Qué milagr0s hizo Mama Antula, la santa argentina que fue canonizada por Francisco

María Antonia de Paz y Figueroa (1730-1799) rompió los convencionalismos de la época colonial, y fue "la mujer más rebelde de su tiempo". Peregrinó miles de kilómetros "para arrancar el mal del corazón del hombre y plantar la semilla del bien". Había nacido en Santiago del Estero y fue enterrada en Buenos Aires

mama antula
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Papa Francisco encabezó este domingo 11 de febrero la imponente ceremonia que convirtió en santa a la beata argentina María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como "Mama Antula" después de que la Congregación de las Causas de los Santos aprobara un milagro atribuido a su "intercesión" ocurrido en 1904. La beata de los Ejercicios Espirituales logró entonces la santidad, en un proceso que había iniciado en 2010 en Para Benedicto XVI, al considerarla "venerable", como reconocimiento a que "practicó las virtudes cristianas en grado heroico". Seis años después, fue beatificada en su provincia natal de Santiago del Estero.

"María Antonia era conocida en la iglesia por su extraordinaria labor, el carisma de nuestra beata consistía en arrancar el mal del corazón del hombre y plantar la semilla del bien, fue una incansable misionera, mediante la práctica de los ejercicios espirituales", dijo entonces el cardenal Angelo Amato.

La Agencia Informativa Católica de Argentina (AICA) destacó que "en los albores de la Patria -cuando aún el territorio formaba parte del virreinato del Perú- una mujer laica, vestida con ropa de varón (un hábito jesuita), puso en valor la dignidad femenina, en épocas en las que las mujeres vivían para ser madres o para ser monjas, no leían ni escribían y les estaba vedada toda actuación social independiente respecto de un hombre".

Mama Antula será desde el 11 de febrero la tercera santa argentina, pero la primera mujer: el Papa Francisco ya convirtió en santos al argentino José Gabriel "cura" Brochero, en 2016, y al ítalo-argentino Artémides Zatti en 2022.

Descendiente de una destacada familia local, María Antonia de Paz y Figueroa o bien beata María Antonia de San José nació en 1730 en Villa Silípica, provincia de Santiago del Estero. También fue conocida como Mama Altuna -un diminutivo de Madre Antonia- nombre que le dio la población quechua, lengua que ella hablaba.

Se cree que su familia tenía "una encomienda de aborígenes aquí, o tenían un campo y tenían aborígenes al servicio, cosas que eran comunes en ese tiempo y María Antonia venía permanentemente", relató el sacerdote Ramón Tenti, coordinador de la Capilla de Mama Antula en Villa Silípica.

"Incluso después de la expulsión de los jesuitas en 1767, cuando ella empieza su tarea apostólica junto a otras mujeres, uno de los lugares que viene a hacer los ejercicios espirituales es aquí en Villa Silípica", agrega el religioso.

A los 15 años, según se cuenta en la biografía "La mujer más rebelde de su tiempo", desafió a su padre al anunciarle que no se casaría ni sería monja. Así, comenzó su práctica religiosa al acercarse a los jesuitas "con una decisión libre y espontánea que brotó del amor a raíz de su vocación cristiana", relató la historiadora Graciela Ojeda de Río, quien desde 1980 se dedica a difundir la vida de la beata.

Desde muy joven, y durante más de dos décadas, colaboró con los jesuitas en la promoción y organización de los célebres ejercicios espirituales del fundador de esa orden religiosa, San Ignacio de Loyola (1491-1556). 

"Es una mujer de fe, laica, comprometida con la iglesia. Como las primeras beatas de la historia, comprometidas y muy cultas, que leían, se instruían y hacían beneficio a la sociedad sin mirar a quien e intentaban llegar a todos los necesitados, convocando a todas la clases sociales", destacó Ojeda de Río.

El libro "Descalza. Mamá Antula, la mujer que desafió los poderes máximos", escrito por las periodistas Nunzia Locatelli, Cintia Suárez y Gisela García, relata que en 1767 los jesuitas fueron expulsados de América del Sur, pero María Antonia desobedeció al poder y se enfrentó tanto al rey de España, Carlos III, como al papa para mantener la obra de la Compañía de Jesús.

