Kenneth Goldsmith y el arte sin límites

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Kenneth Goldsmith
Kenneth Goldsmith
Fue el hombre que en 2013 quiso imprimir la totalidad de internet. Kenneth Goldsmith, artista y escritor conocido por sus irreverentes ideas, se presentará mañana en Buenos Aires. 




 

Kenneth Goldsmith, recostado sobre pilas de papeles durante la exposición de su proyecto Printing out the internet en 2013.

Con el aparente propósito de tomar una dimensión concreta de la vorágine de información disponible en la web, Kenneth Goldsmith, artista visual, poeta y escritor no-creativo –según su perfil en Twitter-, tuvo hace un tiempo la alocada e irrealizable idea de imprimir en papel la totalidad de internet. El proyecto se materializó en la medida de lo posible, con un montón de documentos enviados de distintas partes del mundo por colaboradores entusiasmados con la ocurrencia y apilados en varios metros de altura en una galería de la Ciudad de México, además de otras tantas páginas de comentarios y artículos en diarios, y hasta una pieza musical, que generó su repercusión.

Goldsmith parece poseer un extraño talento para acumular texto, papeles y libros que sobresalen a través de la webcam en los costados de una larga mesa de su estudio en Nueva York. A veces logra plasmar este talento con desafíos que son a un tiempo tan desmedidos como gratificantes. Quizás el más importante de ellos sea el sitio UbuWeb, creado durante los primeros años de internet y hoy el archivo multimedia más vasto de arte de vanguardia conocido online, con obras de Dadá hasta Banksy. Entre su extensa lista de nombres y contenidos se encuentran algunos de los mejores genios artísticos de las últimas décadas.

Pero no es la cantidad de información que es capaz de reunir, sino cómo manipula el lenguaje este adalid del avant-garde –y su capacidad de provocación– la razón por la que es hoy una personalidad de las letras en los Estados Unidos. Goldsmith experimenta con los límites del lenguaje partiendo de su materialidad; por eso afirma que no es relevante crear nuevas obras sino encontrar nuevos significados y experiencias reutilizando las que ya existen. Uno de los métodos que lo inspiran es el détournement situacionista, explicado con el bello ejemplo de un amigo de Guy Debord que deambuló "a través de la región alemana del Harz mientras seguía ciegamente las direcciones de un mapa de Londres".

Esta clase de juego iniciado en el arte fue adoptado por el lenguaje digital. Podemos probar algo similar con una imagen de La Gioconda si le cambiamos su extensión .jpeg a archivo de texto. Lo que descubrimos entonces es que toda imagen es ahora un código alfanúmerico, y como tal está abierto a todo tipo de transformaciones. Se le pude insertar un soneto de Shakespeare o la letra de una canción de Lali Espósito y volver a guardar el archivo como imagen para ver cómo es alterada.

De visita en Buenos Aires, Goldsmith participará de una serie de actividades en el Malba. Este sábado a las 16hs. presentará su libro Escritura no-creativa: gestionando el lenguaje en la era digital, un lúcido análisis de internet y la escritura hoy, recién publicado por la editorial Caja Negra; y el lunes 19 dará un taller con el sugestivo título "Perder tiempo en internet".

–Entre tus varias actividades, sos el responsable de uno de los mayores archivos digitales de arte de vanguardia. ¿Cómo lograste reunir todo ese material disponible en ubuweb?

–Bueno, es una página en la que estuve trabajando durante veinte años. Todos los días le dedico un poco de mi tiempo a eso, y el contenido creció de tal manera que ahora se convirtió en algo voluminoso. Algunas cosas vienen de mi propia colección, otras las fui consiguiendo de grupos y redes que comparten archivos. Así que mi idea era subir ese material para que esté disponible para cualquiera.

–En tu libro señalás que hay tanta información disponible en internet que pasamos más tiempo organizando o filtrando esa información que, por ejemplo, leyendo. ¿Cómo creés que será nuestro futuro como lectores?

–Lo que puedo decirte es que los mejores lectores en este momento son las arañas de la web, los bots que indexan y leen páginas. Diría que son los mejores lectores que existieron en toda nuestra historia.

–¿Nuestros modos de leer están cambiando hacia ese lado?

–No me parece que haya aún una dirección definida. Todavía leo libros. No leo a Tolstoi en mi PC, pero sí lo leo en mi Ipad cuando estoy lejos del escritorio. La gente suele decir que con internet estamos perdiendo nuestra capacidad de lectura, pero no creo estar de acuerdo con eso. Cuando estamos frente a la computadora nuestra lectura es rápida, acortamos el esfuerzo y leemos sobre la superficie, de un modo que sí imita a las máquinas. Pero cuando no estamos frente al monitor leemos de un modo más profundo como ha sido siempre.

