El Vaticano anunció que el empresario argentino Enrique Shaw será proclamado beato

El laico y dirigente de empresas será proclamado beato tras la curación inexplicable de un nene de 5 años.

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Enrique Shaw
Enrique Shaw

El primer empresario beato del mundo -el peldaño anterior a la santidad- en dos milenios de la Iglesia católica será un argentino: Enrique Shaw, un hombre nacido en cuna de oro -en el Hotel Ritz de París- que dedicó su vida a defender los derechos de los trabajadores, sin que las empresas dejaran de ser eficientes y perdieran dinero.

El Vaticano anunció oficialmente este jueves que el Papa León XIV firmó el decreto por el que dispone la beatificación -fallecido en 1962- tras años estudio de su vida y sus escritos y la comprobación de que Dios obró un milagro por su intercesión: la curación de un niño de seis años que había sido golpeado en la nuca por un caballo.

Quién fue Enrique Shaw: una vida marcada por la fe y el compromiso social

Nacido en 1921 estaba casado con Cecilia Bunge, con la que tuvo nueve hijos, pertenecía a una de las familias más ricas del país: su madre era Sara Tornquist y su padre, Alejandro Shaw, fundador del banco que llevó su nombre. Además de ser los fundadores de Pinamar, uno de los más balnearios más distinguidos del país.

De muy pequeño llegó al país, donde estudió en el colegio La Salle de Buenos Aires, fue un oficial sobresaliente de la Marina, la fuerza menos religiosa, a diferencia del Ejército, donde impartía la catequesis a sus camaradas- hasta que ingresó al mundo empresarial siendo gerente general de Cristalerías Rigolleau.

Fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) de la que fue su primer presidente; se contó entre los promotores de la naciente Universidad Católica Argentina (UCA) y organizó -por impulso de los obispos argentinos- la ayuda de los empresarios a la Europa de la posguerra.

Como dirigente de la Acción Católica Argentina (ACA) -además del Movimiento Familiar Cristiano- llegó a estar preso unos días en 1955 durante el conflicto de Perón con la Iglesia. Además, fue gran promotor de leyes laborales, entre ellas la del salario familiar que finalmente logró que se aprobara.

Durante una crisis de su empresa, el directorio dispuso el despido de una parte de los obreros, pero Shaw -enfático- pidió un tiempo para aplicar un plan sin costo social que terminó siendo exitoso ya que la firma recuperó la rentabilidad sin que hubiera despidos.

El milagro que abrió las puertas a la beatificación

Cuando a los 42 años un cáncer apagaba su vida y se pidieron dadores de sangre, los obreros de la empresa hicieron una larga fila para donarla la suya, en una demostración del afecto que se había ganado por parte de ellos, a quienes conocía a todos por su nombre.

En 2021 el Papa Francisco había promovido el decreto de la Congregación para las Causas de los Santos que reconocía que el empresario argentino había vivido las virtudes cristianas de modo excepcional y, por tanto, lo declaraba Venerable.

Restaba la comprobación de un milagro por su intercesión que la del niño de seis años por la patada del caballo ocurrida el 21 de junio de 2015 en una finca cercana a Buenos Aires que debido a la gravedad de la herida no pudo recibir el tratamiento adecuado.

En ese momento, el padre de Matías recurrió primero a Enrique Shaw. La mejoría fue confirmada por médicos en 2016 y 2018, a pesar de algunos déficit neurológicos leves. Actualmente lleva una vida normal, practica deportes y tiene un buen rendimiento escolar.

En un mensaje a la última conferencia de la Unión Industrial Argentina (UIA), en noviembre, León XIV destaco la visión de Enrique Shaw como “un empresario que entendió que la industria no era sólo un engranaje productivo ni un medio de acumulación de capital, sino una verdadera comunidad de personas llamadas a crecer juntas”.

“Su liderazgo se distinguió por la transparencia, por la capacidad de escucha y por el empeño para que cada trabajador pudiera sentirse parte de un proyecto compartido”, dijo.

Afirmó que “en él, la fe y la gestión empresarial se unieron de manera armónica, demostrando que la Doctrina Social no es una teoría abstracta ni una utopía irrealizable, sino un camino posible que transforma la vida de las personas y de las instituciones al poner a Cristo como centro de toda actividad humana”.

“Enrique -subrayó- promovió salarios justos, impulsó programas de formación, se preocupó por la salud de los obreros y acompañó a sus familias en sus necesidades más concretas”, dice y señala que “no concebía la rentabilidad como un absoluto, sino como un aspecto importante para sostener una empresa humana, justa y solidaria”.

Añadió que “en sus escritos y decisiones se percibe claramente la inspiración de Rerum Novarum, que pedía a los empresarios ‘no considerar a los obreros como esclavos; respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona, sobre todo ennoblecida por lo que se llama el carácter cristiano’”.

“Pero la coherencia del Siervo de Dios -afirmó- no se limitó al ejercicio de su profesión: también conoció la incomprensión y la persecución profetizadas por Cristo para los que trabajan por la justicia” (porque) fue encarcelado en tiempos de tensiones políticas y aceptó esa experiencia con paz y serenidad”.

Destacó que “más tarde afrontó la enfermedad, pero nunca dejó de trabajar ni de alentar a los suyos. Ofrecía el sufrimiento a Dios como acto de amor y, aún en medio del dolor, se mantenía cercano a sus obreros”.

“Su vida muestra que se puede ser empresario y santo, que la eficacia económica y la fidelidad al Evangelio no se excluyen, y que la caridad puede penetrar incluso en las estructuras industriales y financieras”, sostuvo.

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