Barcelona es el campeón del mundo
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El equipo de Messi demostró toda su categoría ante un River que hizo lo que pudo. Un gol de Lio y dos de Suárez sellaron el marcador.
El sueño se convirtió en pesadilla. El despertar más agrio encontró River a sus ilusiones, esas que se tejieron durante la segunda mitad del año. Los pronosticadores de turno cosecharon un pleno en sus predicciones: Barcelona, el mejor equipo del planeta, el que marcará una era, demolió a los millonarios en la final del Mundial de Clubes con la partitura que lo convirtió en una maquinaria casi perfecta. Con roles ejecutados en una misma sintonía y con un ataque que provoca admiración, en la fría noche japonesa quedaron al desnudo las diferencias. Lo que River construyó durante el ciclo Gallardo tuvo su epílogo, tras un 3-0 contundente de los catalanes, que enseñaron a Lionel Messi en plenitud y a Luis Suárez como artillero implacable.
Nada fuera del guión. Barcelona con la posesión de la pelota y River a la espera, esforzándose para cubrir los espacios cuando los catalanes hacen circular el balón de una banda a la otra, como si abrieran un abanico. El intento de ejecutar una presión alta, como lo hacía aquella versión imperial del comienzo del ciclo de Gallardo, fue una apuesta que el reloj hizo desaparecer. Con la pausa y la calma que acostumbran a ofrecer los blaugranas, no se sintieron incomodados en retroceder hasta el arquero Bravo para empezar una y otra vez el avance.
Mientras uno estudiaba por dónde estaría el pase filtrado que rompiera la línea riverplantense, los duelos empezaban a gestarse: Ponzio tenía a maltraer a Iniesta, que hasta le escondió la mano en un saludo, después de una fuerte falta del volante millonario; Mercado y Neymar ofrecían otra prueba con tensión. Kranevitter vio la tarjeta amarilla por una falta a Messi antes de los 10 minutos y se condicionó para el resto del partido. Por las bandas, Sánchez y Viudez cuidaban que Jordi Alba y Dani Alves no escalaran y el desgaste físico era doble, porque tenían que pasar a espacios de ataque cuando River recuperaba la pelota.
El que rompió la monotonía fue Messi, que no enseñó ni rastros de arenilla por un cálculo que condicionó su presencia en la final. El cólico renal lo había marginado de las semifinales con Guangzhou Evergrande, pero Leo no quería estar ausente de la última cita. Iniesta lo encontró en el área y el remate provocó la primera intervención de Barovero, que con esfuerzo frenó el remate del crack. El rosarino, silbado por el público de River cuando entraba en contacto con la pelota, se asociaba con Neymar y, en ocasiones, buscaba a Suárez.
La atajada de Barovero:
El descanso de Messi hizo crecer en protagonismo a Neymar, que hizo algunos lujos y también desbordó un par de veces; en la mejor acción, lanzó un centro para que su compatriota Dani Alves rematara sin consecuencias. Ahí reaccionó River, que en una ráfaga hizo revolcar a Bravo con los disparos de Mora y Alario. El chileno enseñó por qué le tuerce el brazo a Ter Stegen.
Ponzio, que venía haciendo méritos para ganarse la amonestación, la encontró por golpear a Dani Alves, después de que el brasileño se desprendiera de la pelota. Si hasta Mascherano -un tiempista en la zaga, esa en la que Piqué devolvió todo lo que llegó por aire- le fue a recriminar esas deslealtades. Otra vez se encendió Messi, con un tiro libre esta vez, y Barovero volvió a ahogarlo. Las estocadas de Leo se iban ajustando, como si calibrara la mira. Cuando lo logró, rompió la paridad: el recupero de Neymar fue a los pies de Leo, que extendió para Dani Alves; el pase, al palo más lejano, fue conectado por Neymar de cabeza y Messi hizo el resto.