–Como poeta, sin embargo, te gusta producir libros que son ilegibles o hasta aburridos de leer, según dijiste. Por ejemplo, publicaste "Day", un libro de más de 800 páginas que reorganiza toda la información de un ejemplar del New York Times en otro formato...

–Sí, eso es cierto. Me gustan los libros que no fueron escritos para ser leídos sino para despertar ideas y que puedan ser pensados. Es un modo distinto de usar los libros.

–Hace unos años leíste un reporte del tráfico en una lectura de poesía en la Casa Blanca. ¿Qué define eso que leíste como poesía?, ¿o debemos tomarlo como una performance?

–Si yo digo que es un poema, entonces es un poema. Debe ser tomado como tal.

–¿Es sólo cuestión de presentarlo como un poema?

–¿Por qué no? Desde que Marcel Duchamp pudo hacer algo parecido en el terreno del arte, todo esto está permitido.

–Se trata entonces de incorporar en la escritura los avances que hicieron las artes plásticas el siglo pasado...

–Exacto. La escritura debe cambiar porque la tecnología de hoy es otra, así como en el siglo pasado la pintura tuvo que cambiar porque fue inventada la cámara fotográfica. Los escritores deben decidir si quieren ingresar en el siglo XXI y vivir el presente o quedarse en el siglo pasado y pretender que internet no existe.

–Muchos todavía eligen esta segunda opción...

–Sí, por supuesto que corren su propio riesgo... Mucha de la literatura que se escribe hoy podría haber sido escrita en los años 60 o 70.

–¿Cuál es entonces el desafío que deben asumir?

–El desafío actual para los escritores es aprender de la computadora. Las redes de información están ahora escribiendo la historia. Cualquier cosa que se necesita para escribir puede ser aprendida del lenguaje y la comunicación que establecen las computadoras.

–Es lo que en el libro proponés como una escritura no-creativa...

–Sí, desde luego no es algo que sea fácil. No hay más que mirar el trabajo que lleva programar una máquina y desarrollar su lenguaje para darse cuenta de su dificultad. Hay mucha escritura no-creativa que es mala. Vengo trabajando en esto hace tres décadas. Como cualquier otro trabajo de oficio, hay que aprender a hacerlo bien.

–¿Puede un escritor de ficción o incluso un periodista prescindir de una escritura creativa?

–No estoy tan seguro que en esos casos sea posible. Los que escriben ficción, generalmente buscan dinero, y los periodistas se supone que buscan la verdad. Para un poeta, sin embargo, es un juego distinto. No está obligado a mantener su reputación. De todos modos, no hay sólo una manera de estar en el siglo XXI, lo importante es poder articular el tiempo que nos toca vivir. Creo que es un gran momento para ser escritor.

–Recientemente, un escritor argentino (Pablo Katchadjian) tuvo que ir a juicio por publicar una versión engordada de El Aleph de Borges. Si bien el resultado es otro, reprodujo su contenido. ¿No creés que haya una diferencia sustancial entre este tipo de apropiación y el modo, por ejemplo, en que Borges se apropiaba de sus lecturas?

–Antes de entenderlo como un plagio, lo que deberíamos ver en esta clase de trabajos es un lindo homenaje que fortalece la obra de la cual se apropia. Borges mismo fue quien permitió este tipo de juego con el lenguaje. La literatura está atascada y no está mal que reciba ayuda del campo del arte. Si Borges viviera hoy, estaría haciendo lo mismo que hago yo. No era un escritor conservador sino un escritor de una gran imaginación lingüística. La Biblioteca de Babel es internet ahora y Pierre Menard es el escritor del siglo XXI.

–Tus intervenciones en público son a veces polémicas, en parte por este juego de apropiación con el que trabajás. ¿Qué reacción esperás de tu audiencia cuando lees?

–Leer frente a otras personas es algo hermoso, se puede sentir lo mismo que un chico cuando le cuentan una historia en vez de tener que leerla por su cuenta. Lo mío es un trabajo con la información, así que no tengo que decirles cómo sentirlo, pero si es algo que pueden disfrutar entonces no importa qué cosa sea. Al agarrar algo que no escribí y reproducirlo, puedo experimentar lo mismo que el público cuando leo mi propio trabajo, que por supuesto no es mío.

–¿Podrías adelantar de qué se trata el taller que vas a coordinar, "Perder tiempo en internet"?

–Simplemente me reuniré con los participantes en una sala y perderemos tiempo juntos en internet. Cuando la gente está reunida en una sala y pierden el tiempo en internet juntos, se vuelve una experiencia compartida, participativa y social, de un modo que es imposible cuando uno pierde tiempo en internet solo.

Fuente: Infobae
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