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Cocina en su casa y reparte comida entre familias y niños que están en la calle: “Quiero demostrarles que me importan sus vidas”
Emanuel Monzón trabaja de repositor y se las ingenia para preparan hasta 300 viandas por día; en sus redes sociales, cuenta la historia de las personas que ayuda; tiene 400 mil seguidores que lo ayudan a financiar las recorridas
Diario MóvilEmanuel Monzón trabaja de repositor y se las ingenia para preparan hasta 300 viandas por día; en sus redes sociales, cuenta la historia de las personas que ayuda; tiene 400 mil seguidores que lo ayudan a financiar las recorridas.
Un día promedio, Emanuel Monzón cocina porciones para entre 100 y 200 personas. A veces son más y llega a las 300, que es la cantidad máxima que puede alcanzar cuando logra llenar a tope la olla enorme que le donó uno de los 400 mil seguidores que suma en sus redes sociales.
En diciembre del año pasado y sin proponérselo, Emanuel, que tiene 26 años, comenzó a gestar una revolución solidaria con epicentro en Rosario, la ciudad donde vive. Él, su esposa Brisa, su mamá Etel y su papá José repartían viandas entre personas en situación de calle, pero estaban realmente apretados de dinero como para sostener esa ayuda. La fórmula que encontraron para mantener su tarea fue compartir lo que hacían en videos que publicaron en Facebook, Instagram, TikTok y YouTube. Y simultáneamente, pedir que los ayudaran a financiar la obra.
Compartir el trabajo diario en las redes sociales fue el principio de un cambio rotundo: sus videos generan tanta empatía que reciben apoyo económico que llega hasta desde Nueva York. Así lograron multiplicar una ayuda esencial.
En cinco meses, la familia logró escalar su trabajo, pero sobre todo humanizar un problema creciente: el de la indigencia. No solo llegan con comida a 300 personas en un solo día, sino que le ponen cara y nombre a esos adultos mayores, familias enteras o niños que duermen en la calle o revuelven la basura en busca de algo de valor para revender. Además, tiene una libreta en donde tratan de registrar el nombre y la situación en la que están las personas a las que les comparten un plato de comida, una iniciativa que ya les permitió localizar a familiares de una persona en situación de calle.
“Antes, con Brisa comprábamos un kilo de pechuga y si nos sobraban cinco porciones salíamos a repartirlas entre las primeras cinco personas que nos encontrábamos en la calle”, cuenta Emanuel en diálogo con LA NACION. Con el tiempo, esas cinco personas se volvieron 15 y luego 100, hasta llegar al máximo de 300. Por eso, además del matrimonio se suelen sumar los padres de Emanuel y Omar, un recolector urbano que conoció cuando le dio una bandeja de ñoquis en la calle.
“Hice un vídeo pidiendo ayuda, lo subí a mis redes y salí con una caja a buscar donaciones entre los comerciantes”, cuenta. Pedía arroz, fideos o algún aporte en dinero. Pero notó que esa ayuda era insuficiente: “Me rechazaron bastante porque no me conocían”, explica.
Al ver que eso no funcionaba, decidió probar con otro método y comenzó a compartir en sus redes sociales los videos de las personas a las que les alegraba el día con un plato de comida. A eso le sumó un llamado constante para que apoyaran sus recorridas con alguna donación de dinero en su cuenta bancaria.
“Trato de hacer el proceso lo más transparente posible”, dice y cuenta que en sus redes hace vivos cuando va al supermercado a elegir la mercadería, muestra los tickets de los gastos y graba cómo cocinaban.
“La edición de esos videos me lleva mucho tiempo, pero lo hacemos para que las personas se queden tranquilas de que estamos usando de la mejor manera la ayuda que nos dan”, dice. Así como comenzó un espiral positivo: al mostrar en detalle lo que hacían, crecieron las reproducciones de sus videos y los seguidores. Algunos videos llegaron a 1,5 millones de personas. Con semejante alcance, también crecieron las donaciones. Y así lograron construir un apoyo que les permite llegar, en ocasiones, a 300 personas por día. “Nunca pensé que iba a ayudar a tantas personas”.
Además, sus seguidores en Instagram, Facebook, Tik Tok y Youtubecomenzaron a conocer realidades como las de Raúl, un hombre que hace años vive y duerme en un cantero frente a los Tribunales de Rosario. Las únicas veces que sale de ahí en el día son para ir al baño. Todas sus comidas las recibe de la mano de Emanuel y su familia. En uno de los videos que subió, Emanuel le resume a una persona que está juntando cartones, por qué recorre las calles para ayudarlos: “Quiero demostrarte que tu vida vale”.
Como muchas ciudades del país, Rosario tiene un grave desafío por atender a quienes están en la pobreza extrema. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos, la indigencia alcanza el 6,1% de los rosarinos, algo así como más de 85 mil personas, el triple que hace 10 años. Es decir que en Rosario, las personas que no tienen lo mínimo para vivir podrían llenar dos veces el estadio de Rosario Central. Mientras que según un censo hecho en 2021 por organizaciones de la sociedad civil junto con la Universidad Nacional de Rosario y la Municipalidad, 492 personas estaban en situación de calle en la ciudad.
Que les pasó a las personas que quedaron en la calle
En una de sus salidas, Emanuel vio a un hombre dentro de un contenedor, revolviendo la basura. Frenó el auto y le convidó un plato de ñoquis. Era Omar, el recolector urbano que ahora suele acompañarlo en algunas recorridas. Fue la primera persona que lo reconoció: “Te quería encontrar y agradecerte por el trabajo que hacés, te quería conocer”, le dijo ese día. Le comentó que había visto sus videos en Facebook y lo invitó a tomar mates a su casa.
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