El gol de Messi
Fue un shock del que River no se repuso jamás. Suárez, la tercera pata del tridente, tuvo dos veces para anotar antes de irse al descanso. Falló, pero no se desanimó. En la primera que se le presentó en el segundo tiempo, hizo estallar al estadio, donde los japoneses y los chinos iban a mano del mejor. Con River adelantado, el campo vacío fue tierra fértil para el uruguayo, que superó a Barovero.
En el entretiempo, Pity Martínez y Lucho González habían reemplazado a Mora y Ponzio. Pero el 2-0 llegó tan pronto que el corazón de River estaba dolido y la maquinaria futbolística que resulta ser el Barcelona dio sus mejores señales. Messi lo tuvo dos veces, con un remate débil primero y con otro disparo colocado que despejó Maidana en la línea de sentencia, minutos más tarde. Los ases y el siete bravo se turnaban para dejar su marca: volvió Leo a combinar con Neymar y la respuesta fue una floja definición del N°10.
El primer gol de Suárez:
Cada ataque de Barcelona llevaba aroma de gol, mientras River se desesperaba para controlar esa andanada y, si le quedaba oxígeno, intentaba lastimar. Fue sin ideas, casi a ciegas, sin un patrón definido. Todo lo contrario pasaba en la otra vereda, donde Busquets e Iniesta era los que dosificaban la energía, esa que consumían a borbotones Messi, Neymar y Suárez cuando se lanzaban en combinaciones de ataque.
Lanzó Neymar cuando promediaba el capítulo final y Suárez, de cabeza, dejó sin reacción a Barovero. La última foto fue la gente de River dando muestras de agradecimiento, un tiro de Pity Martínez que Bravo hizo estrellar en el poste y la celebración catalana.
El segundo gol de Suárez
El tridente letal del fútbol mundial hizo de las suyas en la final del Mundial de Clubes, un torneo que a Barcelona lo deja como el más ganador, con tres títulos, y a River lo deja vacío, después de un ciclo inolvidable que, como para todos los equipos argentinos, no tuvo un final feliz.
Fuente: La Nación.-
El sueño se convirtió en pesadilla. El despertar más agrio encontró River a sus ilusiones, esas que se tejieron durante la segunda mitad del año. Los pronosticadores de turno cosecharon un pleno en sus predicciones: Barcelona, el mejor equipo del planeta, el que marcará una era, demolió a los millonarios en la final del Mundial de Clubes con la partitura que lo convirtió en una maquinaria casi perfecta. Con roles ejecutados en una misma sintonía y con un ataque que provoca admiración, en la fría noche japonesa quedaron al desnudo las diferencias. Lo que River construyó durante el ciclo Gallardo tuvo su epílogo, tras un 3-0 contundente de los catalanes, que enseñaron a Lionel Messi en plenitud y a Luis Suárez como artillero implacable.
Nada fuera del guión. Barcelona con la posesión de la pelota y River a la espera, esforzándose para cubrir los espacios cuando los catalanes hacen circular el balón de una banda a la otra, como si abrieran un abanico. El intento de ejecutar una presión alta, como lo hacía aquella versión imperial del comienzo del ciclo de Gallardo, fue una apuesta que el reloj hizo desaparecer. Con la pausa y la calma que acostumbran a ofrecer los blaugranas, no se sintieron incomodados en retroceder hasta el arquero Bravo para empezar una y otra vez el avance.
Mientras uno estudiaba por dónde estaría el pase filtrado que rompiera la línea riverplantense, los duelos empezaban a gestarse: Ponzio tenía a maltraer a Iniesta, que hasta le escondió la mano en un saludo, después de una fuerte falta del volante millonario; Mercado y Neymar ofrecían otra prueba con tensión. Kranevitter vio la tarjeta amarilla por una falta a Messi antes de los 10 minutos y se condicionó para el resto del partido. Por las bandas, Sánchez y Viudez cuidaban que Jordi Alba y Dani Alves no escalaran y el desgaste físico era doble, porque tenían que pasar a espacios de ataque cuando River recuperaba la pelota.
