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La narcoguerra que mantiene en vilo a Rosario
NacionalesLas historias que salpican a la banda de Los Monos están manchadas de sangre. Y forman parte de un engranaje que aceitó este grupo al colectivizar los crímenes, que hicieron visibles las biografías de estos nuevos hampones ligados a la narcocriminalidad.
En las conversaciones telefónicas y videos registrados a los miembros de la banda la muerte parece banal, cotidiana, como cuando un policía le cuenta a Máximo "Guille" Cantero el resultado de un ataque a balazos: "Siete en el blanco. Dos en el chope, dos en la zapán, dos en el brazo, uno en la pierna". Y él contesta: "Buenísimo".
La violencia que estalló en Rosario dejó a flote esas historias, al entretejer venganzas predecibles entre dos bandos antagónicos que pisan fuerte en la zona sur de la ciudad, donde Los Monos -clan familiar comandado por los Cantero- y los Bassi se trenzaron en una guerra sangrienta para controlar la venta de drogas.
En esa periferia perforada por una pobreza endémica apareció el búnker como una especie de fenómeno folklórico, un punto de venta blindado, atendido por "soldaditos", en su mayoría menores, para despachar por una ventanita dosis de una cocaína berreta y barata, adaptada al mercado popular en medio de esa tensión emergente que el gobierno intentó esquivar con la mirada.
En esa periferia perforada por una pobreza endémica apareció el búnker como una especie de fenómeno folklórico.
La familia Cantero era hasta entrada la década pasada una banda de delincuentes bravos, pero de poca monta. Surgieron en villa La Granada, un asentamiento que se gestó meses antes del Mundial 78, cuando los militares decidieron subir en camiones a los pobres que no debían ser vistos y depositarlos en la frontera sur de la ciudad. Allí se formó un barrio cuyas calles tienen nombres de flores, pero están despojadas de poesía.
La causa de Los Monos descubrió el velo y exaltó de manera casi mitológica la historia de un grupo mafioso que a partir de un amplio despliegue territorial ganó dinero y poder. Montados a la expansión de la demanda de cocaína, los Cantero pasaron de galopar a caballo a transitar en autos importados y a construir una mansión en Pérez, con una pileta con la forma del ratón Mickey.
Su indiferencia impune estaba garantizada por la complicidad con amplios sectores de la policía. De los 37 procesados en la causa 913/12, 14 son integrantes de la fuerza provincial, lo que obliga a redefinir a esta banda como narcopolicial.
El asesinato de Claudio Ariel Cantero, "el Pájaro", catalogado como el cerebro de la banda, el 26 de mayo de 2013, encendió un raid de venganzas que terminó con cuatro homicidios en una semana. Diego Demarre, "el Tarta", fue ultimado en Maipú y Seguí cuando llegaba de Tribunales, adonde había ido preocupado porque el asesinato de Cantero había ocurrido frente a su boliche, Infinity Night.
Lo sindicaban como un "coronel" de Los Monos en el barrio Tablada y como jefe de otro sicario: Milton César. Familiares de este supuesto asesino a sueldo también fueron atacados horas después del crimen de "el Pájaro", en avenida Francia y Acevedo: su hermano Nahuel César fue muerto, su madre quedó cuadripléjica (y luego falleció) y su padrastro y dos hermanos más pequeños se salvaron de milagro. Un acompañante, Marcelo Alomar, también fue asesinado.
El temor a que la cadena de venganzas continuas despertó en la Justicia un interés por investigar a este grupo, cuyos integrantes ya habían sido absueltos en un juicio oral por la emboscada en la autopista Rosario-Buenos Aires a un colectivo que llevaba a la barra brava de Newell's. Allí murió Walter Cáceres, de 14 años.
Pero fue otro crimen el que activó la investigación en los tribunales: el de Martín "Fantasma" Paz, acribillado el 8 de septiembre de 2012 cuando iba en un BMW Z4 con su mujer y su hija de 2 años. Esa causa había ingresado en el Juzgado de Instrucción Nº 4, a cargo de Juan Carlos Vienna, pero no tuvo demasiados movimientos hasta la seguidilla de muertes tras el homicidio de "el Pájaro". El crimen de Paz fue un "ajusticiamiento" de la propia banda a la que pertenecía, que sospechaba que este joven de 25 años que antes se había dedicado a la cría de cerdos podía abrirse y montar su propio emporio narco.
El crimen de Paz fue un "ajusticiamiento" de la propia banda a la que pertenecía, que sospechaba que este joven de 25 años podía abrirse y montar su propio emporio narco.
La ineficacia de las investigaciones judiciales, cuestionadas desde varios costados -el juez Vienna es hoy investigado-, llevaron a que Los Monos cosecharan beneficios. A mediados de abril, 18 miembros de la banda firmaron un acuerdo de juicio abreviado que les redujo las penas -en su mayoría a tres años de prisión, salvo a Máximo "Guille" Cantero, uno de los jefes, que carga con nueve- a cambio de que admitieran ser una asociación ilícita. Ese acuerdo, que debe ser refrendado por los jueces de Sentencia Edgardo Fertitta, Julio Kesuani y José Luis Mascali, pende de un hilo tras la lluvia de críticas contra este "pacto", cuestionado con dureza por el gobernador electo Miguel Lifschitz.
El temor sobre cómo reaccionará el grupo a una posible anulación del acuerdo pesa en los pasillos de los Tribunales, donde las muertes violentas recuerdan quiénes son Los Monos.
Fuente: La Nación.-
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