Mario Ramón Tenti, autor de un libro sobre su vida y coordinador del santuario en la localidad de Silípica, su ciudad natal, explicó que Mama Antula "tenía dos preocupaciones en su vida, que Dios fuera amado y glorificado. Lo dice textualmente, y para que ese objetivo se logre, se había puesto como propósito andar por todos lados hasta donde Dios no es conocido y darlo a conocer".

"Para eso asumió esta responsabilidad titánica y evangelizadora, a través de los ejercicios de San Ignacio de Loyola, con los que se convirtieron miles de personas. Se habla de alrededor de 70 mil personas en la época del Virreinato del Río de la Plata", agregó.

 Mama Antula es una virgen, laica consagrada, fundadora de la Casa de Ejercicios de Buenos Aires. Tras la expulsión de los jesuitas del país, fue de ciudad en ciudad por las regiones pobres del nordeste argentino promoviendo ejercicios espirituales según el espíritu ignaciano.

Desafió al poder y caminó 5.000 kilómetros para continuar la obra jesuita
 


La audaz protagonista caminó descalza miles de kilómetros del actual territorio argentino impulsada por la fe y por su vocación de ayudar a los pobres y desprotegidos.

"Recorrió a pie casi 5.000 kilómetros por el virreinato del Perú -a lo largo del territorio de las actuales provincias de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y Córdoba- y, cuando Buenos Aires pasó a ser el centro del virreinato del Río de la Plata, se instaló en las costas porteñas, donde "puso de moda" los ejercicios espirituales ignacianos y construyó uno de los edificios más antiguos de la ciudad: la Santa Casa de Ejercicios (de 1784), aún en funcionamiento", relató AICA.

"Acusada de loca y de bruja, el peso histórico de Mama Antula en los sucesos independentistas de la Argentina quizá haya sido más importante que el religioso, aunque ahora se encuentre olvidado", agregó la agencia. "La futura santa desafió así las convenciones de la sociedad colonial y tuvo una influencia crucial y postrera en el clima independentista de mayo de 1810".

María Antonia "caminó miles de kilómetros por campos, caseríos y ciudades, villas y suburbios buscando corazones", aseguró Aldo Marcos de Castro Paz, miembro de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina que escribió el retrato documental de la beata, y completó: "Su obra es una de las expresiones más fuertes de la evangelización popular en nuestro país". 

"Eligió un camino distinto al estipulado para una mujer de esa época, que te casabas o entrabas como monja", explicó por su parte Cintia Suárez. "Ella quería ayudar, servir a un sector de la sociedad desposeído y olvidado, pero no como monja. De hecho, no hace voto de obediencia, sí de castidad y de pobreza, pero no de obediencia en ninguna orden".

En 1779, María Antonia llegó a Buenos Aires por un camino que ahora conforma la Avenida Rivadavia y que entonces era la ruta de esa época, se encontraba "sucia y con el hábito negro que le había entregado un jesuita", por lo que es tratada "de loca, bruja y es apedreada" durante su llegada, relató el párroco de la iglesia Nuestra Señora de la Piedad, Raúl Laurencena.

A pesar de la austeridad que rodeó su vida, cuando llegó a Buenos Aires logró construir la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, uno de los principales objetivos de la beata, que logró levantar sobre terrenos donados y con fondos provenientes de limosnas de los fieles. 

En solo ocho años, María Antonia consiguió ofrecer los ejercicios espirituales -que consisten en meditaciones realizadas a través de un espacio personal de reflexión que incluían silencio, lecturas y charlas con un sacerdote- a 70.000 personas.

Pero en el lugar -que actualmente es el edificio colonial en uso más antiguo, ubicado en  las calles Independencia y Lima- también se ofrecía alimentos e higiene a "pocos nobles, comerciantes ricos y modestos, chacareros y esclavos", explicó Suárez.

