Rechazó el aborto por violación: “Mi violador era el culpable, no mi hija”

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Jerusha Klayman-Kingery era una joven de 19 años cuando fue víctima de una violación. Sin embargo, a pesar del sufrimiento por el que pasaba se negó al aborto: “el violador es el culpable. El bebé es una criatura inocente”.

En su testimonio, publicado en el sitio web provida Salvar El 1, Jerusha señaló que, a pesar de crecer en un hogar cristiano, enfrentó diversas dificultades en casa pues, lamenta, “faltaba el amor”.

Ese vacío, recuerda, lo trató de llenar “buscando la atención y el afecto de los hombres, bebiendo y celebrando fiestas. Durante años, ésta fue mi fachada, pero por dentro estaba vacía”.

Pero para sus 17 años, “tuve un encuentro con Jesucristo y entregué mi vida al Señor”.

“Yo era virgen y en ese momento hice una promesa a Dios: que permanecería virgen hasta el matrimonio y me alejaría de mi vida pasada: de la bebida, de las fiestas y de esa búsqueda del afecto de los hombres”.

Dos años después, trabajando en un IHOP, popular cadena de restaurantes en Estados Unidos, conoció a un hombre que “parecía muy agradable”.

Debido a que era en esos días “muy ingenua”, aceptó ir a casa con aquel hombre. Pero una vez dentro, él sacó un arma y la puso sobre la mesa.

En aquel momento estaba aterrorizada. Me paralicé”.

“En aquel momento solo pensaba en cómo escaparme. En mi cabeza se oía un solo grito: ‘¡Corre! ¡Corre!’. Pero el miedo se había adueñado de mi cuerpo y parecía haberme quitado toda fuerza muscular”.

“Nunca imaginé que alguna vez estaría en aquella situación. Sentí que nunca iba a terminar. Me sentía como una niña pequeña despojada de todo poder de reacción. El tiempo se detuvo, los ruidos se desvanecieron”, señala Jerusha.

En los días siguientes, recuerda, vivió una “terrible pesadilla”.

“En el interior, estaba lidiando con un dolor oculto. Estaba enojada. Estaba dolida. Me culpaba a mí misma. Culpaba a Dios. Ya no encontraba valor a mi vida. Estaba completamente rota”.

Y seis semanas después, debido a un intenso malestar que relacionaba al estrés, descubrió que estaba embarazada.

“Innumerables lágrimas acompañaron las muchas emociones de brotaban de mi corazón. Miré mi estómago y puse mis manos encima del abdomen. Allí había un bebé de seis semanas de vida”.

Con el paso de los meses, indica, “mi actitud y mi corazón cambiaron. Empecé a confiar en Dios y a creer que había un propósito detrás de todo esto”.

“Antes, mi relación con Cristo había sido muy superficial. Admirablemente, fue durante este tiempo cuando mi trato con Dios creció hasta un nivel que yo nunca había conocido”.

En ese tiempo, lamenta, “personas muy cercanas me decían que ‘entenderían’ que yo abortara, incluso ofrecían su ayuda para que lo hiciera”. Pero ella lo rechazó.

“¿Cómo puede justificarse la muerte de bebé por el acto cruel de un hombre que sabía lo que estaba haciendo? El violador es el culpable. El bebé es una criatura inocente”, subraya.

Jerusha decidió dar en adopción a su bebé, pues “quería un hogar estable para ella y unos padres que pudieran darle tiempo y cariño”.

“Hoy, estoy casada con un hombre increíble que adora a mi primera hija. Juntos hemos tenido otras dos niñas y un niño”.

Actualmente, Jerusha es presidenta de la organización “As His Miracle Grows” (Como su milagro crece), y da conferencias y formación para jóvenes junto a su esposo.
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