, director de Frontier Strategy Group, en su libro Cuando China va hacia el oeste.

Por otro lado, las marcas chinas carecen en muchas ocasiones de reconocimiento en el mercado occidental y sus productos suscitan dudas sobre su calidad, por lo que bastantes empresas aprovechan la experiencia internacional de otras marcas para expandir su negocio. El ejemplo más ilustrativo de la nueva etapa china es el de Lenovo, que ha alcanzado un éxito global tras la compra -en 2004- a IBM de su rama de computadoras personales.

Semejante escenario propicia que todo un ejército de empresas busque oportunidades de negocios, ahora que muchos países ofrecen inversiones interesantes a precios de saldo. Un movimiento impulsado además por una divisa fuerte como el yuan y el nuevo plan de reformas de Pekín, que favorece que empresas públicas y privadas inviertan en el exterior. Eso supone que "las economías desarrolladas pueden recibir una parte sustancial de los entre uno y dos billones de dólares de inversión directa que China hará en la próxima década, frente a los 500.000 millones actuales", según la consultora Rhodium.

A todo ese ejército de empresas hay que sumar el poderoso sector público. China acumula casi cuatro billones de dólares en reservas internacionales. La mitad de ese dinero está invertido en deuda pública de gobiernos extranjeros; es el primer tenedor de deuda norteamericana, por delante de Japón. El premier chino, Li Keqiang, ofreció hace poco a Grecia comprarle futuras emisiones de bonos públicos, a cambio de que el gobierno siga adelante con las reformas y se mantenga "la estrecha colaboración entre la china Cosco y el puerto del Pireo", donde opera dos de las tres terminales de carga. Una demostración evidente del potente instrumento que suponen las inversiones chinas en un mundo aún asolado por los estragos de la crisis financiera.

En el gobierno de Cristina Kirchner hay una fuerte expectativa por la visita del presidente chino, Xi Jinping, que llegará a la Argentina el próximo 19. Durante los dos días que estará el líder chino en el país se esperan anuncios de una fuerte inversión del gigante asiático para la construcción de una represa en Santa Cruz. También se prevén inversiones chinas para la modernización del ferrocarril Belgrano Cargas. La Casa Rosada espera unos 6800 millones de dólares en inversiones de China para los próximos años, la mayoría vinculada a obras de infraestructura.
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