Diluvio Monumental

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La Selección, el Monumental, el público... Cuánto cuesta que haya una comunión, reconstruir un vínculo de afecto e identificación. Ahora surgió un actor inesperado, un diluvio, para un nuevo desencuentro.




 



El suspenso que debía entregar los 90 minutos de fútbol de uno de los clásicos más importantes del planeta fue reemplazado por la intriga de saber si se jugaba o no. El espectador quedó de rehén de la directiva del delegado de la FIFA de esperar hasta último momento para determinar si el partido se disputaba. Esta política impidió aplicar el sentido común: la suspensión tranquilamente se pudo anunciar dos horas antes del comienzo, alrededor de las 19, cuando por el aguacero el césped del Monumental quedaba recortado en pequeñas islas de lo que ya era una laguna.

Pero la cancelación oficial recién se anunció a las 20.14, sin una inmediata comunicación por los altavoces del estadio para los cerca de 1500 estoicos que habían llegado temprano. Ellos se anoticiaron por los medios de comunicación o las redes sociales. Silbaron con el poco ánimo que les quedaba. Mientras tanto, una multitud esperaba para saber si debía llegar o no en malón al estadio, para lo cual iban a necesitar un medio de navegación porque las inmediaciones estaban inundadas.


Diluvio monumental


 

Por lo apretado que está el calendario internacional de clubes y selecciones, la premisa es jugar como sea dentro de la agenda prevista. Cualquier suspensión es un trastorno. Con este extremismo por premisa, en la fecha pasada, Ecuador y Bolivia jugaron en un campo que estaba tan anegado como el Monumental. Un despropósito que ayer se evitó por el bien del espectáculo deportivo y del físico de los futbolistas.
Esa consideración no se la tuvo con el público para avisarle con mayor antelación.

Si el que compró la entrada hoy no puede ir, ¿se le devolverá el dinero? No hay nada previsto, deberá justificarlo y se estudiará el caso. Aunque pare de llover, las aguas siguen bajando turbias.

 

Fuente: La Nación.-
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