AICA relató que "su tarea implicaba un fuerte impacto social: protegía a las mujeres sin casa y albergaba a los niños abandonados, alimentándolos, vistiéndolos, dándoles un hogar y bautizándolos con el apellido 'San José'". En las tandas de ejercicios espirituales "convivían ambos sexos de todas las clases sociales y condiciones: autoridades, patricios, nobles, criollos, campesinos, mercaderes y esclavos, en un preclaro ejercicio de fraternidad humana", agregó la agencia.

Mama Antula participó de la práctica de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola "hasta su último suspiro, cuando falleció a la edad de 69 años, algo excepcional para la época", relató. "Ella quería ayudar, servir a un sector de la sociedad desposeído y olvidado, pero no como monja. De hecho, no hace voto de obediencia, sí de castidad y de pobreza, pero no de obediencia en ninguna orden".

Mama Antula falleció el 7 de marzo de 1799 y recibió "un entierro sencillo, de pobre". Actualmente el mausoleo que guarda sus restos, declarado "sepulcro histórico nacional", se encuentra en la nave lateral derecha de la iglesia Nuestra Señora de la Piedad, ubicada en Bartolomé Mitre y Paraná, en el barrio porteño de Balvanera.

"En su testamento está escrito, y se conserva original, que ella quiere ser enterrada en el campo santo de la piedad. Después, cuando se hace la basílica actual, cuenta la historia que no encontraban el lugar de sus restos porque ella pidió que fuera un entierro sencillo, de pobre", contó el sacerdote Laurencena.

 

Los dos milagros que allanaron el camino de Mama Antula hacia la canonización


 La curación de la hermana religiosa Vanina Rosa en 1905 fue el primer milagro atribuido a Mama Antula, en tanto que la recuperación de un hombre de un accidente cerebrovascular a comienzos del siglo XIX constituye su segundo milagro por el cual será canonizada. El peregrinar de Mama Antula estuvo marcado por hechos inexplicables y la Iglesia Católica dio por probados dos milagros, primer paso hacia la canonización, impulsada por el Papa Francisco.

El primer caso involucra a una religiosa de las Hijas del Divino Salvador, la hermana Rosa Vanina, quien habría recuperado la salud en 1904 por intercesión de la fundadora y madre espiritual de esta congregación.

La documentación se recogió en 1905: se trató de una colecistitis aguda, con todos los síntomas del shock séptico, que en aquella época, sin antibióticos, era mortal. Pidiendo el milagro por intercesión de la fundadora de su orden religiosa, se recuperó rápidamente, lo que demostró la gracia que la lleva a la beatificación.

La fallecida doctora Adriana Mendía, quien fue encargada de exhumar los cadáveres de quienes aspiran a ser santos o beatos de la Iglesia católica, explicó después de sus investigaciones que "la curación de la monja Rosa Vanina no tuvo explicación científica".

Citada por Infobae, Mendía relató: "Hizo una colecistitis, una inflamación de la vesícula que se infectó. Aún hoy, que hay antibióticos, es un cuadro de mucha gravedad. El doctor Sobre Casas, que la atendió, esperaba que su muerte se produjera en horas. Las monjitas que rodeaban su lecho se pusieron a rezar con una reliquia de Mama Antula -un pedacito de hueso- y le pidieron que intercediera". "Al día siguiente, la monja estaba recuperada", continuó. 

El segundo milagro ocurrió en 2004 años en la provincia de Santa Fe, con la sanación de Claudio Perusini, que había sido alumno del papa Francisco, ​que sufrió un "ictus isquémico con infarto hemorrágico en varias zonas, coma profundo, sepsis, shock séptico resistente, con fallo multiorgánico" que lo dejó en estado grave y al que los médicos no le dieron chances de mejoría. 

Entonces, "le rezaron a María Antonia y se produjo el milagro de su curación. La historia clínica fue enviada a Roma para ser evaluada por nueve médicos distintos de otras partes del mundo", relató Graciela Ojeda de Río. "Esos médicos consultados no encontraron explicación lógica a la recuperación, el Vaticano lo volvió a analizar y estableció lo que hizo Bergoglio, que afirmó que esa curación de debió a la participación milagrosa de María Antonia", sintetizó.

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