Los beneficios de dormir una siesta

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Sale siesta para todos

Benito Abad, en el 500 d.C., les enseñó a sus monjes a organizar su día y medir las horas para que alcanzaran una mayor productividad. Una de sus reglas era que a la hora sexta debían dejar de realizar sus actividades y dormir algunos minutos, para después retomar la jornada con más concentración. La palabra siesta deriva del latín sexta y hace referencia a esta práctica ancestral. Importantes personajes de la historia (Salvador Dalí, Napoleón, Simón Bolivar, Juan Domingo Perón) cortaban el día con un descanso, y sentían que así lograban potenciar la segunda parte de su jornada. "Las siestas son recomendables para refrescar la mente y ser más creativos", explicaba Albert Einstein cada vez que le consultaban sobre su necesidad de dormir unos minutos luego de almorzar.

En algunas regiones, las siestas se utilizan para escapar de las extremas temperaturas. Actualmente, los científicos se centran en la importancia de esta práctica a nivel biológico. La directora del instituto del sueño SOMNOS y jefa de la Unidad de Medicina del Sueño del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, Mirta Ana Averbuch, cree que una siesta diaria de 20 a 30 minutos tiene poderes reparadores para el cuerpo a nivel del sistema nervioso central y cardiovascular. "La siesta aumenta la capacidad de resolver problemas, disminuye los accidentes de tránsito y laborales por somnolencia, aumenta la productividad y la concentración, estimula la creatividad, la imaginación y la intuición, alivia tensiones, disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares y ayuda a despejar la mente", explica Averbuch y agrega: "es la mejor forma de compensar el déficit de sueño nocturno, ya que el 80% de la población duerme al menos 2 horas menos de las que necesita".

Hace 40 años dormíamos más. El motivo por el cual actualmente nos cuesta más conciliar el sueño tiene que ver con las características de los grandes centros urbanos: su potente iluminación es una señal de alerta para el reloj biológico. La conectividad constante tampoco ayuda; las personas comienzan su día social y laboral mucho antes, reduciendo importantes horas de sueño. "Biológicamente, nuestro cuerpo no está preparado para una sociedad que funciona de esta manera. La necesidad de cortar el día con una siesta breve viene a suplir esa falta de sueño nocturno", dice el creador de Selfishness (el primer "siestario" de América Latina) Daniel Leynaud. Para que la siesta sea efectiva no debe superar la media hora. Durante el sueño normal una persona experimenta cinco etapas, que van desde el sueño liviano hasta el profundo. Las siestas cortas abarcan la primera y la segunda: la idea es relajar el cuerpo y la mente pero sin caer en el sueño profundo. "A partir de los 10 minutos, uno disminuye la somnolencia y mejora el rendimiento para el resto del día. A partir de ahí, la siesta puede extenderse hasta los 30 minutos", explica Leynaud. Esta modalidad de descanso debería darse entre las 13 y las 15, el momento del día en el que más sueño sentimos. Y aunque se cree que la causa de este cansancio es el almuerzo, si no almorzáramos también el cuerpo experimentaría una necesidad biológica de reposar.

Dormite todo

Dormí de 15 a 30 minutos, ni mucho más ni menos.

Hacelo a oscuras. Si estás al aire libre, usá una mascarilla o almohadilla sobre los ojos.

Dormí acostado, jamás sentado. Da igual si es en una cama o una reposera: lo que hace la diferencia es estar boca arriba y con el cuerpo tumbado (la posición natural del sueño).

Fuente: La Nación
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