El que rompió la monotonía fue Messi, que no enseñó ni rastros de arenilla por un cálculo que condicionó su presencia en la final. El cólico renal lo había marginado de las semifinales con Guangzhou Evergrande, pero Leo no quería estar ausente de la última cita. Iniesta lo encontró en el área y el remate provocó la primera intervención de Barovero, que con esfuerzo frenó el remate del crack. El rosarino, silbado por el público de River cuando entraba en contacto con la pelota, se asociaba con Neymar y, en ocasiones, buscaba a Suárez.
La atajada de Barovero:
El descanso de Messi hizo crecer en protagonismo a Neymar, que hizo algunos lujos y también desbordó un par de veces; en la mejor acción, lanzó un centro para que su compatriota Dani Alves rematara sin consecuencias. Ahí reaccionó River, que en una ráfaga hizo revolcar a Bravo con los disparos de Mora y Alario. El chileno enseñó por qué le tuerce el brazo a Ter Stegen.
Ponzio, que venía haciendo méritos para ganarse la amonestación, la encontró por golpear a Dani Alves, después de que el brasileño se desprendiera de la pelota. Si hasta Mascherano -un tiempista en la zaga, esa en la que Piqué devolvió todo lo que llegó por aire- le fue a recriminar esas deslealtades. Otra vez se encendió Messi, con un tiro libre esta vez, y Barovero volvió a ahogarlo. Las estocadas de Leo se iban ajustando, como si calibrara la mira. Cuando lo logró, rompió la paridad: el recupero de Neymar fue a los pies de Leo, que extendió para Dani Alves; el pase, al palo más lejano, fue conectado por Neymar de cabeza y Messi hizo el resto.
El gol de Messi
Fue un shock del que River no se repuso jamás. Suárez, la tercera pata del tridente, tuvo dos veces para anotar antes de irse al descanso. Falló, pero no se desanimó. En la primera que se le presentó en el segundo tiempo, hizo estallar al estadio, donde los japoneses y los chinos iban a mano del mejor. Con River adelantado, el campo vacío fue tierra fértil para el uruguayo, que superó a Barovero.
En el entretiempo, Pity Martínez y Lucho González habían reemplazado a Mora y Ponzio. Pero el 2-0 llegó tan pronto que el corazón de River estaba dolido y la maquinaria futbolística que resulta ser el Barcelona dio sus mejores señales. Messi lo tuvo dos veces, con un remate débil primero y con otro disparo colocado que despejó Maidana en la línea de sentencia, minutos más tarde. Los ases y el siete bravo se turnaban para dejar su marca: volvió Leo a combinar con Neymar y la respuesta fue una floja definición del N°10.
El primer gol de Suárez:
Cada ataque de Barcelona llevaba aroma de gol, mientras River se desesperaba para controlar esa andanada y, si le quedaba oxígeno, intentaba lastimar. Fue sin ideas, casi a ciegas, sin un patrón definido. Todo lo contrario pasaba en la otra vereda, donde Busquets e Iniesta era los que dosificaban la energía, esa que consumían a borbotones Messi, Neymar y Suárez cuando se lanzaban en combinaciones de ataque.
Lanzó Neymar cuando promediaba el capítulo final y Suárez, de cabeza, dejó sin reacción a Barovero. La última foto fue la gente de River dando muestras de agradecimiento, un tiro de Pity Martínez que Bravo hizo estrellar en el poste y la celebración catalana.
El segundo gol de Suárez
El tridente letal del fútbol mundial hizo de las suyas en la final del Mundial de Clubes, un torneo que a Barcelona lo deja como el más ganador, con tres títulos, y a River lo deja vacío, después de un ciclo inolvidable que, como para todos los equipos argentinos, no tuvo un final feliz.
Fuente: La Nación.-
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